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Seguridad Igualitaria

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Las autoridades estatales en Coahuila se vanaglorian de los avances en materia de seguridad, como si estos fueran ciertos o reales más allá de las tablas y reportes estadísticos.

Como pavorreales andan los burócratas coahuileños cuando reciben del presidente de la República una sobadita en el lomo, y cuando el motivo de la tal caricia es el reconocimiento de que las cosas en la espinosa y turbulenta cuestión de la seguridad pública van mejorando, los guajolotes con pedigrí les quedan chicos, se sienten como faisanes de angora, a los que nadie se puede acercar, a los que nadie los puede tocar ni mucho menos preguntarles nada.
Entre los aires que se dan de pertenecer a la casta divina y la nube de guardaespaldas que los protegen de sus terrores y cobardías, la única realidad que entienden y aceptan es la que les conviene.
Que de por sí los números respecto de la inseguridad son algo que a nadie dejan medianamente convencido de que son reales. El célebremente triste Sistema Nacional de Seguridad Pública trae unos datos, los observatorios ciudadanos dedicados a eso traen otros construidos con la información que proporcionan las dependencias del propio gobierno, las administraciones estatales ofrecen otras escandalosamente maquilladas, y bueno, de las municipales ni hablar, esos cuates no tienen ni idea de nada.
Por supuesto el dato que más importa no es numérico, sino la afectación que hacen en la vida de cada vez mayor número de personas, tanto si fueron víctimas directas de un delito, como si lo fue algún familiar, la impotencia y el daño sicológico es mucho más profundo de lo que cualquier estadística manejada políticamente podría o intentaría reflejar.
Si son los datos de los secuestros, de inmediato que el presidente de la República, su secretario de gobernación o algún otro funcionario de la alta burocracia los da a conocer, son puestos en entredicho por las organizaciones que han hecho su misión el poner las cosas en claro, ya que como ciudadanos son impotentes de participar en nada para la prevención, persecución y castigo del delito.
De presidente para arriba y de presidente para abajo quedan en ridículo, y lo peor de todo es que cualquiera que analice los datos más allá de la lectura para no equivocarse a la hora de hacer una declaración ante los medios de comunicación, se daría cuenta que los cuestionamientos están allí, incorporados por los mismos empleados menores que los prepararon, y que si los pusieron es para que sus patrones no se fueran de la lengua, pero hay gente que no acepta ni esa ayuda.
Lo mismo pasa con los datos de los homicidios, de los secuestros exprés, de las extorsiones, de las ejecuciones, y para el caso, con todos los delitos relacionados con la delincuencia organizada, que viene a resultar, que se contabilizan aparte, no se suman a la información global del sistema de seguridad pública, y que por cierto, se cuidan mucho de dar a conocer, quizá por temor a que el respetable público pueda hacer las simples operaciones aritméticas de sumar cadáveres, desaparecidos, víctimas periféricas, incidentales o como sea que les llamen en este sexenio, pues de colaterales quedamos hartos en el sexenio de Felipe Calderón.
Las autoridades estatales en Coahuila se vanaglorian de los avances en materia de seguridad, como si estos fueran ciertos o reales más allá de las tablas y reportes estadísticos.
Si tan ciertas fueran, ellos no se esconderían tras tanta seguridad personal, que tanta falta hace en funciones de prevención, investigación y otras. Sorprendidos lo hemos oído todo: que si la Laguna es ahora más segura, que si en Saltillo se puede platicar en las plazas, jugar y andar en la calle como “endenantes”, que si a punta de sustos, gates y groms espantaron a los grupos de la delincuencia organizada del estado.
Todo para que los periódicos a nivel nacional e internacional dieran cuenta de una supuesta reunión del más alto nivel entre las jerarquías del narcotráfico y de los sindicatos del crimen que tuvo lugar, de entre todos los sitios posibles, en Piedras Negras, Coahuila.
Ahora sí que el ice bucket challenge les vino guango al gobernador Moreira y su gabinete de seguridad y procuración de justicia, pudiendo irse a cualquier estado, cualquier ranchería, cualquier ejido del país, tenía que ser en Coahuila, ¿por qué?, pues porque la plaza es más segura, porque “está controlada”, porque aquí ninguna autoridad federal, estatal o local los iba a incomodar, hombre ni siquiera temieron una incursión al estilo de las películas hollywoodenses, de que agentes federales americanos cruzaran la frontera sin permiso para capturar a las cabezas de tres o cuatro cárteles, nada: seguros… en Piedras Negras, y para el caso en todo Coahuila.
La seguridad es una cuestión diferencial en el estado de Coahuila. Por supuesto a los funcionarios no los amenaza ni el virus de la gripa, protegidos como están por tanto aburrido policía de chalequito “beish”, resguardados en sus costosas camionetas blindadas.
Está un segundo nivel, el del personal policiaco que anda armado dentro y fuera de servicio, de lo que nos venimos a enterar por el incidente de una agente de la policía investigadora a la que intentaron asaltar unos maleantes, y que gracias al miedo, a la pericia o a lo que fuera, se salvó de ser violada y asaltada, enviando de paso al otro mundo a uno de sus asaltantes de un certero balazo.
La interfecta (como dicen los partes) se quejó de que en el lugar nunca hay vigilancia, de allí que ande tanto malandro sobres, ella no estaba de servicio, andaba como cualquier ciudadano… nada más que ella estaba armada y capacitada para resolver y sobrevivir un enfrentamiento, bueno por ella… y malo por los que carecen de esas dos ventajas. Y diga que no le fincaron cargos por asesinato, disparo de arma de fuego, portación, etc. fue en defensa propia y el finado resultó ser un matataxistas, ¿pero es eso el final feliz que queremos todos?
El último nivel es el del ciudadano da a pie. Ese que ni tiene guardaespaldas pagados por el gobierno, ni tiene arma de cargo ni mucho menos capacitación para repeler una agresión. Para colmo, cuando lo llegan a asaltar, robar, violar, herir, etc. queda a merced de la “buena voluntad” de las autoridades para atender y resolver su caso, y ni hablar de la restitución del daño, que de eso absolutamente nada.
No por nada las casas en Saltillo están todas enrejadas, de antaño viene el desamparo de la población respecto de los delincuentes y la incompetencia o complacencia de la autoridad con el crimen, allí tiene la estadística, si bien presume de presidente y de gobernador para arriba y para los lados que han bajado los “delitos de alto impacto”, ¿Por qué los de bajo impacto, a saber robos, asalto con violencia, asalto a mano armada, robo de vehículo, fraude, etc. permanecen igual?
De por sí que nadie les cree sus declaraciones triunfalistas, pero la opción que se perfila para mucha gente es pasar del tercer nivel, el del dejado ciudadano de a pie que pone la otra mejilla, al segundo, el del ciudadano que anda armado y que pone en su sitio a los criminales, en el hospital o en una plancha en el SEMEFO, ¿algo se está haciendo para que todos los ciudadanos nos sintamos seguros de a de veras, como gobernador, secretario o alcalde con escoltas, pero si escoltas?

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