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La siguiente vez que venga AMLO

BAILE Y COCHINO…

Por Horacio Cárdenas.-

Ya lo estábamos extrañando, pero de repente se dijo hace algunos días que el presidente de la República amorosa, Andrés Manuel López Obrador estaría visitando Coahuila antes de terminar el mes de marzo. Ya ve como son los comunicados oficiales, más orientados a desinformar y confundir que a lo contrario, después se complementó la información con el dato de que a lo que vendría el mandatario sería a la ceremonia de conmemoración del Plan de Guadalupe, la cual se realiza tradicionalmente en la ex Hacienda del mismo nombre pero sin el plan, ubicada por la carretera que va de Saltillo a Monclova, antes de llegar a  La Muralla. A todos los que querían ver al presidente para adularlo o para reclamarle algo, se les hizo cuesta arriba que el sitio a visitar fuera precisamente ese, ubicado en medio de ninguna parte, teniendo como vecinos más cercanos para comprarse una Cocacola el apestoso CIMARI, o algún ejido donde si acaso la conseguían, sería reserva 1997 y seguramente caliente.

Ah pero por esas cosas del coronavirus, luego se soltó el borrego semioficial de que no, que el señor presidente no vendría al Plan de Guadalupe. La verdad no nos explicamos la razón de ello, toda vez que el resto de sus giras por el interior de la República se habían venido dando con pandemia y sin pandemia, con gel antibacterial o sin él, y es que como lo dijo su subsecretario de salud, con su fuerza moral el mentado COVID19 le hace los purititos mandados al hijo predilecto de Macuspana, y más cuando trae su escapulario y su estampita de “detente”, si acaso lo que podría pescar en la Hacienda Plan de Guadalupe sería una conjuntivitis por la cantidad de polvo que hay por aquellos lares, o una insolación por el sol que aun en estos meses de primavera tempranera ya se deja caer a plomo, peligros mínimos por comparación con los que encuentra en sitios mucho más inhóspitos del país, como Oaxaca donde anduvo la semana pasada, o la Sierra de Guerrero, en el primer caso cualquier mosco trae más virus que un murciélago más cocinado en una delicatesen china, y en el segundo lo que llueven son las balas, pero Andrés Manuel a nada le saca.

Pero entre que si venía al Plan de Guadalupe y si luego canceló por cuestiones más de agenda que de temor a un mugre virus importado de oriente, lo cierto es que López Obrador tiene pendiente una visita a Coahuila, estado al que alguna vez dijo que iba a venir frecuentemente. El punto de mira de la visita, antes que se mencionara la Hacienda de Guadalupe, era las regiones Centro y Carbonífera, donde las cosas se han ido poniendo color del color de las hormigas: rojo en Monclova por el mineral de hierro, y negro en la Carbonífera por la doble razón de que es el color del carbón, y porque ni más ni menos que de ese color pinta el futuro de la industria minera y de todo lo que depende de ella.

De Andrés Manuel se podrá decir lo que se quiera, menos que es un presidente zacatón, de hecho lo contrario, le gusta ir a meterse donde hay problemas, donde la gente está harta de exigir la presencia del poder público por el motivo que sea, de orden económico, político, social, de seguridad, etc. en campaña no dudó en meterse en territorio de narcos, cuando las cosas estaban ardiendo se atrevió a recorrer la Ribereña en plena guerra de los cárteles, cuando lo del Chapo, se apersonó en Badiraguato, sitios todos que sus antecesores evitaban como si fuera un estado fallido… y sí, habrá quien diga que a al poeta Javier Sicilia y a los LeBarón no los recibió en Palacio, pero sus razones son válidas: a estos no les iba a hacer el caldo gordo, y a aquel le da por andar de besucón, y como quedó demostrado la semana pasada, aun en plena pandemia, el único que da besos subiditos de tono, es él.

Sentado eso, no dudamos que López Obrador se atreva a enfrentar a los mineros de la Carbonífera y a los Siderúrgicos de Monclova, eso hablando de los trabajadores que son los de la primera oleada, seguidos de los empresarios y para recibir la masa de la población, unidos en torno y cohesionados como solo los problemas lo pueden hacer. Ahora, ¿qué es lo que esperaría al jefe de la nación?…

La respuesta no es de ninguna manera sencilla de responder. Para empezar hay dos antecedentes bastante recientes, de que la gente ya no está tan a gusto con el presidente ni con su discurso, como Andrés Manuel todavía se empeña en creer. El primer aviso vino de donde menos se lo esperaba, de su cuna y origen, Macuspana, Tabasco, a donde López Obrador fue no hace ni un mes, y donde se llevó si no los primeros abucheos en su larguísima carrera política, sí seguramente los más dolorosos. Él, que se creció cuando le achacaron el mote de Mesías Tropical, y que cada vez más en sus alocuciones asume actitudes mesiánicas, se vio con la realidad descarnada de los reclamos de sus coterráneos, quienes negaron haber recibido los beneficios de las obras públicas que el presidente les prometió, como tampoco las famosas becas para estudiantes ni para las personas mayores. ¿Más mesiánico que gritarles a los tabasqueños que mentían, y que mentir es cosa del demonio?, difícilmente se puede pensar en una frase más reveladora que esa. Algunas crónicas recogieron palabras de López Obrador a su hijo ya en el aeropuerto donde abordarían el vuelo comercial para regresar a la Ciudad de México, aquella por la Macuspana había sido la peor gira que había realizado por el país.

Eso fue un fin de semana, luego se le ocurrió visitar en Estado de Sonora, donde otra vez, se dirigió a la multitud de trabajadores mineros echando su mismo rollo de siempre, corrupción, conservadurismo, y de su lado, honestidad y cuanta cosa, pues le fue igual que en Tabasco, aunque claro sin el componente emocional de tratarse de su tierra y sus coterráneos, a los sonorenses los puede olvidar como al resto del país.

Estos incidentes, más uno que ocurrió por allá en la Huasteca Potosina hace ya varios meses, en que los demandantes de atención se metieron al hotel donde iba a pernoctar el presidente, quien de plano les dijo que no tenían derecho a gritarle, ni a molestarlo en su descanso, ni a nada, pues, que él no les autorizara, todo esto nos lleva a preguntarnos ¿qué va a pasar cuando visite Coahuila la próxima ocasión?

Recordemos que cuando estaba en el pináculo de su gloria, y mire cómo se ha precipitado en tan solo un año, en aquella visita a La Laguna, el presidente puso en la más incómoda de las situaciones al gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís, cuando los morenistas acarreados, lo abuchearon por consigna, él con su sonrisita prepotente los mandó supuestamente callar, pero estaba regocijado a más no poder. Hoy las cosas han cambiado, y podemos garantizarle que en cuanto ponga un pie en Monclova, en Frontera, en Sabinas, en Múzquiz, y pese a las huestes que logren movilizar sus alelotes locales Reyes, Guadiana o Guerrero, no van a poder contener el enojo de gente a la que le prometió, no las perlas de la virgen, sino que pudieran seguir viviendo de su trabajo, y mire que gracias al abandono de su gobierno, están poco menos que en pie de lucha.

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