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Totò Riina, el ‘capo de capos’ de la mafia siciliana murió en cárcel de Parma

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Parma, Italia., 17 de noviembre 2017 (EL PAIS).- A las 3.37 de la mañana, Salvatore Totò Riina, el gran jefe de la Cosa Nostra siciliana y el padrino más sanguinario de la historia, ha dejado de sonreír llevándose a la tumba todos los secretos de una carrera criminal tan extensa que permitiría contar la historia reciente de Italia a través de cada uno de sus cadáveres. El último capo dei capi, con 87 años cumplidos ayer mismo, condenado a 26 cadenas perpetuas y sospechoso de haber matado a más de 150 personas —40 de ellos ejecutados con sus propias manos—, ha muerto a causa de un cáncer que le mantenía confinado en la zona penitenciaria de un hospital de Parma desde hacía meses.

Riina, que técnicamente se encontraba bajo el 41 Bis, el severo régimen carcelario que se aplica solo a delitos con el agravante de “mafia”, vivía obsesionado en los últimos años con poder extinguir su último aliento en su Corleone natal. Amparado en su grave enfermedad pidió su liberación hace algunos meses y el Tribunal Supremo advirtió de que la persona que había ejecutado a más de un centenar de inocentes tenía “derecho a morir dignamente”. El escándalo social en Italia fue mayúsculo y la petición fue rechazada por el juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Bolonia al considerarse que el tratamiento médico que recibía en la cárcel era tan bueno como el que podía obtener fuera.

La historia de Riina, un tipo de un metro y 58 centímetros de altura capaz de declarar una guerra al Estado y poner de rodillas a todo un país, estuvo siempre rodeada de muerte. Hijo de una familia humilde de campesinos, perdió a su padre y a su hermano con 13 años cuando intentaban extraer la pólvora de una bomba de la Segunda Guerra Mundial sin explotar. A eso se dedicaban los Riina entonces. Pero aquella detonación tiñó de sangre la infancia de Salvatore y le convirtió en el cabeza de familia a los 13 años. Con el tiempo, y varias decenas de cadáveres más alrededor, también terminaría siéndolo de la familia corleonesa, una dinastía que alcanzaría el poder absoluto en la Cosa Nostra y a la que también pertenecieron otros capos como Bernardo Provenzano.

Pero la aventura criminal del nuevo capo su banda fue una anomalía en el la historia de la mafia. Hombres sin linaje en la aristocracia mafiosa, un ejército configurado por pastores y campesinos que prácticamente no sabían ni leer, tomó el control de la organización borrando del mapa a la anterior cúpula con una oleada de violencia jamás conocida. Solo entre la primavera de 1981 y el otoño de 1983, murieron o desparecieron 1.700 personas. “Fue un exterminio étnico, suprimieron de la faz de la tierra a la aristocracia mafiosa. Y luego fueron a por el Estado: funcionarios, policías, militares, magistrados… querían mandar en la política. Querían conquistar Italia”, recuerda el periodista Attilio Bolzoni. Nunca fue por dinero. Era el poder, el territorio.

Pocos rostros representan en el imaginario colectivo y de forma tan nítida la encarnación del mal. Una vez tomado el control, la bestia —como también se le conocía— inició su desafío al Estado en 1982 cuando ordenó asesinar al general Carlo Alberto Dalla Chiesa, que había sido destinado a Sicilia para combatir a la Mafia. Fue el primer aviso. Lo mató solo seis meses después de llegar a Palermo, junto a su esposa y a uno de sus guardaespaldas. La escalada mortal terminó en 1992 con los asesinatos del juez Giovanni Falcone y el de Paolo Borsellino, los magistrados que habían dedicado los últimos años de su vida a juzgar a 300 mafiosos en el famoso maxiproceso iniciado en 1986. El motivo fue el mismo: nadie debía inmiscuirse en los asuntos de la mafia. Y menos en Sicilia.

Tras los atentados contra los magistrados, Riina pensó que el Estado negociaría y escribió el famoso Papello, 12 condiciones para dejar de matar en las que figuraban premisas tan surrealistas como la eliminación de las tasas en la gasolina en Sicilia. Pero los asesinatos de Falcone y Borsellino, que provocaron una herida incurable en Italia, supusieron también el fin de su carrera criminal. Al menos la que lideraba desde la calle. En enero de 1993, seis meses después del atentado contra Borsellino y sus cinco escoltas con un coche bomba, Totò Riina fue capturado en el centro de Palermo a bordo de un automóvil sencillo cuando estaba parado en un semáforo de la calle. Iba desarmado y llevaba documentación falsa. Cuando le dieron el alto, intentó escurrir el bulto con la famosa frase: «Se equivocan de hombre».

