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¿Quién le debe a quién? AMLO, la 4T y la civilidad política

BAILE Y COCHINO…

Por Horacio Cárdenas.-

El ataque de AMLO y la 4T a los gobernadores federalistas.

De siempre hemos sabido que la política es algo bajo, una lucha intestina, se vale utilizar el calificativo escatológico, por hacerse del poder y conservarlo a como dé lugar. En ese sentido nada absolutamente debería de sorprendernos, y sin embargo…

Malamente, lo confesamos, el pueblo mexicano estaba hecho a las formas, a los protocolos, los cuales eran observados casi con religiosidad, si no por otra cosa, porque por acuerdo de todas las partes involucradas, se establecía una línea de civilidad que no debía de pasarse por ningún motivo, so pena de ver reducida la más alta forma del pensamiento y la convivencia humana que decía Aristóteles, a una lucha entre perros y gatos.

A lo largo de la historia más o menos reciente de la política mexicana, se recuerdan algunos ejemplos de políticos de distintos partidos, de oposición en su momento, dando espectáculos deleznables, indignos de un país y de un pueblo que están de acuerdo en lo básico, en una forma de gobierno representativa, republicana, democrática.

Recordamos por ejemplo a un Vicente Fox Quesada, que era entonces diputado federal por Guanajuato, con unas boletas electorales puestas como si fueran sus orejas ¿Quién iba a pensar que ese bufón iba a llegar a ser luego presidente de la República?, nos acordamos también de otro diputado, este de izquierda, del PRD, quien en un informe presidencial de Ernesto Zedillo Ponce de León, se plantó bajo la tribuna de la Cámara de Diputados con una máscara de cerdo sobre la cabeza, así estuvo todo el informe, nos imaginamos que sudando la gota gorda bajo esa bolsa de plástico, pero del hecho los ciudadanos no nos enteramos porque a las cámaras de televisión, en cadena nacional todavía, se les ordenó no abrir la toma, centrándose en la figura del presidente y en ángulos donde no se viera la falta de respeto hacia los tres poderes de la Unión. Por allí también recordamos a un Porfirio Muñoz Ledo gritándole improperios al presidente, Carlos Salinas si no nos equivocamos, mientras se dirigía a la tribuna a rendir un informe; está por supuesto la sola presencia de La Tigresa Irma Serrano, en calidad de senadora de la República, y no podía faltar el ex presidente del Movimiento de Regeneración Nacional Alfonso Ramírez Cuellar, entrando a caballo al recinto legislativo, cuando era líder del Barzón por allá en el año 2002.

Pero salvo estos hechos, que podríamos considerar anecdóticos, la política a la mexicana tiende más a lo aburrido que a lo folclórico y vistoso. Los políticos de los distintos partidos pueden odiarse a muerte, pueden declarar horrores de sus contrarios, adversarios como se les dice en este sexenio de la pretendida cuarta transformación, pero a la hora de que se ven las caras… se tratan con una civilidad de lo más correcta. A lo mejor es que se rigen por el principio entomológico de que dos leznas no se pican, o de ¿para qué dar espectáculo que luego nadie pueda disociar de su persona por décadas por venir?, mejor llevarla tranquila, y seguir como se debe, operando y maquinando por debajo del agua.

Pues al parecer esto que le platicamos era antes, ahora las cosas dan la impresión, triste, preocupante, de haber cambiado y no precisamente para bien. No vale la pena reseñar lo que todos los medios de comunicación reproducen puntualmente, o de lo que los memes en las redes sociales hacen el mayor escarnio, rayando algunos en lo indigno, pero hay un asunto que nos viene preocupando desde hace semanas y que llegó a un grado peligroso en días pasados.

Fue el lunes, si no nos acordamos mal, en que el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, en una de sus conferencias mañaneras, se aventó la puntada de decir que a los diez gobernadores que integran la Alianza Federalista, el gobierno de la República, su gobierno, no les debía nada, es más, dijo, que si se ponían a hacer cuentas, eran esos estados los que le debían dinero a la federación, remachando con la gracejada de decir que le debían impuestos a Hacienda. Ya como broche de oro el presidente acusó a diez mandatarios electos democráticamente, de carecer de rigor intelectual, que ni deberían decirse federalistas, pues no saben lo que eso es, así nomás.

Eso, salvo su más paciente y mesurada opinión, ya calienta. Una semana antes del exabrupto presidencial, salió una nota de que el gobernador de Chihuahua Javier Corral estaba exigiendo a la federación en reembolso de 800 millones de pesos que su administración ha gastado en la atención a los pacientes de la pandemia de COVID 19, atribución de la federación y más de un gobierno centralista que se dedicó a desmantelar los servicios estatales de salud en todo el país. 800 millones, hace un par de meses el gobernador de Coahuila Miguel Ángel Riquelme Solís había dicho que su gobierno había erogado alrededor de mil millones de pesos en lo mismo, y que también estaba solicitando y esperando el reembolso correspondiente, mismo que entonces y ahorita, se hace esperar de una federación que no reconoce ni responsabilidad, ni omisiones, ni siquiera la gravedad de la pandemia, para acabar pronto.

¿Y dice el presidente que no se debe nada a los estados y son estos lo que le deben a la Federación?, allí va una pregunta retórica ¿Cuándo el gobierno federal, este y los precedentes, han dado más dinero a los estados del que está acordado según la ley de coordinación fiscal y lo que autoriza el Congreso de la Unión?, nunca, en materia de centavos, el gobierno no se equivoca, ya parece que va a andar dando de más, como para justificar el dicho de que se debe.

Ahora en la otra parte de la aseveración presidencial, que los gobiernos de los diez estados rebeldes no le han pagado impuestos a la federación ¿la federación le cobra impuestos a los estados?, otra pregunta retórica, entonces en estricta reciprocidad los estados deberían comenzar a cobrar los impuestos locales de los que las dependencias federales siempre han estado exentos, comenzando con el impuesto predial, la licencia de uso de suelo, el agua y lo que se le cobra a todo el mundo, y si no, pues a proceder a la ejecución fiscal y el embargo, pues estos… y no somos nosotros los que empezamos el pleito, pero sí los que le seguimos.

La cuestión importante aquí es que esto no se puede quedar en una hablada, así sea una hablada presidencial más, ¿Coahuila que está en la lista de las diez entidades aliancistas, que carecen de rigor intelectual y demás insultos, debe a la federación?, pues que diga de qué, por qué conceptos, cuánto y desde cuándo. López Obrador debió morderse la lengua cuando dijo “si nos ponemos a hacer cuentas”, porque… ¿ah, la perfectísima administración de la Cuarta Transformación no tiene hechas sus cuentas, y se va a poner a hacerlas? ¿qué clase de confesión es esa?

Por lo pronto exigimos una aclaración extensiva: ¿qué se debe de aquí para allá, y nosotros le decimos qué se debe de allá para acá?, digo, para no quedarnos así entrincados, ya que la 4T de presidente para arriba y para abajo no entiende de civilidad política, de lo que se puede y no se debe decir de otros políticos, vámonos sobre los números, a ver de a cómo nos toca.

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