fbpx

Las otras preguntas: ¿ser constituido?

Escribe: Dr. Ramsés Sánchez Soberano.-

fear-4208770__340

A Emilio García Cuevas

El cautiverio irremediable en el que se encuentra la vida humana sugiere preguntar retrospectivamente por lo que le constituye. Sugiere una vuelta hacia sí a partir de un origen incontrolable. Esta sujeción dice que ser constituido es pensar por, ser derivado. De donde pensar por, gracias a, en la casa de –una vez que se muestra mi propio modo de ser– significa acudir a la historia oculta de sí mismo. Con este acceso es posible acceder a los modos en los que se fija un ser en cada vivencia y es así como se revela lo que se es. Ser así es la descripción formal del ser del yo constituido históricamente de acuerdo con un ambiente peculiar. El ambiente es el medio, el elemento fácticamente constatable, de todo hombre.

Frente a la servidumbre original que un ser derivado lleva a cumplimiento para un mundo el ser de la existencia singular se revela, si es que la libertad se anuncia alguna vez, como aquello que era indiferente a lo originario. Como un no poder acceder a lo que está en la otra parte, al otro modo de ser. Esto señala que el pensar original surge en un segundo momento y que debe recuperar lo que estaba dado de antemano a su revelación. Con él es dado el pasado como problema fundamental. Cuando el yo despierta se separa de aquella inocencia donde la vida diaria se enfrascaba en una noche perpetua, llena de paz, seguridad y divertimento. Lo hace comprendiendo que la ingenuidad, la indiferencia y la irresponsabilidad son modos de ser pueriles. Y, si el pasado dice que el carácter de la vida en inocencia es testificado en el nacimiento como lo inasumible por la voluntad y el intelecto, entonces aquella noche ya presenta relaciones originarias con el ser. El sentido del ser no surge después que se hayan producido las preguntas filosóficas. Él es dado originariamente desde aquel tiempo dominado por la ingenuidad. Así, si el nacer dona el tiempo en el ser, él es analizable ontológicamente. Nacer es llegar a un lugar que no se ha elegido y en el nacimiento la realidad se anuncia como lo repentino y gratuito. Al nacer el ser que somos está en el ser. En él se destaca que el yo no es descubierto por ningún acto privilegiado y que la subjetividad es deudora de un tiempo al que le queda oculto su comienzo.

Un ser que nace en un mundo determinado está inicialmente desprotegido. Es por el otro. En la noche de la infancia original el ser que se es duerme en los brazos de una existencia que aún no tiene rostro y que, solo si tenemos tiempo en común, se va tornando familiar. Ser gracias al otro es la donación absoluta del mundo en su originariedad. Señala que si nadie asiste a su comienzo, el primer escándalo de la condición humana es encontrarse repentinamente con la obligación de existir.

Si esto es así, es necesario establecer que las elecciones originales llegan más tarde. Que elegimos fuera del mundo familiar. Gracias a una libertad de orden superior a la mera constricción. Una elección verdadera es aquella que mira hacia la otra parte. Exige pensar el problema de comenzar, del volver a comenzar, con la certeza de que el mundo nos fue dado de antemano.

Con anterioridad al dominio del presente vigilado por la conciencia, la predonación del mundo es una validez fundamental. Señala que todo yo ya ha actuado y efectuado acciones que corresponden a modos de ser que le pertenecen absolutamente. Que ser yo consiste en haber adquirido responsabilidades anteriores a cualquier producción intelectual. Que ser en un mundo es estar instalado en creencias predadas con anterioridad a la autopresentación y que ello exige una lógica más profunda que aquella sostenida en las certezas. El yo, que desconoce su relación primera con el existir, ya ha sido de antemano. Ser con anterioridad a la elucidación presente de sí sugiere la captación del tiempo en pura pasividad. Endeudamiento ontológico primordial. Con él se adquiere una obligación previa a la voluntad: la revelación que, antes de todas las preguntas filosóficas, ya hay más de una historia que contar.

Más allá de los totalitarismos que la simpleza de los estereotipos prometen, donde las diferencias son administradas por su función económico-social, el yo vuelto hacia sí descubre que ha vivido en un ámbito que no ha elegido. Él le ha conferido por anticipado una manera de ser, una historia y ciertas posibilidades a realizar. Vivir de acuerdo con, en concomitancia a, bajo la casa de, señala la constitución fáctica del ser humano. Este estatuto confirma la anterioridad de la vida natural a las preguntas filosóficas, antropológicas, sociológicas. Expresa el origen pretemático, el lado natural e ingenuo, que los pensadores suspenden para plantear la esencia y el sentido ontológico de la existencia. Esta suspensión les exime de pensar que es desde allá atrás desde donde viene el derrocamiento: aquel que comienza con la vergüenza de descubrirse atrapado en lo que se creía poseer, la vergüenza originaria de no haber podido llegar a tiempo, la vergüenza de ser lo que se ha sido en un tiempo que ha sido a pesar de mí.

Pero esta situación esconde un lado positivo: ella publica la necesidad primordial de la libertad. Es pensada como la posibilidad de llegar a ser de otro modo. Como la producción del otro modo de ser. Contrasta con el yo que, ante la responsabilidad surgida de la situación que le está completamente dirigida, evita su propia crisis entregándose a las convicciones que ya están puestas en práctica en su mundo familiar. El problema de los mundos familiares consiste en que ellos facilitan tomar posiciones ante el ser y justificar su modo de ser en general. El yo puede, si se resguarda allí, evitar las inclemencias, la automanifestación, la crítica de su modo de ser. Las convicciones que le abrazan y protegen obtienen un carácter fenomenal. Están dispuestas gracias al uso de la lengua. En este carácter primordial el lenguaje adquiere una función determinante en la comunicación familiar. En el habla compartida la comunidad familiar transmite y fija valoraciones que reposan bajo sus conceptos. Afianza el carácter axiológico de los posibles a realizar y lo hace de acuerdo con su modo de opinar. El valor del trabajo, de las relaciones con los demás, de las decisiones en general están sometidos a las significaciones morales sobre las que reposan las concepciones de un mundo particular. Sus concepciones aguardan por el valor de todos los hechos.

De manera que, si las opiniones se revelan más originarias que las prácticas entonces urge demostrar que la dóxa es el sostén de la praxis. En esta anterioridad el yo es identificado con los intereses íntimos de su horizonte, pues sus hábitos diarios subsisten gracias a la aprobación de aquella orientación. En el habla el yo fija cómo es lo que tiene ante sí y es gracias a ella que puede otorgarle un valor. Es por ello que, al comenzar a sospechar acerca de su original cautiverio, el yo puede silenciar esta confusión empobreciendo el sentido de lo extraño. Lo hace buscando similitudes y lugares comunes. Lo hace opinando, poniendo en operación lo heredado en las valoraciones que velan su acto. Lo hace atrapando en conceptos lo que le es dado. Esta situación se abastece de los significados que le brindan las jerarquías establecidas, su tradición, la anteposición de su situación social y política y desde allí juzga y determina los acontecimientos. Así, si el yo se retira de las calamidades y lo hace a partir de las opiniones, íntimas a su mundo familiar, las opiniones se oponen a la libertad y el derrocamiento. El yo que está instalado en el opinar se prohíbe captar aquello que le tienen reservadas las inclemencias: lo que se esconde en la singularidad del acontecimiento cuando éste abre una nueva motivación.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Powered by WordPress.com.

Up ↑

Descubre más desde El Demócrata

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo