BAILE Y COCHINO.-
Por Horacio Cárdenas.-
Ahora que nos encontramos no sumidos, no inmersos, sino atascados contra nuestra democrática voluntad en el proceso electoral en el que el ganador de la rifa será el siguiente gobernador constitucional del Estado de Coahuila de Zaragoza, llevando como premios secundarios, pero no por eso menos apetecibles dependiendo de las ambiciones de cada quien y cada cual, las 38 presidencias municipales con sus respectivos cabildos, aunque sean por un año, sin descontar la barra gourmet, de las 16 diputaciones al congreso local, a cual más nos están bombardeando con numerotes, números no precisamente arábigos y numeritos, que en vez de dar un poco de luz en esta tierra de ciegos políticos, obscurecen y confunden todavía más a un electorado abúlico, que lo que menos desea es que le compliquen la existencia con problemas de aritmética electoral.
Nomás de curiosos, se nos ocurrió hacer una búsqueda googleada sobre el tamaño del universo, ¿a poco no suena elegante, casi como si supiéramos de estadística?, saber básicamente el número preciso de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral para el proceso que está en marcha en este momento, pero oh sorpresa, la Internet que se supone está allí para ofrecernos el dato que deseamos a la velocidad de la luz o más rápido, nos dio puros datos pasados, casi casi históricos, eso sí, haciéndonos preguntar si no habremos perdido “el toque” para saber qué preguntar y como leer las respuestas.
Resulta que en la página del INE, pero todavía con el membrete del IFE, lo que nos remite al no tan viejo chiste de que la diferencia entre uno y otro es la misma que entre una tortilla quemada y una tostada… lo que nos cobran por ella, en la página aparecían los datos de la elección del 2006, con opción de conocer los del 2003 y del 2000, pero nada más para acá. Resulta que en aquella elección ya sepultada en el tiempo la lista nominal era para el estado de Coahuila de 1,707,904 ciudadanos, de los cuales se tomaron la molesta incomodidad de ir a sufragar, 929,944, equivalentes a una participación del 54.45%, mientras que 777,960 le dijeron NO a esos señores y señoras candidatos, pasando a incorporarse a las filas del Partido Nacional Abstencionista, que sumó 45.55%, ciudadanos que prefirieron hacer lo que se suele hacer los domingos, lavar el carro, ir a misa, ver el futbol, o simplemente no hacer nada, resistiéndose a la tentación de los restaurantes de dar un descuentillo a quien exhibiera el dedo tiznado.
La otra fuente que quisimos usar fue el Sistema de Consulta de la Estadística de las Elecciones Federales 2014-2015, http://www.ine.mx/archivos3/portal/historico/contenido/Historico_de_Resultados_Electorales/, del cual nos costó bastante trabajo encontrar la manera de bajar los datos de una página lenta como ella sola, allí nos encontramos con que de 1,992,036 integrantes del padrón para ese año, votaron 893,770, un 44.86%, lo que nos habla de una pérdida de diez puntos en el complicado indicador de las ganas de la gente para ir a votar, interpretado a vuelapluma como desconfianza hacia el sistema político en general y hacia el electoral en particular.
El punto no es aquí la eficiencia y la disponibilidad del INE para lanzar los datos del aparato electoral a los cuatro vientos, como siempre, lo harán de forma dosificada y a como ellos les vaya conviniendo, por más que sean o debieran ser de lo más transparentes, sino el contraste entre estos y los que han estado manejando los candidatos y los partidos, que como es costumbre, lo hacen más como propaganda que hace la función de anzuelo para ver a quien ganchan, que cualquier otra cosa. Lo malo es que distorsiona una realidad de por sí, como ya dijimos, confusa.
Veamos, así por encimita, según una encuesta de enero, la intención del voto favorecía al PRI con un 43% seguido por el PAN con un 29%, si usáramos ese dato respecto de los 893 mil votos de la elección del 2015, estaríamos hablando de algo menos de 402 mil votos… cifra realista respecto de quienes traían el dedo manchado hace dos años, pero preocupantemente distante de los pretendidos 503 mil votos de la elección interna del PRI, proceso lleno de sospechosismos, para usar la expresión de Santiago Creel, y todavía más de los 721 mil votos con los que Rubén Moreira se alzó con el triunfo electoral hace seis años.
Pero peor se la contamos, y con el riesgo que siempre existe en andar haciendo inferencias no deseadas a partir de los pocos datos existentes, en aquella memorable ocasión el triunfo del PRI fue incontestable, con un 68% de los votos, ¿a que les saben a los priístas 45% de la intención del voto en este 2017, nada más 23% puntos por debajo de aquel su gran momento?, ah pero si a lo que se recurre es a la encuesta de Reforma de febrero, esta pone al PRI y al PAN en un nebuloso empate técnico, con 38% para el primero y 36% para el segundo, nada más y nada menos que 30 puntos por debajo de la elección ganada hace una eternidad de 6 años.
Un dato más para confundir, supongamos que las firmas que presentó Javier Guerrero para obtener su registro como candidato independiente, se transforman en 200 mil votos efectivos, sobre los casi 900 mil votos de la última elección federal, esto equivaldría a más de un 20% de la votación, si lo comparamos con la danza de los números en la elección interna del PRI, de los 400 mil votos impresos sería la mitad… de los 500 mil que se emitieron sería un 40%, el dato que guste usted creer, ahora, hay la posibilidad de que todas esas firmas y votos para Javier sean de gente reclutada entre los abúlicos y abstencionistas, o que al menos un porcentaje, pequeño o grande si vengan del PRI, con lo que el tamaño del boquete habría que deducirlo de los sufragios esperados para el partido gobernante. Incluimos esta variable solo para complicar un poco más los cálculos ¿o las cábalas?
La que viene no se anticipa como una elección especialmente copiosa, no porque la gente se vuelque para emitir un voto de castigo, que se desborden entusiasmo por la propuesta de alguno de los independientes, o que tanto manoteo en el IFE, ahora INE le haya devuelto nada de confianza en el sistema y sus procesos. Si se llega al millón de sufragios sería un verdadero milagro, y allí es donde comenzará la rebatiña de cuantos para cada quien, por lo pronto, las cuentas alegres que oiga, no se las crea a nadie, a cómo vamos no están moviendo a votar ni a los de su casa.
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