No hay modelo matemático para saber qué hará el elector coahuileño

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Eliseo Mendoza Berrueto, quien siendo gobernador, y sobre todo siendo él de acá mismo, se refirió a sus congéneres como “pinches coahuilenses enredosos”… si eso decía alguien a quien en su momento de gloria no se le puede negar nada, ¿qué dirá alguien que venga llegando y ni el saludo quieran darle los mezquinos?

Por Horacio Cárdenas.-

El habitante del territorio del Estado Libre, Soberano e Independiente de Coahuila de Zaragoza es un ser sui generis por una gran variedad de causas, algunas indudablemente genéticas, otras asociadas al ambiente, no pocas de orden cultural, sin faltar las estrictamente grupales, familiares o individuales. Todo esto ha creado una persona social con características muy particulares, y algunos dirán que, puestos a ello, casi indefinibles.

Los coahuilenses suelen decir de sí mismos que son francos, abiertos, gente muy del norte… todo para que la opinión generalizada que se tiene, sobre todo para con la gente de Saltillo, es que son exactamente lo contrario, cerrados, abúlicos, desconfiados y dignos de la más absoluta desconfianza, si hasta vale la pena citar aquí el punto de vista que tienen otros coahuilenses de aquí muy cerca, que dicen de plano que para todos los efectos prácticos, el sur de México comienza en Saltillo, tan distintos ven a los habitantes de la capital de los del resto de la entidad, y para los anales de la sociología y la sicología social queda aquella definición que diera en tiempos Eliseo Mendoza Berrueto, quien siendo gobernador, y sobre todo siendo él de acá mismo, se refirió a sus congéneres como “pinches coahuilenses enredosos”… si eso decía alguien a quien en su momento de gloria no se le puede negar nada, ¿qué dirá alguien que venga llegando y ni el saludo quieran darle los mezquinos?

Que si es la culpa del desierto, habida cuenta que esto no es un desierto y que el semidesierto chihuahuense en su sucursal Coahuila es bastante benévolo y productivo; que si han sido las invasiones, pues como no, si siempre están del lado equivocado; que si es la falta de oportunidades, pues claro, si uno es igual al Minero que decía El Piporro, con plata en el seso, oro en la boca y plomo en las patas… así no hay oportunidad que valga la pena, y así podríamos seguirnos tratando de encontrar explicaciones a como son los coahuilenses, pero, ah, cuando comenzamos a hablar de política, es donde más pantanosa se torna la cosa, y eso que como dice la toponimia local, aquí los Charcos son de risa.

Coahuila, cuna que presume de ser del federalismo en la persona de Don Miguel Ramos Arizpe, cuna asimismo de la Revolución en las figuras de Francisco I. Madero y de la Constitución en la de Venustiano Carranza; mucho menos marcado, pero con fuertes dosis de inconformidad y experimentación política en la Laguna para el lado de la izquierda, y para la derecha en Monclova y más al norte en Piedras Negras, que en nada desmerecen de los próceres antes mencionados, también se pinta solo para ser casi impredecible a la hora de estimar su posible comportamiento en las urnas.

Fue Coahuila uno de los primeros sitios en los que le hicieron mella al lujoso carro completo del que presumía en tiempos el Partido Revolucionario Institucional, fue aquí donde los gobernadores tuvieron que aprender a gobernar estados donde los municipios eran de oposición. Peor se la ponemos, por lo menos Eliseo Mendoza Berrueto, Rogelio Montemayor Seguy y Rubén Moreira Valdés tuvieron la amarga experiencia de que la capital de su estado era administrada por un partido distinto del suyo, además de por fufurufos representantes de la iniciativa privada a los que no era fácil hacerles el fuchi como hubieran deseado, ellos tan orondos tuvieron que hacer, como decía Salinas de Gortari, política, política y más política, por más pijamadas que les hicieran en plena calle frente a su casa.

Pero de aquellos tiempos en los que si bien ganaban de calle la gubernatura y puestos en juego en esa elección, viéndoselas color de asqueles negros para el segundo en que perdían hasta la mitad de las alcaldías y conservaban por un pelo de tortuga hexagonal el congreso, pasamos a una época rara, rarísima, en la que pese al descontento popular con la administración pública, el electorado le sigue dando el espaldarazo al PRI, no solo para la gubernatura sino para las senadurías, diputaciones federales y la mayoría de lo local. Quizá la clave está en la palabra electores, porque al parecer, en Coahuila el desprecio, odio, rencor, revanchismo del pueblo hacia sus políticos no se manifiesta en las urnas emitiendo votos de castigo, sino en un mero mantenerse al margen de los procesos electorales.

Puede ser, que tengan razón. En los últimos comicios la oferta política ha sido tan lastimosa, que de plano no encuentran los electores una sola opción por la cual emitir su sufragio, votar por los mismos, o por otros que son iguales o peores que los mismos, pues mejor no votar.

Ahora que para todos los efectos prácticos, está en marcha el proceso electoral para la renovación de la gubernatura, congreso y las ridículas alcaldías de un año, pocos son los que se avientan a emitir predicciones sobre lo que va a pasar. De por sí que las casas encuestadoras han quedado en el más horroroso ridículo al equivocarse, por mucho, en los resultados de las elecciones en otros estados y el país, sí, pero de Coahuila mejor no quieren ni saber, pues no hay modelo matemático ni procedimiento estadístico que pueda describir medianamente la idiosincrasia del coahuileño elector.

Tiene razón Rubén Moreira cuando dice que no es manda, eso de que el PRI perderá la gubernatura de Coahuila como perdió siete de las doce en la pasada elección del 5 de junio, pero… la tendencia del descontento popular con el gobierno federal que en Enrique Peña Nieto ha encontrado solo decepciones, el descontento con el desempeño de las administraciones estatal y locales, perfilaría que Coahuila también podría inclinarse por algún partido de oposición… si estos postularan candidatos más o menos apreciados por la población.

Efectivamente, no es manda que Coahuila se pinte de color diferente del PRI, pero tampoco hay garantía de lo que pueda hacer la gente, a favor de unos o en contra de otros, por lo pronto, a los partidos no les queda más que ponerse a inventar promesas que a oídos electores suenen razonablemente creíbles y cumplibles.

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