La eutanasia… la gota que rebasa el vaso de la austeridad republicana

Baile y Cochino.-

Escribe: Horacio Cárdenas Zardoni.-

All that Jazz, se llama una película norteamericana, a la que los brillantes traductores de títulos, bautizaron como El show debe continuar. La película es una recreación fílmica de la obra de teatro del mismo nombre, que relata aspectos biográficos de Bob Fosse, uno de los más exitosos directores de Broadway. El argumento es muy simple, toda su vida el personaje principal se la pasa coqueteando con la muerte, y es en algún momento en el que se describe claridosamente la relación entre ambos estados, el de la vida y la muerte: la vida es una cuerda floja, todo lo demás… es esperar.
Y bueno, hay muchas maneras de esperar la muerte, hay desde los sicarios que desde los doce años se enganchan con alguna banda de narcotraficantes de barriada, decididos a vivir como reyes, aunque eso les cueste morir a la vuelta de un par de meses, o hasta de unos pocos días, por lo menos por ese corto lapso dejaron de ser los seres despreciados por todos. Hay quienes por el contrario, se cuidan de todo y de todos, como en aquella canción de Joaquín Sabina, si lo que quieres es vivir cien años, no hagas lo que hago yo. Entre ambos extremos hay toda la gama de posibilidades, desde aquellos que no se apersonan a ver al médico a menos que de veras les duela algo, y que ya tranquilos con el diagnóstico ni se toman las medicinas, hasta quienes no se exponen a nada, con tal de estirar su existencia lo más posible, aún a costa de privarse de cualquier cosa que haga la vida digna de vivirse.
Lo que sí, y aunque haya toda clase de parafilias de lo más exóticas, dudamos que sean muchos los que a la hora que se acerca la muerte, no prefieran enfrentarla de la manera más digna y menos dolorosa posible. De All That Jazz otra frase verdaderamente imprescindible, ¿envejecer con dignidad?, que es la aspiración de todo el mundo, “con no babear” date por suficientemente digno, dice el alter ego del cuasi suicida, y nos imaginamos que por cierto prurito puritano no dijeron nada de la necesidad de usar pañal, que eso también, y si no, dele una releída a La Fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, el tirano prefería matar y morir que la incontinencia.
Pero dejándonos de referencias cinematográficas y literarias, todos tenemos que pasar por el trance de la muerte, hasta hace muy pocas décadas en el mundo civilizado y apenas unas horas en nuestro México, se ha legislado sobre el tema de la muerte digna y los cuidados paliativos, aunque todavía se alce por allí la vocecita perdida de Miguel Mancera para decir que no, no se trata de eutanasia, pero eso es solo para tratar de lavarse su alma de cualquier culpa, con la que suele tener bastantes problemas.
El tema de la muerte asistida, la muerte digna, la eutanasia, no es nuevo en México, ni mucho menos, lo que pasa es que por primera vez se habla del asunto sin hipocresías cristianisantes, que lo suyo tienen de cruel desde que esto se puso de moda: si sufre es porque dios así lo quiere, nada vamos a hacerlo para impedirlo. Pero es que no se va a curar, decían los desesperados parientes y amigos, no importa, respondía la ley influida por el clero, se morirá cuando se tenga que morir, y hay del que quiera aliviarle el sufrimiento, porque se le procesa por asesinato, lo mínimo, y de allí hasta donde tope, porque le está quitando el negocio redondo a los traficantes de la preservación artificial de la vida, que ojo, no es lo mismo que decir que trafican con la salud, pues la inmensa mayoría de los tratamientos ni devuelven a la persona a su estado original, ni tampoco le quitan de dolores, pero sí lo dejan a él y a su familia, mucho más ligeros de dinero de lo que estaban al declararse la enfermedad.
Que sí, sobre todo en el sector salud oficial, nos tocó enterarnos de casos en los que el médico, si bien no recetaba nada que produjera la muerte, sí recomendaba, o se quedaba callado respecto de procedimientos que a lo sumo prolongarían la existencia unas pocas semanas, sin que el paciente a veces pudieran abandonar la cama de hospital, o en casos extremos recuperar la conciencia. Ya descansó, suele decir el pueblo, este sí bueno y sabio, respecto de alguien que padeció una enfermedad larga y dolorosa, pues bien, de eso se trata al hablar de la muerte digna, la cual debe cumplir con el requisito insalvable de responder negativamente a la pregunta ¿se va a recuperar?, pues en ese mismo instante pasar de los demás tratamientos, a los estrictamente paliativos.
Pero esto que consideramos un gran avance, también tiene un grave asegún: no vaya a ser adoptado por las instituciones oficiales de salud para darle fundamento a su enloquecida política de la austeridad republicana ¿para qué gastar en un paciente, si de todos modos se va a morir? De por sí que durante los últimos tiempos, ya varios años, la constante es la ausencia de medicamentos, de materiales de curación, de herramental quirúrgico y otros instrumentos, algunos de los cuales hubo, y por esas cosas de la corrupción, se dejaron de surtir o al descomponerse, se dejaron de reparar o reponer.
Un paciente terminal suele representar un alto costo económico para las instituciones del sector salud, incluso aquellos que llegan a atenderse a urgencias por un dolor en el pecho o el abdomen, no es nada raro que lo despachen con un diagnóstico de empacho, cuando lo que trae es un infarto, una septicemia, una apendicitis, si las denuncias por negligencia médica no son gratuitas, o es ignorancia, o es desidia, o no queremos pensar, que hasta sea política del hospital o la institución. No es lo mismo internar a un paciente cardiaco, hablando de costos, que mandarlo a su casa con unas pastillas antiácido, si se muere por allá, el IMSS o el ISSSTE se ahorran un dineral, ya si cae la denuncia por negligencia, pues ya veremos como la toreamos.
Qué bueno que se legisle sobre el buen morir, ojalá también se atendiera el asunto de los que no ayudan a los que todavía no están en esa situación, a bien vivir. Lo primero es una aceptación, obligada, humilde, de que no sabemos todavía todo lo que hay que saber sobre el funcionamiento del cuerpo humano. Ah pero lo segundo tiene que ver con la corrupción, con la falta de profesionalismo del personal en las instituciones del sector salud, y en la poca vocación de estas para hacerse cargo de su función. Por lo pronto siga usted con su régimen de cuidados o descuidados, lo que importa es que al menos la muerte será menos sufrida de lo que ha sido hasta aquí.

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