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Callen al párroco

.»..¿Cuándo estaremos viendo al obispo Raúl Vera auxiliando al ministerio público para castigar al Padre Meño y a otros ocho, diez o más curas a los que sus calenturientas gónadas los han hecho incurrir en delitos contra menores de edad?»

BAILE Y COCHINO.-

Por: Horacio Cárdenas.-

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Es más sabio el diablo por viejo que por diablo, dice el refrán popular, y sí, si hay alguien viejo en este mundo es ni más ni menos que el así llamado Ángel caído, pues estaba aquí desde antes del paraíso terrenal, encarnado en víbora para tentar a Eva para que esta tentara a Adán, que en su ingenuidad, bisoñez, torpeza, y no poca proclividad al pecado, si no es que al crimen, cayeron redondos en la trampa de Don Maligno, que regresando a lo anterior, no se aprovechó de su diablez sino de su experiencia para engatusar a los jóvenes humanos.

Son, han de ser cosas de la inmortalidad. Mientras que el demonio sigue ganando experiencia con cada día y maldad que pasa en este mundo, los humanos siguen naciendo y muriendo, y como nadie sabe sabiendo, cada integrante de nuestra especie tiene que aprender todo desde el principio, con la consecuencia de que cada vez que nos toca enfrentarnos a alguna tentación, nos vamos de boca como el primero, o más bien, como la primera, o bueno, los dos, primeros humanos.

Y dijéramos, esto es solo cosa de los humildes mortales que formamos el rebaño del señor… pero no, también los pastores, seleccionados de entre el ovejerío, también ellos pecan de lo mismo, falta de experiencia, ingenuidad, credulidad extrema al grado de tragarse lo intragable, y no solo eso, querer que los demás también caigan y se convenzan de lo que, disculpe usted, carece de pies ni cabeza, pero así es la ingenuidad, así es la fe.

Si a los políticos se les recomienda, so pena de que se los lleve Pifas, asegurarse de tener conectada la lengua al cerebro antes de comenzar a hablar, así también los curas, pastores del rebaño de borregos humanos, deberían hacer lo mismo, pues también por hablar sin pensar, corren el riesgo de meterse en más problemas de los que pretenden solucionar con su rollo pontifical.

En uno de estos días de guardar, uno que es párroco del templo de San Esteban, aquí mismo en la ensarapada capital del Estado de Coahuila, se le ocurrió ponerse, para no variar, en el papel consentido de los curas desde que el mundo es mundo, el de agarrar a pedradas al prójimo, y como no ¿pues no fue el mismo Jesús el que eligió a Pedro para sobre él erigir su iglesia?

Allí tiene a este cuate, Mario Carrillo Palacios, quien frente a cámaras y micrófonos se puso a decir que los pecados favoritos de los saltilleros son la soberbia y la avaricia, que han de estar espectaculares, pues sobrepasan la tan humana lujuria, que tantos estragos hace, que ni siquiera la impoluta iglesia ha logrado salvarse de ella, en la persona de tanto párroco coscolino que anda a salto de mata arremangándose las sotanas para cosas nada santas.

Lo que correspondería a un servidor, al lector y a todo habitante de la ciudad de Saltillo al escuchar el fustigo de tan insigne párroco es: sí ¿y?, pero la verdad es que ya estamos cansados de tanta barbaridad que dicen estos cuates, que se niegan a ver en sí mismos la viga, al tiempo que critican en nosotros los obligados vecinos la proverbial paja.

Y comentábamos que es lo malo que cada quien que nace, con cero experiencia y condenado a aprender todo desde cero, lo único que según la iglesia traemos cargando es el pecado original, un pecado más bien poca cosa en nuestra opinión, comparados con los siete pecados capitales, que esos sí, están del puritito cocol y que deben tener los dominios de Satán rebosando de almas, mientras que los del cielo con bastante poca asistencia. No solo nos mandan con el manchón del pecado original, sino que según los párrocos nos dedicamos en cuerpo y alma a colectar pecaditos y pecadores a lo largo de nuestra vida, y lo que es peor a ojos de los clérigos, negándonos a aceptar su guía de salvación…

En general dejamos pasar los comentarios de los párrocos como las llamadas a misa, sin hacerles el mínimo caso, pero a veces, a veces y con tanta mugre supurando los muros de los templos, no podemos quedarnos ya sin contestarles. Con su propio lenguaje, para ver sí así les cae el veinte en la cabeza, no en el cepo donde colectan para su peculio y no para aliviar las penas.

De veras, ¿lujuriosos?, los religiosos que perjudican en cuanta parroquia hay, a la gente que acude a ellos en busca de alivio espiritual, salvo su mejor opinión no hay peor pecado que esa traición, todo porque estos monos con sotana no pueden, débil como es su carne, quitarse de sus pasiones corporales, a las que ellos son los que han dicho que renuncian y no renuncian.

¿Soberbios?, ¿Quién más soberbio que los religiosos que dicen que hablan con un Dios, a nombre de un Dios que ni caso les hace, ah pero sobre eso se sienten con licencia de ver a todos para abajo, tratar a todos como a inferiores, que según ellos los únicos salvos son ellos?

Y bueno, avaro y saltillero es sinónimo, pero cura saltillero y avaro, pues nomás con acordarse del sacerdote José Miguel Sánchez Navarro, para comenzar a darse una idea de todo lo que ellos tienen y su grey carece, hablando de lo material, de lo moral, mejor ni meternos.

Pero hablando de justicia, no divina porque d’esa no hay, sino acá de la terrenal, ¿Cuándo estaremos viendo al obispo Raúl Vera auxiliando al ministerio público para castigar al Padre Meño y a otros ocho, diez o más curas a los que sus calenturientas gónadas los han hecho incurrir en delitos contra menores de edad?, hablamos de justicia de código penal, su derecho canónigo entero pueden pasárselo por el arco del triunfo a ver si así se les enfría un poco.

Para tener la lengua larga hay que tener la cola corta, ni todos sus años de edad ni sus años de estudios les han servido a Vera ni a Carrillo que esa máxima también rifa para ellos.

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