PRODEMI ASÍ NOMÁS

Baile y Cochino.-

Escribe: Horacio Cárdenas Z.-

 

Fue Vicente Fox Quesada el que importó a México la nueva acepción de la palabra transparencia, incorporándola al lugar común “transparencia y rendición de cuentas”. Para no variar, el presidente más bocón que haya padecido este país de caricatura, era el único que no sabía que ese asunto de que los gobiernos tengan que informar al pueblo y a los particulares lo que estos pidan, está plasmado en el artículo octavo de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, donde si no nos acordamos mal y no nos la han cambiado en alguna de tantas reformas, tiene categoría no de derecho humano, que eso también es novedad salinista, sino de garantía individual irrenunciable para cualquier ciudadano mexicano.
Pero ni modo, así es como se las gastan los gobernantes a la mexicana, se creen los mesiánicos inventores de lo que siempre ha estado allí, y a como es el sistema, nadie se atreve a contradecirlos, después de todo, ellos son quienes tienen el sartén por el mango, y lo que salpique es más que bueno, pocos son tan tontos para llevarle la contra al poderoso y quedarse solo con la verdad, que esa rara vez da de comer.
Aunque Fox tampoco es tan tonto como pueda parecer, en la política de transparencia y rendición de cuentas de su gobierno y los que lo han sucedido, dejó perfectamente claro que había excluyentes, ¿Cuáles?, ah pues cualquier cosa que la más mísera oficina de gobierno considerara que puede ser perjudicial para la estabilidad, para la seguridad, para el desempeño mismo del gobierno, ¿resultado?, ah pues muy simple, que usted como ciudadano puede enterarse de lo que realmente carece de cualquier importancia, y de lo que de verdad es relevante, de eso seguirá a obscuras, lo que averigüe será por su cuenta y riesgo, teniendo siempre la duda de qué tan cerca o qué tan lejos está de la información que el gobierno se guarda… suponiendo que religiosamente registre y conserve todo, porque hay cosas, muchas cosas que no se ponen por escrito, que no se graban y no se filman.
Lo cierto es que todo el aparato ese de la transparencia y la rendición de cuentas es una monstruosidad que sale carísima, sobre todo por lo ya dicho, que lo que es significativo para el ciudadano individual y para que sea difundido entre el conjunto de la población, eso se restringe. Ahora sí que Fox o no Fox, Salinas o no Salinas, el sistema político a la mexicana se sigue rigiendo por aquella mínima atribuida a Jesús Reyes Heroles, de que el sistema cambia para que todo siga igual. Si para que todo permanezca como está hay que soltar algunas carretadas de billetes y darle atole con el dedo a la mexicaniza, pues que así sea.
Y si a esas vamos, estábamos mejor cuando estábamos peor. Antes y a pesar de que la Constitución decía con todas sus letras que al ciudadano había que responderle lo que pidiera y hasta tiempos daba para tiempos para hacerlo, con que Don Funcionario ignorara la petición, con eso bastaba para mantener no la opacidad, terminajo también con nueva acepción, sino la completa obscuridad en que operaba el gobierno. El ciudadano podía meter uno, diez, cincuenta oficios, mismos que eran olímpicamente ignorados por la dependencia requerida.
Ya en un dechado de burla, y para demostrar que para algo sirven, los secretarios particulares respondían por vía del octavo achichincle que se estaba recabando la información para entregarla, cosa que rara vez ocurría, pero muy contento estaba el señor o la señora con su carta en papel membretado y jerga burocrática.
Ya en tiempos tecnocráticos, los gobernantes decidieron que podían hacer, literalmente, lo que les viniera en gana, que al fin de cuentas nada iba a pasar.
El único requisito era que ocurriera en su sexenio, y punto. Recordamos que Ernesto Zedillo se brincó cuanta tranca constitucional había para otorgar contratos a la iniciativa privada que en todo contravenían lo dispuesto por el artículo 27 y en mucho comprometían la soberanía del estado, ¿pasó algo?, pues claro que no.
Acá en Coahuila quien dio cátedra de que solo sus chicharrones tronaban, fue Rogelio Montemayor, quien para jugarle el dedo en la boca a todo el mundo, creo fideicomisos que como dice el cuento, nadie sabe, nadie supo que pasó con los asuntos que tenían encargados, uno de los más sospechosos fue aquel de FIDAGUA, y el otro el del Centro Metropolitano, en ambos hubo un manoteo tremendo con el dinero público, pero como eran figuras financieras, medio particulares, lograron culebrear entre la supervisión oficial, la hacendaria, la bancaria, como si nada.
Ambos fueron extinguidos luego de pocos años, supuestamente luego de concluida la misión para la que fueron creados, por más que a ojo del ciudadano común fueran demasiados los puntos que quedaron poco claros, y no como preguntar, ni a quien, entre el secreto bancario y la desfachatez… aquí no pasó nada, o eso nos quisieron hacer creer.
Pero la que se sacó el premio mayor de truculencia fue la PRODEMI, Promotora de Desarrollo Minero, creada en el sexenio de Enrique Martínez con el muy loable propósito de ordenar el mercado del carbón mineral, y que desde el principio se hizo de la mala fama de funcionar de caja chica del PRI y del gobierno, de desvío de fondos, y para decirlo en una sola palabra, de coyotaje, siendo utilizado entre política y económicamente para premiar a los carboneros afines al régimen y para borrar del mapa a los que no lo eran.
Economista como era Martínez, ¿qué ventaja pudo verle a la institucionalización del intermediarismo en el comercio del carbón, sobre todo teniendo en cuenta que había no más de cien productores y un solo cliente?, la respuesta es poco elegante, el moche.
Durante más de doce años PRODEMI movió una cantidad impresionante de dinero, de cómo se registraba e ingresaba ese dinero a las arcas estatales, es uno de los puntos más obscuros de tres administraciones estatales.
Ahora que el gobierno de Rubén Moreira decide matar la gallina de los huevos negros, ¿es porque qué?, ¿Por qué ya “cumplió su ciclo”?, ¿para que no caiga la información en manos de un gobierno que no sea priísta si se cumplen los pronósticos políticos?, ¿Por qué la Comisión Federal de Electricidad decidió ya no tratar con intermediarios luego de haberlo hecho siempre?, son tantas las preguntas cuya respuesta probablemente nunca lleguemos a saber, por lo pronto está latente la amenaza es de que de una danza de los miles de millones, no quede más que el polvo de carbón.

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