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El mejor negocio que hay en México es la política

LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE.-

Escribe: Por Horacio Cárdenas.-

zedillo

La región más transparente del aire, se llama una novela, la primera y consagratoria de Carlos Fuentes, a la cual le pasa lo mismo que al Quijote: todo el mundo la usa como referencia, pero así de que la haya tenido en las manos, la haya ojeado como para saber de qué se trata, de eso nada. Lo de la región más transparente sirvió durante años para referirse a la contaminación del aire en la ciudad de México y sobre todo a la falta de utilidad de las dizque políticas, planes y programas que se inventaban para tratar de contenerla. La referencia se agotó seguramente por la ignorancia de los políticos, incapaces como son, de presidente para arriba y para abajo, tres libros que les hayan cambiado la vida, pero la corrupción siguió, y no, no nos equivocamos, porque si quisiéramos simplificar a una sola razón todo lo que está mal en este país, es la corrupción, que se refleja entre otras miles de cosas, en la contaminación ambiental que no deja ver ni los volcanes ni nada.

La palabra transparencia adquirió nuevas connotaciones en el sexenio de otro ignorante, perdón de otro presidente ignorante, Vicente Fox Quesada, quien como si de letanía se tratara, durante su período se la pasó hablando de transparencia y rendición de cuentas, y tanto machacó con eso, que hasta los diccionarios tuvieron que incluir como acepción de transparencia, que los gobernantes y funcionarios den a conocer la información de sus funciones que sea de interés de los gobernados, y sea solicitada por estos. Hasta unidades de transparencia se crearon en cuanta dependencia burocrática se pudiera pensar, desde el nivel de secretaría hasta el almacén de las escobas del departamento de limpia, la transparencia se convirtió en política pública, aunque aplicando el muy mexicano principio de quien hace la ley hace la trampa, y así,  desde las mismísimas alturas del poder desde donde debía emanar el ejemplo de decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, también pusieron los candados para no soltar aquello que pudiera incomodar al poder, y eso a sabiendas que se hacían de sospechas, creando en la mente del respetable, la idea de que aquel expediente restringido por tantos más cuantos años, esconde algo que el gobierno no quiere que el pueblo sepa, por supuesto, mientras más años dure la restricción, más gorda la mentira y más gruesa la corrupción.

Porque no nos equivoquemos, toda la teoría foxista de a transparencia, casi como si se hubiera dormido encima del libro de Carlos Fuentes y hubiera absorbido por ósmosis el tema del que se trata, era de combate a la corrupción. Ingenio como no ha dejado de ser Fox, creía en ese entonces que la información, la balconeada o la posibilidad de ser señalado por acciones corruptas, bastaría para que un funcionario público se abstuviera de incurrir en esas conductas. Nada más alejado de la realidad, si en este país tan bizarro que es México, mientras más se sepa y se hable de la corrupción de una persona, más a sus anchas puede pavonearse en la calle, convencidos como estamos todos de que mientras más política y económicamente poderoso, menos ganas tendrá la justica de perseguirlo y agarrarlo.

En esas circunstancias es que se dio el escándalo de la casa blanca, el cual embarró de lodo la mismísima oficina de la presidencia, y que luego de conocerse otros asuntillos que involucraban a la misma gente y a los mismos contratistas, dejó demostrado que en este sexenio la corrupción es como la llamó en un destello de lucidez el presidente Enrique Peña Nieto, un rasgo cultural. Como de un rasgo cultural se llegó a pensar en la creación de un sistema nacional anticorrupción, con su ramificación legislativa en la abortada Ley 3-de 3 es una historia de entuertos partidistas, de enredos telenovelescos y de tratar de que no se le caiga al partido en el poder el teatrito político, que dará para muchas novelas jocosas como las de Carlos Fuentes.

Bajándonos de nivel, de la anécdota del sistema político mexicano, a la de los hombres y mujeres, los ladrillos que lo conforman, el espectáculo que han venido dando con el peligro de votar por una ley que los obligara, a ellos primero que a nadie, a decir la verdad de lo que poseen como riqueza personal, sus intereses y otras cosillas que crecen a la sombra del poder público, habría sido hilarante, de no tener lo suyo de despreciable.

Primero dijeron que no darían a conocer sus respectivas fortunas, no porque nadie les fuera a reclamar que fueran mal habidas… o bueno también eso, sino por temor, como los políticos son de los pocos ricos en este país, automáticamente pasarían a ser parte de la selecta casta de los secuestrables… ¿para que dar pistas a los “malosos” que les decía ridículamente el presidente Zedillo?, que los delincuentes hagan su talacha de observar quienes viajan en suburban, blindada de preferencia, quienes traen nubes de guardaespaldas y quienes recorren el trayecto del congreso o las oficinas públicas a los restaurantes de moda a los fraccionamientos caros… que le taloneen.

Luego dijeron que no era conveniente que se supiera de sus actividades empresariales ¿ah y por qué no?, ¿Cuánta de la plata que han logrado amasar les llegó por su ingenio y su trabajo, y cuanto por mero tráfico de influencias?. Y por allí se siguieron hasta aprobar una ley que nació manca, coja y ciega, como tantas otras que rigen este país en el que el estado de derecho es un mero rollo en los discursos de los políticos.

Qué tiempos aquellos en los que la política y el servicio público eran cosa honoraria, de honor, no de cobrar honorarios, sueldos y salarios. Si no hubiera un peso que hacer de la cosa pública, solamente aquellos con verdadero interés por el servicio a sus semejantes andarían en eso. Confirmando lo que escribió Fuentes hace más de cincuenta años, el mejor negocio que hay, en México, es la política, ninguno rinde tanto dinero a cambio de tan poca inversión, pero hay que mantenerlo opaco, si se transparenta, al rato todos van a querer vivir de ella.

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