Andrés Manuel y Pancho Villa

BAILE Y COCHINO.-

Por: Horacio Cárdenas.-

Lo comentaban varios analistas en sus primeras apreciaciones luego de conocerse los resultados de la elección del domingo primero de julio, Andrés Manuel López Obrador, el hombre antisistema por excelencia, había perseverado en su intención de llegar a la presidencia de la República, utilizando y apegándose a las normas del sistema político mexicano.

Pese a su exabrupto de hace doce años, en el que, al acusar a Felipe Calderón de robarle el triunfo en la elección, mandó “al diablo a las instituciones”, no obstante decidió seguir jugando dentro de las normas democráticas y republicanas de México, en vez de lo que muchos temieron en ese instante, buscar el rompimiento y la toma del poder por la fuerza.

Muchos fueron los que criticaron entonces la toma del Paseo de la Reforma en el todavía Distrito Federal, que como siempre, dicen que provocó pérdidas por muchos millones de pesos a comercios, hoteles y quienes tenían que buscar otras rutas para transitar, pero al final le salió barato al país que Andrés Manuel se proclamara presidente legítimo y se dedicara a recorrer pacíficamente el territorio nacional, en vez de violentar las instituciones y sus procedimientos.

El hombre antisistema, comentan los expertos, es ahora el sistema mismo, y sea que juegue con las mismas reglas escritas y no escritas heredadas, o que imponga las propias aprovechando el respaldo que tendrá desde el Congreso de la Unión con diputados y senadores que le deben su triunfo, su curul y sus emolumentos, a haberse trepado en la ola Lopezobradorista, a partir de la toma de posesión, o preferiblemente desde ahora estará normando al país… comenzando con sus propios correligionarios, que como oposición fueron muy latosos, pero que gobernando tendrán que caminar derechito, que eso y no otra cosa, es lo que espera el pueblo mexicano que se volcó en las urnas a favor de su “proyecto de nación” que incluya como piedra angular la lucha contra la corrupción.

Nos encontramos un artículo de Alejandro Rosas sobre algunos pasajes de la Revolución Mexicana, que como siempre se repite el lugar común de que ignorar la historia nos condena a repetirla, vienen como cepo al cuello de gobernador veracruzano:

“Era curioso ver la extraña composición social del alto mando de la División del Norte; una combinación de hombres de clase media, preparados, con cierta formación intelectual y con principios políticos firmes y convicciones hechas, como eran los generales Felipe Ángeles, Eugenio Aguirre Benavides o Raúl Madero, compartiendo el mismo espacio, la mesa de Villa, con hombres atrabiliarios, incultos y despiadados como Tomás Urbina y Rodolfo Fierro”. Efectivamente, revisando a los personajes que a lo largo de los años se han asociado ideológica, política u operativamente a la campaña de Andrés Manuel López Obrador, nos encontramos con que hay de todo, desde  brillantes intelectuales y personas de una moral intachable, hasta otros a los que los calificativos que Rosas dirige a los generales Urbina y Fierro les vienen cortos.

Y es que a la hora de andar en campaña, toda la gente que se pueda sumar, sea para trabajar, para no estorbar, para quitárselos a los contrarios, para atraer votos o en última instancia solo para votar, es útil. Ah, pero a la hora de gobernar, hay personas que simple y llanamente no pueden ser incluidas, pues su sola presencia, daña la imagen del “proyecto de nación”, y hace sospechar que también perjudican sus posibilidades reales de convertirse en realidad.

Citemos otro pasaje de Rosas, que nos da idea de lo violento que puede ser la política… no entre contrarios, sino entre los integrantes de una misma facción: “Durante los aciagos días de la ocupación de la ciudad de México por las fuerzas convencionistas de Villa y Zapata, en diciembre de 1914, Fierro se despachó no pocos cristianos, entre ellos a David Berlanga, miembro de la Convención Revolucionaria, quien una noche en que se encontraba cenando en el restaurante Sylvain, se percató que un grupo de oficiales villistas se resistían a pagar la cuenta. Berlanga los increpó y pagó la cuenta. Minutos después se presentó Fierro con una escolta, condujo a Berlanga al Cuartel de San Cosme y de ahí fue llevado al cementerio de Dolores, en donde fue asesinado”.

Esto viene a cuento por un video que circuló con enorme profusión en las benditas redes sociales, en el que Alejandra León, candidata triunfante de MORENA al senado por el Estado de Baja California, festeja su triunfo de la manera más deleznable que pueda uno recordar, llamando cucarachas fumigadas y otras lindezas a sus contrarios perdedores, a los que apegándose a las reglas de urbanidad política, mexicanidad y hasta elegancia de la que además acababan de dar muestra José Antonio Meade, Ricardo Anaya y hasta el presidente Enrique Peña Nieto.

El revolucionario Fierro y Lady Champagne.

Si viviéramos en la época de Francisco Villa, a esta compañera de partido, bautizada como “Lady Champagne” por los feisbuqueros, tuiteros e internautas en general, la hubieran pasado por las armas por contravenir la ley, seca, ya no digamos por echar a perder la tersura en el trato en un momento crucial de la historia del país.

Dentro o fuera de las leyes no escritas del sistema, Andrés Manuel declaró desde el 25 de mayo que «Sea quien sea, va a ser juzgado, aunque se trate de mis amigos más cercanos, mis compañeros con los que he luchado durante muchos años, aunque se trate de mi familia, la Patria es primero«,  violar la ley seca… no con cheve sino con champagne, o con lo que sea, es corrupción, o solía serlo todavía hasta el primero de julio por la tarde. Y aquí otro pasaje imperdible de Rosas, fresco como si hubiera ocurrido hoy: “Fierro no tuvo empacho alguno en darle muerte a su viejo amigo y compañero de armas, Tomás Urbina, compadre del Centauro, por instrucciones del mismo Villa”, y es que Francisco Villa sospechaba cualquiera de dos cosas de él, una que se había acostado con su mujer, bueno, con una de las que él decía que eran sus mujeres, y dos, por pretender traicionarlo, que puede que tuviera que ver con la primera razón o no.

El caso es este: desde el día del festejo y desde antes, hay corrupción asociada al grupo cercano y no tan cercano del virtual presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha hecho bandera de la lucha y castigo precisamente contra la corrupción. México, el México bronco, el del tigre que duerme y despierta, es el mismo país de Pancho Villa, Tomás Urbina y el carnicero Rodolfo Fierro, a cuya reencarnación debe andar buscando ya el nuevo presidente para encargarle la contraloría, la PGR, o las ejecuciones en caliente de quien se salga del huacal.

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