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Dos mujeres mandan y gobiernan en Coahuila

*** Carolina Viggiano y Esther Monsivais, el poder tras el trono.-

*** Mantienen férreo control en todas las decisiones, es la “nueva forma de gobernar”.-

Esther Monsivais y Carolina Viggiano, con sus respectivos maridos.
Esther Monsivais y Carolina Viggiano, con sus respectivos maridos.

Pues ¿quién manda en Coahuila? Esa es una pregunta que nos pone a pensar sobre todo cuando sopesamos lo que sucede en la vida política, económica y social y lo que deja de ocurrir.

En este estado, de acuerdo a los spots publicitarios de comunicación social de Rubén Moreira, se dice que se aplica «una nueva forma de gobernar» y se llega a la conclusión de que sí, así es, está ocurriendo eso: «hay una nueva forma de gobernar».

Porque, solo es secreto a voces, dos mujeres controlan los caminos de la administración estatal: Carolina Viggiano Austria y María Esther Monsivais. Ellas y nadie más deciden que se hace o deja de hacerse en Coahuila.

Y a los hechos vamos. Es del conocimiento público el terror que le tiene el «señor gobernador» a estas dos damas que hacen y deshacen, tejen y destejen a su antojo y mantienen el férreo control de cuanto se decide en la entidad pero, sobre todo, de las finanzas públicas.

Pendejear a Rubén Moreira en actos públicos no es novedad. Es una costumbre que tiene doña Carolina porque, según se comenta, el burócrata de tercera metido a gobernador, es corto de entendederas, como dirían en rancho. Y es la única forma en la que entiende. Solo así evita confundir los discursos en los eventos públicos, hablar de más donde no debe, equivocar los comentarios o contar los chistes más malos de la historia, de los que sólo él se ríe.

Todas estas cosas molestan a más no poder a nuestro gobernador, quien tiene que agachar la cabeza y buscar a su mujer para pedirle disculpas por tanta pendejada que comete.

Sin dudarlo, está es la causa por la que «Don Burócrata», que hoy se ostenta como licenciado, agrede verbalmente a cuanto colaborador se le pone enfrente, sobre todo cuando llega con la bendición de su mujer al despacho de Palacio Rosa. Es una forma de desquitarse, nada nueva por cierto.

Y así, Moreira Valdez se tiene que plegar a las órdenes de Doña Carolina que pone y dispone. Una mujer que odia el olor a cigarro y alcohol, más aun ¡que odia hasta la risa chillona de su marido!

Ah, pero eso sí. En exigencias no hay límites, la primera dama resulta una verdadera carga económica para los coahuilenses que son los que pagan los platos rotos de la ambición desmedida de la pareja gubernamental.

No hay día que Doña Carolina no tenga en deseos ir a su tierra, Hidalgo, o viajar al Distrito Federal, o a cualquier otra parte de la república ¡o del mundo!, en el avión que pagaron los ciudadanos, con gasolina que pagan los ciudadanos, con pilotos y guaruras que pagan los ciudadanos. Y llega a hoteles a los que la gran mayoría de los cristianos no tendrán acceso nunca, porque una sola noche en ellos costaría el salario de un año de cualquier miserable humano.

Es tal el dispendio que, tan solo para su seguridad viaja con una docena de elementos policiacos adscritos a la Procuraduría de Justicia, con dos suburbans blindadas y super equipadas y con todo lo necesario para su vigilancia y traslados. El gasto personal de la Primera Dama de Coahuila es, en verdad, un insulto para los coahuilenses.

Y ¡ay! de Lito Ramos donde se le ocurra olvidarse de cubrir alguno de esos gastos, van dos o tres ocasiones que está a punto de salir de la Secretaría de Finanzas como tapón de sidra.

Así que la economía de Coahuila está supeditada a los intereses de Doña Carolina Viggiano, cuyo carácter, como lo comentan algunos de sus colaboradores, es más agrio que el jugo de un limón. El trato a la gente es déspota. Su agresividad no tiene límites. Baste con decir que si pendejea a su marido con mayor facilidad puede insultar y agredir verbalmente a quien le venga en gana

Pero si hablamos de la Primera Dama, también se puede hablar de la Segunda Dama, poderosa, agresiva, de armas tomar, exigente, dura y maquiavélica: María Esther Monsivais.

Ella mueve los hilos de la política y la economía. Y al lado de su marido, manipula las cifras de la economía estatal y condiciona las obras públicas a los constructores que deciden trabajar con el estado.

Su ambición, al igual que la de Viggiano de Austria no tiene límites. A través de su cónyuge –para no aparecer ella en primer plano– exige «cuotas» que van desde el 15 hasta el 40 por ciento del total de las obras que se realizan dejándole por ese concepto una verdadera lluvia de dinero.

Ejemplo tangible para los próximos meses: la Secretaría de Educación anunció que invertirá $500 millones de pesos en remodelación de escuelas, si a esa cantidad se le aplica el «módico» 40%, hablamos que a la cartera de Doña María Esther Monsivais irán a parar 200 millones de pesos, y esto es solo un ejemplo de lo que ocurre en Coahuila desde el tercer año del gobierno de Humberto Moreira, cuando le fue impuesta por Rubén específicamente para saquear al estado y repartir el botín de sus fechorías.

La Segunda Dama infunde terror por su trato agresivo y despóta. Tan solo hace unas semanas acudió a la Secretaría de Finanzas a ver por qué razón no le habían depositado, a una de las cuentas de su marido, una cantidad de dinero considerable. Hablamos de más de 240 millones de pesos que urgía le fueran entregados.

Ahí, en la Secretaría de Finanzas hubo regaño parejo, inclusive Ismael Ramos tuvo que disculparse con la Segunda Dama del Estado por el retraso. Y en un santiamén cumplió la orden y depositó el dinero que se le requería, a costa de dejar de pagar a proveedores que llevan meses, años, esperando recuperar una parte de lo que en mala hora tuvieron la ocurrencia de negociar con la administración de Rubén Moreira.

Así, en Coahuila dos mujeres mantienen en vilo al estado. Mandan, deciden, organizan, deshacen, destrozan.

Todo Coahuila es de ellas, de nadie más.

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