Por hacer el trabajo que nadie quiere hacer

Los periodistas de verdad suelen menospreciar, ningunear y por supuesto ignorar a los periodistas de ocasión, aquellos que no andan taloneando la noticia desde que canta el gallo hasta que canta el grillo a cambio, la mayoría de las veces, de un puñado bastante menguado de pesos y un desayuno una vez por año donde les dan la correspondiente felicitación y palmada en la espalda.
Muchos de quienes desprecian, son de los que sí fueron a la escuela de ciencias de la comunicación, mucho menos críticos y criticones son los que se hicieron periodistas precisamente correteando la nota a falta de otra chamba más racional y estable, porque hay que decir y aceptar que si algo tiene el periodismo, y así debe ser, es que cada día trae algo nuevo, malo cuando ya no sea así, porque nos moriríamos de aburrimiento, aunque en honor a la verdad que con cada vez mayor frecuencia no se dice ni se escribe ni se publica, pareciera que precisamente para allá vamos.
Son esos periodistas ocasionales los que encuentran las noticias más jugosas, no las andan persiguiendo, sino que les caen encima, muchas veces ocasionando tremendo descalabro. Sin dominar las técnicas que enseñan en la escuela, sin saberse las mañas que desarrollan quienes no fueron a la facultad pero se hicieron en la brega, tienen la capacidad primero de reseñar el hecho y luego de ponerle el contenido emotivo y social que los otros periodiqueros ya tienen medio percudido, pues es innegable que no solo las yemas de los dedos hacen callo, también el intelecto y hasta el alma.
Hace pocos días se dio a conocer, como no podía ser de otra manera, la muerte de Miut3, twitera que en el mundo real la giraba de médico y de ciudadana en una de las zonas más peligrosas de este nuestro sufrido México bronco, “Mataulipas”, dicen que el que a hierro mata a hierro muere, y pues sí, de tanto twittear sobre las peligrosas acciones de los grupos de delincuentes, de policías, de autoridades, que demasiado frecuentemente son indistinguibles unos de otros, sus ejecutores usaron su misma cuenta para comunicar su ejecución, crueles y finos los señores.
Pero el mundo real se lo tomó muy a la ligera, después de todo si algo sobran por estos tiempos en este polvorín de país, son cadáveres, los de Ayotzinapa, los de Acapulco, los de Ecatepec que dicen que son de animales…, los de Tlatlaya a quienes también victimaron como animales, ¿Quién se ocupa de un muerto más en Tamaulipas?, los periódicos se refirieron al hecho como “asesinan a una twittera”, algunos decentes en primera plana, otros allá en la sección de estados, algunos por supuesto en la policiaca como nota de ocho, y algunos hasta lo omitieron del todo, ¿pues para qué, quien era esta doctora twittera para darle publicidad?
Pero en el universo virtual fue diferente, porque según la contabilidad de unos y otros, su cuenta personal tenía veintitantos mil seguidores, y la de Valor por Tamaulipas varios cientos de miles, ¿Qué periódico en su edición impresa y algunos en su electrónica pueden presumir de tantos seguidores?, allí sí que fueron muchos los que sintieron, no pocos los que lloraron, y muchísimos los que retwittearon la información inicial y sus secuelas, con la obvia variedad de reacciones posibles, desde la condolencia personal hasta el enojo, pero faltando en nuestra opinión, el reclamo a las autoridades de ¿por qué pasan estas cosas?
¿Quién lo iba a pensar?, lo que tanto se temía a nivel teórico se ha convertido en una realidad, la sociedad de la información se ha diferenciado a tal grado de la sociedad en general, que ya no se reconocen como la misma. El “asesinan a una twittera” tiene lo suyo de desprecio, sobre todo porque los compañeros de la prensa no reconocen en la actividad de la doctora María del Rosario Fuentes Rubio, Miut3, a una colega comunicadora, el escándalo que hubiéramos armado si se hubiera tratado de un periodista de a de veras, como el caso de Valentín Valdés acá en Saltillo hace ya un par de años, del que tampoco se armó la gorda por el simple hecho de que el mensaje caló bien hondo: nos llenamos de sano terror.
Cierto, andar twitteando no es ser periodista, al menos no en el concepto tradicional del oficio o profesión, pero sí cumplen con darse cuenta de los hechos, darle el peso periodístico que tienen… y comunicarlo, sin pensar muchas veces en el peligro que se corre al hacerlo, y sobre todo, a cambio de nada. Porque el periodista normal anda al mismo tiempo atrás de la noticia y atrás del chivo, y salvo los casos trágicos que conocemos, cumple a cabalidad el principio de que la obligación número uno no es con la verdad, sino regresar sano y salvo a casa, ya de allí lo que caiga se considera verdad periodística, y lo que no, secreto profesional.
Es triste pero es cierto, esos periodistas amateurs, esos periodistas sin escuela, sin credencial ni acreditación, pero que por andar en todos lados como ciudadanos comunes y corrientes se dan cuenta de lo que pasa de bueno y de malo y así lo comunican, están haciendo un trabajo de primer orden, a lo mejor no en cuanto a calidad del trabajo, pero sí en cuanto a cobertura.
Y a lo que veníamos, el hecho de que Miut3 y tantos otros anden por todos lados documentando la realidad que ningún medio de comunicación con su grande o pequeña fuerza de reporteros de a pie es capaz de cubrir tiene que ver con la cantidad de fallas de nuestra sociedad contemporánea y con las omisiones del gobierno para entenderse con ellas.
¿Por qué andaba Miut3 avisando de una camioneta así o asá, circulando por aquí y por allá, con toda la pinta de tener malas intenciones?, pues porque ni los policías municipales, estatales, federales, gendarmes, soldados, marinos, ministeriales y los que nos lleguen a faltar, estaban haciendo su trabajo. ¿Cómo es que la secuestraron, la ejecutaron y sus victimarios andan sueltos?, pues porque ni unos ni otros están haciendo su trabajo, ya no digamos de prevención, sino de persecución del delito y de impartición de justicia, nada, y nosotros epriodiqueros, nomás mirando agazapados donde no nos toque el pétalo de una bala.
Dicho con todas sus letras, es incalculable el número de personas que algo le deben a la “twittera asesinada”, la vida, que los secuestraran, que los asaltaran, que les dieran un susto, ninguna autoridad en el momento actual de este país puede presumir de lo mismo, tampoco los medios.
Okey, a través del twitter la ubicaron sus asesinos, ¿Qué no pudieron hacer lo mismo los gobernantes para protegerla?, ¿Cuántas veces no usaron sus tips para saber por dónde ir o por dónde no ir?, de veras que el caso es lamentable, y contra lo que la prensa y el gobierno pueda opinar, no es menos que los tantos otros de más envergadura mediática andan en el ambiente, y ni siquiera hay la opción de que una fiscalía contabilice su caso como atentado a la libertad de expresión y de quienes la ejercen, aún a costa de su misma existencia.
Demasiado común el lugar de decir descanse en paz Miut3, los que no deberían descansar ni un segundo son los encargados de que en este país no pasen esta clase de crímenes perpetrados contra gente que lo único que quiere es que México sea un sitio digno de vivir en él.

Deja un comentarioCancelar respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Ofrecido por WordPress.com.

Up ↑

Descubre más desde El Demócrata

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo

Salir de la versión móvil
%%footer%%