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UN ANIVERSARIO PROPIO

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Veleidades de la forma tan mexicana y valdría decir tan coahuilense de vivir nuestra vida: si contamos con la aprobación, con la venia y hasta permiso de quienes consideramos importantes, nos sentimos bien, nos ponemos felices, nos convencemos de que nuestra existencia va sobre rieles, para no hablar de un camino correcto, porque yendo como ferrocarril, ni siquiera tenemos que decidir para donde hacernos. Ah pero que no nos desprecien, que no nos hagan el feo, que no nos manden un representante a nuestros festejos, porque nos entra la depresión, caemos en una crisis existencial, y nos dan ganas de cortarnos las venas.

En días pasados cumplió 150 años de haber sido fundado el Ateneo Fuente, la institución educativa más antigua y prestigiada del Estado de Coahuila, pilar en torno al cual se agrupó no solo física y arquitectónica, sino también académicamente, la Universidad Autónoma de Coahuila. El Ateneo Fuente es una institución que a lo largo de siglo y medio ha formado mujeres y hombres de bien, muchos de ellos que se han desempeñado profesionalmente con éxito y hasta brillantez en los más diversos campos del quehacer humano, la ciencia, las artes y el servicio público. En cuanto a su trayectoria, su trascendencia, no ameritaría más homenaje y festejo que la introspección respecto de lo realizado, aprovechando el momento para plantear lo que los actores involucrados, la sociedad coahuilense, el gobierno del estado, la propia UAdeC, profesores y alumnos esperan del Ateneo Fuente para el futuro inmediato.

Para ello no se necesitaba la presencia del presidente de la República, y para el caso, tampoco la de su secretario de educación pública, ninguno de los cuales se ha caracterizado por su amor por la cultura, su trayectoria académica, vamos, ni siquiera por leer, o en el colmo de la vergüenza, el saber cómo se dice esta palabra, que hasta una alumna de primaria tuvo que corregir a Aurelio Nuño de cómo debía pronunciarla.

Que no haya estado presente Enrique Peña Nieto en la solemne ceremonia en el Ateneo Fuente, debe ser más motivo de alivio por la pena ajena que hubieran tenido que sufrir y además, disciplinados políticos que son, hacer como que no la ven y taparla.

Acá entre nos, la fundación de estas instituciones a mediados del convulsionado siglo XIX, reflejaba el interés que el gobierno central tenía por el desarrollo de la educación media superior y superior no solo en la capital del país, sino en todo el territorio nacional. En muchos estados de la República se fundaron soberbias instituciones, que al igual que nuestro Ateneo, luego de 150 años de funcionamiento, las que todavía sobreviven, merecen la debida atención de los herederos de aquellos gobernantes visionarios. ¿Cuál sería esa atención, bueno, pues no demasiado, asistir a las ceremonias de aniversario, cumplir con el ritual allí donde lo hay, y como dicen que decía El Diablo de las Fuentes, subirse a decir dos tres pendejadas bien dichas, y tan-tan. Además que aprovechando la vuelta por los estados y sus capitales, podrían darle un par de calambres a los gobernadores, cosa que por sí sola vale la pena para todo político de la vieja escuela. Claro que los de ahora son diferentes, prefieren no perderse su juego de golf, su sesión de yoga, su cita con el peinador de copetes, algo así.

Porque quede claro, estaba programada la asistencia de la primera autoridad del país, y la de uno de sus consentidos, el que tiene de secretario de educación, ¿Qué asunto de seguridad nacional se les atravesó como para hacerse necesario cancelar la venida a Saltillo, que hubiera sido estratégica para poner a más de uno en paz en previsión del cambio de gobierno?, pero no, demasiado pedir de gobernantes de la generación X, X no por el año que nacieron, sino por las taches que les plantaban en todas las materias.

Pero bueno, lo que sí pasó: como representante del supremo gobierno enviaron a Rodolfo Tuirán Gutiérrez, quien ocupa la subsecretaría de educación media superior de la SEP, que resultó ser una buena elección, toda vez que por una parte es originario de la ciudad de Piedras Negras, uno más de los que demuestran que desde la más lejana frontera de nuestro estado, puede llegarse a mangonear en la grilla de grandes ligas, bueno, de la liga mexicana. Pero Tuirán es el indicado para hablar del Ateneo porque lo vivió o lo sufrió en carne propia, en calidad de alumno, además de que la Universidad Autónoma de Coahuila no hace ni cinco años le concedió un doctorado Honoris Causa, no solo por los favores recibidos de cuando era subsecretario de educación superior, sino en su calidad de demógrafo, habiendo llegado a secretario del Consejo Nacional de Población, lo cual no es poca cosa en este país donde pocos son los que saben contar dos más dos.

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Y no es por hablar de oquis de los méritos de Rodolfo Tuirán, ya con haber sobrevivido en la SEP en el nivel de subsecretario desde que Josefina Vázquez Mota era la secretaria, es que algo ha de haber aprendido en las escuelas por las que pasó, entre ellas por supuesto el Ateneo Fuente, de donde tuvo el tino de mencionar como los profesores que mayor influencia o huella dejaron en su formación a Onésimo Flores Rodríguez y Gilberto Duque, el primero que todavía anda picando piedra como maestro universitario, a estas alturas, tratando de que si no se portan derechos, por lo menos aprendan derecho.

El Ateneo, es de los ateneístas, de quienes cursaron allí sus estudios, de quienes han dejado su vida dando clases, en realidad el que los visite un presidente o un secretario, es irrelevante, cuando por lo menos dos que llegaron a presidentes se formaron allí como alumnos, Roque González Garza y Venustiano Carranza, a ver cuántas otras escuelas de bachilleres en el país puede presumir de algo parecido.  Si lo que estamos esperando es a ver qué otro ateneísta, en la política, el arte o la ciencia, deja huella todavía más honda.

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