De San Fernando a Allende

«¿Qué es lo que está pasando en este principio de sexenio de la República Amorosa?, pues nada más que hay gente entre las bandas del crimen organizado que prefieren los balazos a los abrazos…»

BAILE Y COCHINO.-

Por: Horacio Cárdenas Zardoni.-

Del total de los cientos de hechos de horror que marcaron la época negra del noreste de México hace una década, se podrían seleccionar dos, dos que por su carácter sanguinario, por sus implicaciones políticas, económicas y sociales, resumen una fase de la historia reciente de nuestro país y nuestra región, y que según unos ya terminó, según otros continúa soterradamente, y algunos más pesimistas consideran que es solo preludio de lo que está por venir.

El primer hecho es la masacre de 72 migrantes ocurrida en una bodega en el Huizachal, municipio de San Fernando, en Tamaulipas, un asesinato a sangre fría de hombres, en su mayoría migrantes centroamericanos, a manos de un grupo de sicarios perteneciente a uno de los cárteles de la droga que asolaban y siguen asolando aquella entidad, que muchos consideran la imagen viva del Estado fallido, más allá de cualquier redención por parte de las autoridades locales y federales, dejado de la mano de dios y a sus propios medios para sobrevivir, o huir despavoridos antes que la violencia los alcance.

La masacre de San Fernando ocurrió el 22 de agosto del año 2010, y vino a descubrir a los ojos de la opinión pública nacional e internacional una situación insólita, de la que muy pocos estaban enterados y que fue un descubrimiento aterrador, ¿Cuántos meses tenían los Zetas de estar secuestrando gente, bajándolos de los camiones de pasajeros, antes de permitirles continuar su viaje a la frontera?, imposible de decir, algún reportero acucioso se las ingenió para que le permitieran ingresar a una bodega en la central camioneta de Reynosa, donde se guardaban cientos, quizá miles de maletas y mochilas  de personas que las habían documentado en su lugar de origen, pero que no llegaron a su destino, y no llegaron porque a los autobuses los interceptaban los delincuentes, bajaban a los que mejor o peor les caían, y no se volvía a saber nada de ellos. Cuando el reportero le preguntó a varios choferes por qué no habían interpuesto denuncia de hechos, solo contestaron que ellos hacen esa ruta varias veces por semana, y que no querían problemas con los narcotraficantes, que con ellos no se metían, curiosamente las empresas transportistas tampoco denunciaban nada, con que los dejaran seguir con su negocio, lo demás no les importaba.

El segundo hecho ocurrió en el municipio de Allende, Coahuila, sitio que durante muchos años fue un sitio de lo más agradable para vivir y visitar, un centro productivo de nuez de primer orden, un pueblo bonito, que por lo mismo llamó la atención de los delincuentes para convertirlo en uno de sus centros de operaciones. ¿Cuánto tiempo estuvo Allende bajo la férula del crimen organizado?, también es difícil de establecer, porque una cosa es que inviertan en terrenos, en construir casas y adquirir fincas, y otra que ejerzan una dominación completa. Cuando los criminales han sido inteligentes, no de ahora sino de siempre, se ocupan de guardar un perfil bajo, mimetizarse entre los ciudadanos y los empresarios, cuidándose mucho de utilizar la violencia más que en casos extremos, lo que lleva a un rompimiento de la imagen que habían cuidadosamente fabricado, que es precisamente lo que pasó en Allende.

Versiones las hay distintas, incluso es deporte entre autoridades, ciudadanos y organizaciones sociales, discutir sobre la verdadera cifra de muertos en Allende, en un hecho que tuvo lugar el día 18 de marzo del año 2011, siete meses después de lo ocurrido en San Fernando, que algunos podrán alegar que está demasiado distante del casi fronterizo municipio coahuilense, pero que en la geografía del narco forman parte de una misma área, a veces bajo control, a veces en disputa, pero por la que entonces y ahora se trasiegan toneladas y más toneladas de droga, además de gente, además de armamento, vehículos, contrabando, y como dice el lema que todo chivero trae tatuado en la frente: si cabe por el puente, se lo traemos… o se lo llevamos, con la corrección de los empresarios del narco ¿y quien necesita del puente para cruzar lo que sea y del tamaño que sea?

Según esto desde el 2015 está tras las rejas el autor intelectual de la matanza de San Fernando, José Guadalupe Reyes Rivera, de lo de Allende, los que han caído son puros peces chicos, ninguno gordo, e incluso se ha contado con la generosidad de las autoridades de Coahuila de sexenios pasados para ayudar diciendo que: 1) ni fueron tantos como se dijo, 68 cuando mucho y no 300, 2) algunos de los que no aparecen se fueron por su propio pie a otras ciudades y hasta al extranjero, 3) de los perpetradores, algunos ya estaban detenidos en los Estados Unidos y algunos habían fallecido, total, para el gobierno estatal y hasta para el federal, aquí no había ocurrido nada de importancia. Que Allende se convirtiera en un pueblo fantasma no le importó a nadie, que apenas comience a recuperarse de sus heridas, menos.

Por allá en abril del 2011, se descubrió lo que se dio en llamar la segunda masacre de San Fernando, la cual no queda claro cuando ocurrió en realidad, semanas o meses antes de aquel día 6 de abril, pero sí se sabe que se contabilizaron 193 cadáveres de personas ejecutadas y enterradas en fosas clandestinas, teniendo como escenario ni más ni menos que el mismo municipio tamaulipeco. Por aquellos mismos meses el penal de Piedras Negros estaba convertido en casa de seguridad de los Zetas, allí se parapetaban, allí guardaban su arsenal, allí quemaban los cadáveres de sus víctimas, todo en un marco de tolerancia, si no es que de complicidad del gobierno estatal, situación que vino a culminar el día 17 de septiembre de 2012, con la fuga de 132 reos, habiendo decidido el cártel que ¿Qué necesidad había de seguir simulando?, después de todo, el penal ya había agotado su vida útil para ellos.

Ahora que el lunes se cumplieron los primeros cien días de la Cuarta Transformación, el país se despertó no solo con la conferencia de prensa mañanera del presidente López Obrador, sino con la noticia de que 19 personas que viajaban en un autobús de la empresa Transpaís entre Tampico y Reynosa, fueron secuestrados, luego que el vehículo fuera interceptado al más puro estilo narco, por una ristra de trocas, cuyos tripulantes abordaron el camión, seleccionaron a los hombres que les gustaron, los treparon a las camionetas, y ordenaron al chofer seguir el viaje sin hacerla de tos. Esto luego de que la semana pasada hubo enfrentamientos entre narcotraficantes y soldados en la carretera Monterrey Nuevo Laredo, los mismos que se daban hace una década donde se tupían hasta con granadas y artillería pesada.

¿Qué es lo que está pasando en este principio de sexenio de la República Amorosa?, pues nada más que hay gente entre las bandas del crimen organizado que prefieren los balazos a los abrazos, prefieren las cosas a la antigüita que una relación más cordial y conveniente con las autoridades. Lo cierto es que rascándole un poquito, no ha cambiado nada, y en cualquier rato comenzarán a volar cabezas y aparecer colgados en los puentes, porque al norte bárbaro de México no hay quien lo civilice.

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