¿El inicio del fin?

Por el amor de una mujer

He dado todo cuanto fui

Lo más hermoso de mi vida

Herejía Política.-

Escribe: Luis Enríquez.-

Es casi improbable premonizar la catástrofe.

Las tragedias llegan como un trancazo seco y en corto directo a la quijada, asestan en el descuido y el sobresalto, lugares donde la única reacción posible es la caída. Ni tiempo hay para pensar qué fue lo que pasó, de dónde provino, qué o quiénes incitaron tal impacto.

Simplemente se piensa, cuando ya pasó.

Así sintió el pueblo con la llegada de la cínica figura de Morena, arribando a ocupar la silla en la que detrás se encuentra la imagen del hombre que nos dio revolución. Desde el cuadro, Francisco I. Madero mira de reojo las atrocidades que Ramiro Pérez está consumando como alcalde de Parras.

Policías improvisados y abusivos, cero inversión pública, calles destrozadas, noches oscuras, basura por todas partes, ataques contra periodistas, ancianos abandonados, ladronaje en toda su dimensión, raterías descaradas, cinismo total, impactaron directo a la quijada de los parrenses que, de 9 meses a la fecha, observaron silenciosos y apáticos como la ciudad se ha convertido en un pueblo sin ley, sin esperanza, sin agua, pero sobre todo sin dinero.

Los habitantes de Parras vieron con triste asombro cómo el cambio que escogieron se burló de ellos, los despreció y los tiró a la basura, por el amor de una mujer. El alcalde de la cuarta transformación entregó a manos llenas el bienestar de la gente a una fémina que repartió entre hijos y hermanos el dinero de la gente. Los impuestos arrancados con sangre, que fueron directo a los bolsillos de esa familia, no cayeron en un sólo bache de los que adornan todas y cada una de las calles del “primer” cuadro, del segundo y del tercero.

En su primer Feria de la Uva de la administración de Pérez, inició el saqueo con un montón de desvíos para enriquecer más y más a su pareja, destrozando aquella tradición de tantos años, que por primera vez en su historia, siendo Feria del vino, faltó la cerveza.

El alcalde que nunca existe más que cuando hay fiesta quiso hacer valer su “poder” y su soberbia por sobre cualquier conflicto que pudiera generarle molestias. La situación empeoró drásticamente cuando creó pleito con los regidores. La definición de la palabra “cabildear” no existe en el diccionario de Pérez. Sólo Dios sabe qué les ha hecho o dicho, amenazado o engañado, para que 10 personas de distintos partidos ya no crean ni en una sola palabra que salga de su boca.

Negociar no es una opción, el dinero ahora en vez de sobrarle le falta, y al parecer a la novia no le llenaron la codicia ancestral los 26 millones que le ha logrado arrancar al pueblo en 9 meses.

Pero, tal como afirma la segunda Ley de Newton, a toda acción corresponde una reacción, en igual magnitud, pero en sentido contrario. Ciudadanos, medios de comunicación, regidores, partidos políticos, empresarios, abogados y uno que otro ex alcalde empiezan a reaccionar, a levantar la cara, y a reponerse del impacto.

Salen a relucir las fallas, ladronerías y bajezas que el alcalde ha hecho, recalco, por el amor de una mujer. Y se empiezan a concertar los conflictos cada vez más seguido en el ayuntamiento; los abucheos suben de tono, y los inconformes cada vez son más, con una rabia más dura, una voz más áspera y un tono más violento. Ahora, Pérez presume de “intereses ocultos” que lo afectan, pero es sólo el fruto de su traición, sólo que en igual magnitud… y en sentido contrario.

Su pareja y familiares (de ella) ya destituidos, son el inicio de su catástrofe. Ramiro tiene la opción de acatar las decisiones del Cabildo, e intentar retomar el control, o seguirse escudando en los insultos, el cinismo y la soberbia. Aunque, la verdad, ya no se le ve rumbo.

La reunión con los transportistas lo descobijó como lo que es: un mentiroso.

Un grupo de trabajadores parrenses acudieron a él para que los apoyara, pues un montón de saltillenses abusivos se estaban quedando con el trabajo y el dinero que era suyo por derecho.

Pérez actuó siempre con su tonito falso, negativo y ruin. Intentó confundirlos, sin imaginar que ahí mismo el abogado de los contratistas lo pondría en su lugar. Más que humillarlo le arrancó la piel de cordero frente a los parrenses, frente a las cámaras de Televisión para dejar ver su verdadera, perversa personalidad.

Como toda persona que se ve descubierta, lo único que le quedó a Pérez fue el insulto hacia quienes defienden sus derechos y le exigen que cumpla con sus obligaciones.

Tres veces repitió en aquella reunión “Yo soy el alcalde”. Porque parece ser que, en este punto, tiene que recordárselo a todo mundo, pues no tiene ya las riendas de nada.

Al terminar, el cínico alcaldete prometió a los materialistas abogar por ellos y defender sus derechos, pero en cambio, los entregó a fuerzas policiales para que los despacharan del ejido Las Gordas, donde lo único que hacían era exigir trabajo, para poder comer. Y todo porque Pérez, que se dice abogado, no conoce los reglamentos y ordenamientos de las leyes municipales.

Con esto el desacuerdo crece, y cada vez más se le pierde el respeto al alcalde de este pueblo. Pérdida que él mismo ha suscitado.

La información empieza a repercutir más lejos, llegando de manera más repetida a las sesiones del Congreso del Estado, donde la frase de juicio político comienza a resonar en sus paredes, se susurra entre oídos y labios, con tonos graves y serios.

El inicio del fin se acerca, el cómo resulte, eso sí ya no se sabe, sólo se puede premonizar que nada bueno se espera cuando le arrebatas todo a un pueblo, para entregárselo a una mujer.

 

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