
J. Alfredo Reyes
Terca es la necedad de algunos mandatarios latinoamericanos que insisten en pedir perdón a los reyes de España por agravios de la conquista y la colonia, lo cual, es una aberración anacrónica y fuera de lugar. Es como si también se exigiera que los aliados indígenas de los conquistadores, digamos por ejemplo que los tlaxcaltecas, pidan perdón a los aztecas y a los guachichiles de nuestra región, por agravios cometidos hace siglos, pese al pan de pulque y al sarape de Saltillo, que ya desenterrados los rencores por esta nueva arqueología, pues hay que erradicarlos de nuestro entorno como si fueran rescoldos de una gran traición.
En eso consiste esta nueva arqueología del rencor, escarbar en el pasado buscando agravios y traerlos al presente para desfacer entuertos, aunque de aquellos que hicieron las ofensas haya desaparecido todo rastro y de los ofendidos quede poca memoria borrada por tanto agravio cometido por los criollos y mestizos desde la independencia hasta nuestros días.
Fue el argentino Jorge Luis Borges quien, junto a Bioy Casares, tanto nos criticó e insultó burlándose incluso, de nuestra música ranchera, de los indios con “cara de estúpidos” en los murales de Diego Rivera, de nuestra Suave Patria pero que, sin embargo, hay que reconocer que nos echó en cara una gran verdad como receptáculos que somos de ese rencor ancestral: nos retrató diciendo que los mexicanos vivíamos fijos, ensimismados, “contemplando con fascinación las discordias de nuestro pasado”. Y por eso no debemos culpar sólo a López Obrador de esa visceral arqueología, pues así somos los mexicanos, qué le vamos a hacer.
Dicen que el amor por los indios es propio de México y Perú, aunque allá existan estatuas a Pizarro y aquí el único miembro de la conquista subido a pedestal sea fray Bartolomé de las Casas y solo exista el Golfo de Cortés aunque un diputado ya propuso cambiarle el nombre por el de “Golfo Yaqui”. Y no tarda que un afrodescendiente de cuota legislativa exija eliminar a fray Bartolomé porque fue él quien trajo a los esclavos negros para salvar a los indios y así va a seguir el revisionismo según avancen las excavaciones que buscan desenterrar más odio y rencor.
Por lo pronto, en la CDMX ya eliminamos la estatua de Colón, aunque en USA se nos adelantaron y lo defenestraron el año pasado junto con la impresentable Isabel la Católica y ahora van contra fray Junípero Serra porque allá también están haciendo excavaciones rencorosas tumbando las estatuas del colono John Sutter y de los confederados Robert Lee y compañía.
Y es que desenterrar odio y asimismo, también sembrarlo, es el propósito de esta nueva arqueología del rencor. Los descendientes árabes en este continente ya deberían estar reclamando el exceso de homenajes a Santiago apóstol en ciudades y catedrales. Desde Santiago de Chile hasta Santiago del Saltillo está el nombre del “Matamoros”. O sea, el “Mata árabes” ¿Acaso eso no encabrona a los semitas?
¿Y los sefarditas no van a reclamar a los católicos por lo de la santa Inquisición? ¿Y las castas yucatecas se van a quedar sin reclamar? ¿Los yaquis y mayos ya se olvidaron de Valle Nacional? ¿Y los chinos en Torreón? Hay mucho odio por desenterrar ¡Vamos a seguir cavando!
Deja un comentario