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Silencio electoral

ciclo

Baile y cochino

Escribe: Horacio Cárdenas

La impresión que tiene mucha gente es que la medida de incrementar la duración de los mandatos municipales de los tres años que eran a los cuatro que son, ha resultado contraproducente.
Vaya usted a saber si es que realmente el puesto de presidente municipal es en exceso demandante para quienes detentan ese cargo, mismo que en general anhelaron por hace muchos años, o si es que como no sería ninguna novedad en nuestra realidad mexicana, quienes llegan a esas posiciones no son gente ni acostumbrada ni mucho menos que tenga un gusto excesivo por trabajar de nada, prefiriendo que toda su chamba la haga otra gente, que otra gente sea la responsable y de preferencia, también otros los que paguen los platos rotos. Aunque aquí cabe un paralelismo con aquella frase atribuida al presidente Ruíz Cor-tines, de que la política es tragar sapos y culebras, la administra-ción pública y el poder equivalen a lo mismo, tragar eso… y pedir que les sirvan más.
Es por eso que no nos explicamos el caso del presidente municipal de Saltillo, Jericó Abramo Masso, quien de algo así como medio año a esta parte, aparece lo menos posible en la escena pública, haciendo sospechar a más de uno que el cuatrienio le quedó grande.
En efecto, el mismo que comenzó su administración con eventos a las seis de la mañana y celebrando reunio-nes de cabildo a las siete, dando la apariencia de que era incansable, de que estaba a sus anchas gobernando la otrora mejor capital de la galaxia, de que estaba haciendo méritos para cualquier cosa que le deparara el destino político, hoy rara vez se apersona para otra cosa que repetir sus sobados rollos de que es muy valiente, de que es único e histórico, que le sobran pantalones… y también para que su subconsciente lo traicione, como con aquello de que acabándose su cuatrienio se va a vivir a otra parte, y nosotros agregamos, una parte donde no haya saltilleros no solo que le reclamen, sino que le recuerden su paso por la alcaldía.

A lo mejor es solo nuestra im-presión, pero es que en la comparación siempre sale perdiendo el presente respecto del pasado. Recordamos que Jericó gustaba de ir los domingos a su ruta recreativa, recorriéndola de arriba abajo, tomándose fotos con la gente que luego subía al twitter, recibiendo quejas de los ciudadanos, con los que departía y si no les cumplía por lo menos los dejaba contentos de haber-los escuchado. Repetimos, a Jericó se le veía lo mismo en las esquinas repartiendo folletos de sus campañas, como aquella de valores, que con lo de la reparación de banquetas, y tantas otras cosas, ¿hoy?, solo se le ve en eventos a los que convoca el gobernador, y a los que todavía no se atreve a no ir, no vaya a ser que le re-clamen. En aquellas escasas oportuni-dades en las que anda por las calles, la presencia del alcalde se delata desde varias cuadras antes, sea por donde sea que venga usted, aquel día que inauguraron el puesto de fritangas habilitado como oficina y almacén de bicicletas enfrente de la explanada de la rectoría de la Universidad Autó-noma de Coahuila, su camioneta blin-dada estaba estacionada precisamente donde obstruía la ciclovía, y estratégi-camente ubicados antes y después so-bre Venustiano Carranza, podía obser-varse a su temible fuerza paramilitar, los GROMs o los cobras u otro igual-mente encapuchado, cuidando su inte-gridad física. Recordamos bien el evento, porque era de mañana un sábado, y solo estaban algunos repor-teros desmañanados para dar fe del asunto, dos o tres de sus alelotes, el alcalde, sus escoltas, uno o dos paleros, y nada más. La impresión general es de que mientras menos gente lo vea, mejor para el alcalde.

Otro por el estilo fue cuando inauguró la fosa del relleno sanitario, había muy poca gente en el sitio, de por sí poco amable, pero mínimo hubiera invitado para que vieran como destruía las maquinitas que había decomisado el personal del ayunta-miento durante los últimos meses, ni así, en esta ocasión los GROMs esta-ban en calidad de francotiradores, pa-ra cualquiera que se atreviera a acer-carse a menos de medio kilómetro de la autoridad municipal.

A lo mejor no es que Jericó tema, sienta disgusto o deteste el contacto con sus gobernados, esa gente mala-gradecida que no aprecia los despre-cios ni las groserías con que los ha tra-tado, específicamente con lo de las credenciales del Saltibús, a lo mejor es que está tratando de irse a acostumbrando a ya no estar en el candelero político, no ser el mandamás y casi dueño de Saltillo y los saltillenses, o a lo mejor lo que está haciendo es guardar el silencio electoral que se por ley tiene que respetar toda autoridad antes del proceso electoral en el que él será el mayor perdedor, de prebendas, de reflectores y todo lo demás que va asociado siem-pre al poder público en un país como México y una ciudad como Saltillo. Pero se nos hace raro, porque si lo comparamos con el alcalde de Monclova, éste anda desatado dando declaraciones, mafufas unas y más mafufas otras, pero este sí que no desperdicia la menor oportunidad de dejarle en claro a todo el mundo quien es el alcalde en funciones.
Mire como es traicionero el in-consciente, la campaña última lanzada por la alcaldía va algo así como que: no se nos olvida que tu nos pagas y que trabajamos para ti, pues bueno, ese trabajo y esa presencia es lo que menos se nota en los últimos tiempos de parte de la presidencia municipal para con el común de sus gobernados, que tampoco es como para tirarse al piso a llorar, sobre todo en Saltillo la percepción ciudadana es que los gobiernos brillan por su ausencia, o por su incompetencia, que viene a ser más o menos lo mismo, pero es que es la comparación del antes y del después lo que llama a la curiosidad.
¿Algo pasa en el ayuntamiento?, más bien algo no pasa, y se nota.

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