Suburban pa’l yonke

BAILE Y COCHINO.-

Por: Horacio Cárdenas Zardoni.-

Allí donde la ve, la camioneta más famosa de Saltillo no es aquella tartana de la familia Rábago que ha ganado primeros premios aquí y allá en  los concursos de la comunidad de carros antiguos, tampoco es aquella Mercedes Benz super blindada que usan los Ancira cuando salen de su poderoso imperio para visitar a los mortales gobernantes en la capital del estado, ni siquiera las ultra arregladas que gastan los vaqueros del asfalto en esta ciudad camionetera, no, la camioneta más afamada de Saltillo es una Chevrolet Suburban color azul marino, que tiene asignada la subdelegación de la anterior Procuraduría General de la República, y hoy fiscalía de lo mismo.

Va de anécdota, el vehículo no tendría nada de particular, sí de nueva era una camioneta impresionante “top of the line”, como debe ser, más bien como solía ser en otros sexenios, que a las delegaciones federales e incluso a las subdelegaciones, les tocaban transportes de super lujo, usted sabe, para hacer el trabajo, y también como debe ser, o era, no era de esas camionetas normalistas que puede comprar cualquiera que tenga un millón de pesos en la bolsa, no, esta es blindada, nivel “x”, para proteger la integridad física, ya que no moral, de funcionarios que en el organigrama están catalogados como que tienen una chamba de alta peligrosidad.

Siempre estaba y sigue estando la Suburban azul estacionada, estorbando, en los espacios frente al edificio de la subdelegación de la PGR, FGR, usted la ubica, contraesquina de la John Deere sobre boulevard Coss, y enfrente de los famosísimos y nunca suficientemente bien ponderados “tacos de la procu”, y decimos que estorbando porque el vehículo es tan largo y el espacio de estacionamiento tan corto, que no deja pasar a los peatones, y hasta algún conductor que va a dar vuelta, se las ve complicadas, claro, ni quien diga pío, pues ¿Quién es el guapo que se va a poner a criticar como se estaciona Don Subdelegado?, ah, pero además el vehículo de referencia prácticamente no se mueve, de día y de noche, a menos que nos salgan con que el titular de la subdelegación tiene tanta chamba, que sí es cierto, que nunca sale de la oficina.

Pero lo de la anécdota, la Suburban azul marino se hizo famosa porque un buen día, personal de la “Secretaría de Marina, Armada de México”, como dicen que se llama, infantes de marina pues, en un operativo de esos que solían hacer el sexenio pasado, se dieron a corretear por las estrechas calles de Saltillo un vehículo que se les hizo sospechoso. ¿Y cómo no, si con el ojo clínico que tienen para esas cosas, luego luego se dieron cuenta de que se trataba de una camioneta blindada, que el conductor iba manejando con poco respeto por los señalamientos de tránsito y los límites de velocidad, y que ni él ni sus acompañantes tenían pinta de riquillos como para andar en un vehículo que costaría el sueldo de todos ellos durante los próximos diez o doce años.

A la hora que les marcaron el alto, hicieron lo que toda agente pescada en falta hace: se dieron a la fuga, y allí van los marinos hechos la cochinilla atrás de ellos, hasta que les dieron alcance, y afortunadamente para todos, los sometieron “sin disparar un solo tiro”.

Lo jocoso de la nota, para quienes lo recuerden, es que no era una “célula del crimen organizado”, tampoco eran unos delincuentes primerizos a quienes se les hizo fácil y además corrieron con suerte, de robarse una camioneta que a todas luces es el vehículo oficial de un funcionario de alto nivel del sector justicia, no, para nada: eran los mecánicos del taller, adonde el subdelegado había mandado afinar su Suburban, y como se hizo tarde y cayó en sábado, decidieron aprovechar las llaves para irse de rol, beberse unas cervezas… unos six de cervezas… unos cartones de cervezas, y ya trepados en los vapores etílicos, sentirse agentes judiciales, federales, ministeriales, Superman y la liga de la justicia, momento preciso en que se les atravesaron los marinos, nunca en los anales del alcoholismo, una borrachera se había bajado tan rápido.

Al final no pasó nada, no hubo robo, no hubo delincuencia organizada, si acaso un abuso de confianza y uso indebido de propiedad federal, pero con el puro susto ya quedó pagado, y por allí dicen que uno de los mecánicos se volvió abstemio y otro diabético, los demás a lo mejor necesitan otra lección, ya les llegará.

Bueno, pues esa Suburban, de lujo, blindada, con tantas aventuras, tiene días allí yonkeada en pleno boulevard Coss, ya para que se le estén ponchando las llantas y nadie sea para ordenar que las inflen o para que las arreglen, imagínese como está la desidia. Ya le falta poquito para estar como los vehículos del Servicio Postal Mexicano, esos que están yonkeados en la bodega que tienen en la calle Canadá en Virreyes, de veras una lástima.

Porque ¿Cuánto cuesta más o menos esa Suburban, teniendo en cuenta que no es “virgen”, ni nueva?, pues entre el costo original y el blindaje, menos la depreciación, a lo mejor todavía sale en un millón de pesos. Oiga, si la presidencia de la República dicen que se las vio negras para vender el parque vehicular que dejó Enrique Peña Nieto, obteniendo apenas sesenta millones de los cien que estimaban lograr, pues a lo mejor si ponen a la venta la famosa Suburban azul, algo se aporta a las arcas nacionales, tan necesitadas como están de dinero fresco.

Dirán que le cargamos la mano, pero por algo es el superdelegado: Reyes, allí está la Suburban azul de la subdelegación. Si el mero preciso no viaja en vehículo blindado, ni los secretarios ni los superdelegados ¿para qué dejársela a un subdelegado que a lo mejor ya ni escritorio tiene, y que no es para poner a alguno de sus mantecas a lavarla y a llevarla a la vulka?, de una vez, al yonke o a la siguiente subasta, antes que acabe de convertirse en millonaria chatarra.

 

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