BAILE Y COCHINO.-
Por: Horacio Cárdenas.-
¿A que tanto brinco estando el suelo tan parejo?, es la pregunta de los 38 mil millones de pesos de la megadeuda que tiene el gobierno del estado de Coahuila, y no que queramos machacar de nueva cuenta sobre este asunto que nos pesa hoy y les pesará a los coahuilenses por generaciones por venir, sino para ejemplificar el tamaño del premio que debería dársele a quien pudiera darle una explicación razonable a las vueltas que le ha dado el gobierno al tema del calendario electoral, antes de, como los perros, echarse a la última.
Ya no queremos ni acordarnos, pero creo que fue Enrique Martínez y Martínez quien tuvo la brillante idea de que las alcaldías en el estado de Coahuila no deberían durar solamente tres años como en todo el universo conocido, sino cuatro. Pretensioso como todos los reyezuelos, él que fuera alguna vez presidente municipal de Saltillo, tuvo la idea de que no, treinta y seis meses no eran suficientes para que un gobernante le entregara a su comunidad todo lo que estaba en posibilidad de dar, sobre todo siendo joven como él había sido en aquel instante.
En fin, cosas sectarias, eso de pensar que un alcalde debería disfrutar de las mieles del poder como si de un gobernador, virrey o sátrapa se tratara, mangoneando a su gusto, papeándose todavía más, y de allí la movida esa que hicieron a la ley para que las presidencias municipales se ampliaran a cuatro años, lo que trajo como consecuencia indeseable un desfasamiento de lo que había sido la lógica del calendario político en el estado de Coahuila.
En efecto, al ser de cuatro años y siguiendo la tradición, la regla no escrita del sistema, de que el gobernador tenía mano en la selección de candidatos a las presidencias municipales de su partido, con lo que se aseguraba hasta cierto punto trabajar con gente, si no obediente, afín, de repente y por una veleidad, se iba por la borda. Ah, porque eso de que un gobernador llegara y dos años tuviera que entenderse con alcaldes que él no había puesto, no iba a ser del todo agradable, como tampoco el que la mitad de los gobernadores no podría controlar más que una sucesión en el nivel de los municipios, entre otra serie de entuertos y complicaciones, le estaría quitando al ejercicio del poder omnímodo buena parte de sus delicias.
Total que bueno, se hizo la vacilada esa de las alcaldías de cuatro años… y valió lo que se le unta al queso. Si las sinapsis no nos juegan una mala pasada, el único alcalde que tuvo la oportunidad de disfrutar de su período completo de Jericó Abramo Masso, y entre que, según él completó en un año lo que tenía prometido en campaña y programado para cuatro, los últimos doce meses ya ni se dejaba ver, de tan fastidiado que estaba de gobernar la capital. De allí en fuera, nada, ya a Isidro López Villarreal le tocó que echaran para atrás la mentada reforma, y su período fuera de tres años, a la antigüita, pues.
Qué bueno, regresaban las cosas a la normalidad democrática, a la mexicana, claro. Dos períodos electorales por sexenio, el inicial para elegir gobernador, congreso y alcaldías, y el intermedio, estas dos últimas. Tan bien que estábamos así, todo para que a alguien se le ocurriera la brillante idea de emparejar las elecciones de presidente municipal… con las de presidente de la República… ¿en qué cabeza cabe desalinear lo local y estatal para empatarlo con la grande?, dieron el palo y escondieron la mano, realmente es complicado de rastrear si esta iniciativa fue estrictamente local, salida de las tenebras de la secretaría de gobierno o de la oficina del gobernador anterior, o si venía de la Secretaría de Gobernación federal, y si es este el caso, ¿con qué aviesas intenciones?, el poco equilibrio que se había logrado se perdió, y se escondió tras la vacilada esa de que ahora los alcaldes puede reelegirse, y más, desde la comodidad de sus puestos, desde donde tienen todo el presupuesto, toda la estructura burocrática municipal, para operar su candidatura, mientras los otros contendientes andan causando lástimas con las míseras asignaciones que el IEC tenga a bien soltarle del dinero de los ciudadanos.
Pero así como Enrique Martínez en su mesianismo sentía que cuatro años apenas eran suficientes para que un prohombre dejara su huella, las vueltas y revueltas del sistema han orillado a que las gestiones municipales con duración de escasos doce meses, cortadas por el centro por una elección en la que algunos se querrán reelegir y otros no, está convertida en una pura vacilada, es en lo que en términos agringados llaman “stand by”, un estado suspendido en el que los alcaldes hacen como que trabajan, porque pues 365 días menos los que ya descontaron, no alcanzan para nada.
Allí tiene los planteamientos, hablando en concreto de Saltillo, son puras cosas superficiales, casi insulsas, cuando que los problemas importantes no hacen más que acumularse. Sinceramente lo de arreglar los baches es bueno, pero como labor de todo el tiempo, no como el gran programa de gobierno, pero ¿y la solución integral al problema de la vialidad?, allí sí que no quieren mover un dedo para no comprometerse, y ya no lo movieron por lo que resta del año de la administración.
Oiga, no pueden resolver lo del semáforo del boulevard Galerías, pero resolverlo para bien o para mal, de una forma o de otra, a favor de los conductores que circulan por Venustiano Carranza que lo que menos necesitan es que les aumenten su vía crucis cotidiano de circular por esa vía saturada, o a favor de los dueños de los tendajones, que sí, tuvieron poder para presionar a la autoridad anterior, pero no a costa de que se les venga encima todo el que pasa por allí. Este es solo un ejemplo de lo poco que se va a hacer este año, para todos los efectos, un año perdido para los municipios de Coahuila.
Ah, y no le extrañe que al rato salgan con una gubernatura y un congreso de un año, para empatarla con la presidencial, con lo que más gestiones guangas y blandengues vamos a tener, todo por querer dizque ordenar lo que estaba bien desde el principio.
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