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Cariño Comprado

Noticias Diversas.-

Escribe: Héctor Barragán.-

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Una vieja canción aseguraba que el dinero nada vale y añadía que el cariño comprado ni sabe querernos ni puede ser fiel, lo cual parece ser absolutamente cierto.

Pero llevado al terreno de la política mantiene su validez. El dinero del gobierno es del pueblo, puesto que del mismo proviene y debe devolverse rigurosamente al propio pueblo, pero respetando estrictamente sus prioridades.

El presupuesto gubernamental proviene de los impuestos y estos se originan en el trabajo, generador de la riqueza y que se devuelve al pueblo en la forma de servicios públicos, infraestructura, que son la plataforma sobre la que descansa o trabaja, para decirlo mejor, la colectividad para generar nueva riqueza, salarios y otra vez impuestos.

Entre los servicios públicos diversos gobiernos le han otorgado sitio preferente, de acuerdo con las asignaciones presupuestales, a la democracia, que significa el otorgamiento al pueblo la facultad de designar a sus gobernantes, a sus servidores, de diferentes maneras. La menos evidente es otorgar a las agrupaciones políticas dinero para su sostenimiento, para su publicidad.

Pero los legisladores han propiciado la formación de muchos partidos, supuestamente con ideologías distintas, para que lleven al poder a representantes de esas diferentes maneras de pensar y actuar. Sin que hayan faltado otros hacedores de leyes que permitieron que haya intercambio de candidatos, mezcla de gente de varios partidos, con lo cual desvirtúan el planteamiento original. Es decir, ahora ningún partido cuenta con ideólogos puros, con lo cual se puede o debe concluir que no se necesitan tantos partidos.

La manera de pensar de los partidos debe ser congruente con la atención de las necesidades del país, de sus habitantes, del modo de gobernar y no se justificaría ninguna posición diversa y mucho menos contraria.

Y el mantener a los partidos es negar la capacidad y el interés político de los habitantes, sobornarlos es restarles dignidad, suplantarlos en una de sus capacidades primordiales.

La totalidad de legisladores o al menos quienes constituyan la mayoría necesaria para emitir las leyes, deben tener conciencia clara, definida, sobre la prioridad para los destinos del presupuesto y por cierto, en ningún caso parece justificarse destinar tanto dinero a la burocracia electoral, mucha de la cual solamente sirve para restar dignidad a los votantes, a los ciudadanos a quienes no se tiene confianza. Igualmente su contraparte es que la ciudadanía no le tiene respeto y confianza a su gobierno.

Quizá en parte porque el pueblo siente, que a la democracia que se le permite, la poca se le ha conferido, no es suficiente y no hay porqué otorgarle la confianza necesaria.

Al exigirle una credencial para votar con caducidad, en que se registre el cumplimiento de su obligación votante y se contraste con un padrón en que también conste su foto, es expresarle al ciudadano que no se le confía y su reflejo es la desconfianza.

Al pintarle un dedo con tinta indeleble, es otra muestra de desconfianza al pueblo, medida tomada también por la élite de los partidos y su reflejo es la carencia de confianza y fe, e sus partidos o las camarilla que los manejan y son las usufructuarias verdaderas de los dineros que se quitan a los impuestos para construir esa endeble democracia mexicana. Como señala Alfredo Reyes en sus columnas, uno de los aparatos electorales más caros del mundo, aún por encima de los que tienen países con grandes riquezas.

Aunque son esporádicas las cifras de los gastos de los partidos, salteados sobre las nuevas organizaciones que se autorizan y se les asignan cantidades importantes de dinero, se percibe que las erogaciones son gigantescas y resulta doloroso saberlo, cuando quedan pendientes tantos asuntos de mayor importancia para los mexicanos, para su cultura, su desarrollo, sus empleos faltantes.

Los legisladores deberán toma conciencia de la falsedad de esta democracia comprada, tan limitada tan teatral y montada para el engaño del pueblo mexicano y de los demás pueblos de la tierra, que sin razón están pendientes de lo que sucede aquí o deja de llevarse a efecto.

Por si fuera poco, la estructura burocrática auxiliar de la “democracia a la mexicana” es monstruosamente grande y cara, contando el instituto, los tribunales, los satélites en las entidades federativas que carecen de sentidos, son un gran derroche y una multitud de asalariados y funcionarios con cargas de trabajo insignificantes y ofensivas para el resto de los trabajadores nacionales.

Tantos partidos y tanto despilfarro solamente dividen al pueblo, sin ganar personas interesadas en los deberes ciudadanos, sin aumentar el número de votantes, es decir sin conseguir el apoyo mayoritario a los mandos elegidos.

Se siguen formando grupos irreconciliables respecto a los intereses de la nación y es fortalecen económica y políticamente los grupillos de mandos de los partidos.

Será sumamente difícil restringir a los niveles convenientes, las erogaciones en la fallida práctica de fomento democrático. Los legisladores podrán encontrar en todo caso la manera de mejorar el destino de los cuantiosos recursos aplicados desde hace decenios a ese fin ambicionado y siempre lejano.

A las camarillas se debe la falta de instrumentos para el desarrollo de los cuadros de mando y la selección adecuada de los candidatos a puestos públicos, que son la esencia del desarrollo de un grupo político, de un partido o un organismo cualquiera.

A ello se debe entonces que se carezca de un medio efectivo que determine la separación de los elementos que incurran en faltas, errores, deficiencias en el desempleo de las labores en comendadas, que al retirarse esas fallas y faltas de sanciones, castigos y separación, constituyen el fracaso o la lentitud en el desarrollo de ese partido o agrupación.

Es lamentable que tantas organizaciones que nacen con las mejores intenciones de progreso, a base de servicio y obras buenas tengan que suspenderse por culpa de algunos elementos que no cumplan con los objetivos primarios de la agrupación. Personas que colocan sus intereses particulares, de sus amigos, de su camarilla, antes o por encima de las ideas elevadas que los llevaron al grupo. Pero sucede y frecuentemente, más de lo que se quisiera.

Reducir las erogaciones innecesarias es algo recomendable, siempre, pero particularmente cuando se patente la necesidad de hacer cosas más positivas, útiles, razonables, tan aplaudidas por tanta gente y tan criticadas por quienes siempre están contra la equidad y el desarrollo de los marginados, a quienes se culpa de su situación.

Primero los pobres, declara el Presidente con frecuencia y es razonable porque son una pesada carga en el proceso de desarrollo, pero hay que considerar que son de 50 a 60 millones de personas, cuya liberación, elevación a niveles sustanciales, significaría crear lo menos 12 millones de plazas de empleo formal, que sostuvieran la marcha de la economía.

Ayudaría al financiamiento de esas nuevas fuentes laborales, el ahorro de los salarios y sueldos, de los gastos irracionales, los que rebasan el nivel de la equidad entre las percepciones y la calificación- esfuerzos.

 

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