Riina fue también el responsable de atentados con bomba en Roma, Milán y Florencia, en los que murieron 10 personas. «Que Dios lo perdone, porque nosotros no lo haremos», declaró una asociación de víctimas del atentado en Florencia, según el diario Fatto Quotidiano, que hoy ha titulado a toda página È stato la mafia, jugando con la idea de que el Estado y la mafia en Italia siempre tuvieron más vínculos de los que se han podido demostrar hasta el momento. Riina siempre mantuvo en las sombras de la ambigüedad su posible colaboración con el Estado, una historia simbolizada en el legendario beso que se habría dado con el entonces primer ministro de Italia, el democristiano Giulio Andreotti. En algunos casos, como en el atentado de Borsellino, llegó a decir que los servicios secretos habían cogido la famosa agenda roja donde el fiscal anotaba los posibles vínculos del Estado con la mafia.

Pietro Grasso, presidente del Senado italiano y magistrado que formó parte del pool antimafia de Falcone, se ha referido a ello esta mañana en Twitter. «La piedad ante la muerte no nos hace olvidar lo que fue en vida. Las manos de Riina están manchadas con la sangre de nuestros mejores hombres de Estado y de la sociedad civil. Nunca ha colaborado, pero no pararemos de buscar hasta el final el fondo de la verdad. Nunca».

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En su estrategia judicial, Riina siempre optó por alegar que había sido un instrumento de los poderes ocultos de una Italia que dirimía sus diferencias políticas a base de bombas. Sin embargo, en algunas confesiones interceptadas en las horas de patio con su compañero Alberto Lorusso, nunca pudo ocultar la satisfacción por el poder obtenido durante tantos años. “Me he convertido en algo inmenso, he llegado a ser un rey. Si me hubieran dicho un día que podría haber llegado a liderar la historia… he sido importante”.

Durante sus últimos años en la cárcel, el capo arrastraba un estado de salud extremadamente frágil. Pero los médicos aseguraron entonces que Riina estaba «lúcido». De modo que el jefe, aunque pretendiese hacer creer lo contrario, seguía liderando la organización. En una conversación interceptada meses atrás, el excapo afirmaba que no se arrepentía «de nada». «Nunca podrán conmigo, aunque me condenen a 3.000 años» de cárcel, añadía. De hecho, la Fiscalía Antimafia de Italia seguía considerándole el jefe de la Cosa Nostra. Franco Roberti, el anterior jefe del organismo, explicó hace poco que Riina continuaba dando órdenes desde la cárcel y que las amenazas de muerte vertidas contra compañeros como el fiscal Nino di Matteo, que investiga las negociaciones que mantuvo el Estado con la Mafia durante los años de plomo —principalmente entre 1992 y 1994—, son una evidencia de ello. «Si eso no es una prueba de su peligro, me pregunto qué podría serlo», aseguró Roberti en plena polémica por su posible excarcelación.

Riina ha muerto pocas horas después de su cumpleaños. Su mujer y tres de sus cuatro hijos habían obtenido el jueves un permiso del Ministerio italiano de Salud para poder visitarlo y despedirse de él. El hijo mayor del mafioso cumple cadena perpetua por cuatro asesinatos. «No eres Totò Riina para mí. Solo eres mi padre. Y te deseo un feliz cumpleaños, papá, en este día triste pero importante. Te quiero», escribió su otro hijo, Salvatore, en Facebook el jueves, día en que su padre cumplía 87 años de una vida dedicada al crimen.

EL FUTURO DE LA COSA NOSTRA DESPUÉS DEL GRAN CAPO

Totò Riina pasará a la historia como el capo que destruyó Cosa Nostra. Así lo ve Attilio Bolzoni, el periodista que mejor conoce la idiosincrasia de la organización siciliana. “Su estrategia de sangre llevó a la organización criminal más potente del mundo a un callejón sin salida. Desnaturalizó su ADN, una invisibilidad que perdió con las bombas”. Con los atentados de 1992, Riina provocó la reacción de todo un país contra su organización, un hecho insólito en la historia de Italia. Un fenómeno que causó la ruina económica y militar de la organización y permitió a la ´Ndrangheta, la mafia calabresa, convertirse en la potencia criminal más importante y rica del mundo.

Pero la muerte del capo no significa en absoluto el fin de Cosa Nostra. Al contrario. Habrá nuevos nombramientos y la estructura se renovará por primera vez en mucho tiempo, opina Bolzoni. “La mafia, a diferencia del terrorismo, es una ciencia exacta. Si conoces la llave de acceso, puedes interpretar todas las señales y hacer un pronóstico”.

De momento, la Conferencia Episcopal de Italia ya ha pedido que no haya un funeral público. Pero la tumba de Riina, que estará en Corleone, se convertirá en símbolo de una era oscura, llena de secretos y sangre en la historia de Italia. (Con información de El País)

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