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SALTILLO A LA COLOMBIANA

BAILE Y COCHINO…

Por Horacio Cárdenas.-

subsecretarios

Todavía a las viejas e innegablemente buenas conciencias, les gusta referirse a Saltillo como un pedacito de cielo, donde se vive “a todísimo mecate”, donde la diversión de la gente es hacer picadillo la reputación de los demás, pero que a la vez sirve para que una vez liberada la presión de los odios y resentimientos, la vida pueda continuar como si nada, y así año tras año, década tras década y siglo tras siglo. Generaciones de saltilleros han venido y se han ido y todo se les ha ido en “chalear”, dándole a la capital de Coahuila ese regusto a provincianismo, que tanto presumen y hasta cultivan.

Pero la realidad y la nota policíaca tienen, parece, un placer malsano en demostrar que Saltillo no es el idílico sitio que otros gustan de pregonar, y no es que la capital coahuilense sea igual o más violenta que otras muchas ciudades del país o del propio estado, la diferencia es que allá no se andan con hipocresías de lo buenísima gente que son, lo cual no deja de ser una fresca ventaja. ¿Por qué cree que se dan tantos suicidios y todavía más, intentos de suicidio en Saltillo y sus alrededores?, pues no será porque esta sea, como decía en su efímera propaganda de cuando fue alcalde el Diablito De las Fuentes, la mejor capital de México, sino por precisamente lo contrario, por ser un lugar que a algunos, a muchos, les hace la vida imposible, al grado que mejor se dan de baja, y tanto, que el lugar común de escapar por la puerta falsa lo ven como un alivio.

Pero hablando no de la violencia contra uno mismo, sino la que ejercen unos contra los otros, Saltillo tiene lo suyo, de ella podríamos decir que es particularmente encarnizada, casi como si la saña con la que se ejerce tuviera algo de venganza contra un estado de cosas con el que los perpetradores no están de acuerdo, y no porque lo digan, que para eso están las balas, los cuchillos o lo que usen como armas, sino más bien como una expresión de su inconsciente.

De entre las cosas que se pueden decir de la violencia en Saltillo, cuando se deciden a ejercerla, es que no les importa de quien se trate, su posición social, o su influencia política. A nadie le gusta recordar casos como el de Alejandrina Martínez Macías por allá en el año 2010, si bien había dejado el cargo hacía pocos meses, ella se había desempeñado como delegada o encargada del centro de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, vivía sola, y en su domicilio fue asesinada con un arma punzocortante, pese a la importancia del caso, las autoridades no dieron pie con bola para resolverlo, o a lo mejor por eso, y es que había mucho dinero en juego en el asunto. Otro caso no resuelto, violento e impactante desde el punto de vista de la sociedad coahuilense, fue el asesinato de Armando Sánchez Quintanilla a la salida de su domicilio, distante pocos metros de uno de los colegios religiosos de más prosapia en Saltillo. Al momento de su muerte se desempeñaba como director general de bibliotecas del gobierno del estado de Coahuila, con lo que el atentado fue contra alguien muy cercano al poder público, pues ni así se logró que la procuraduría le echara ganas para solucionar un asunto que ni siquiera puede decirse que siga abierto, pues no ha tenido movimiento en ya casi diez años.

Después de esos incidentes, Saltillo y todo Coahuila se vieron sumidos en una ola de violencia equiparable a la de otras partes del país, asociada a la manera “de trabajar” de las bandas del crimen organizado, que gustaban de sembrar el terror entre la población, obvio la administración pública respondió en especie, y las calles y carreteras, campos y ciudades se convirtieron en campos de batalla, hasta que, no que se haya resuelto nada, pero llegaron a la conclusión que tanta faramalla estaba resultando mala para el negocio, que era de lo que al final de cuentas se trataba.

Ya en este sexenio nos topamos con un par de crímenes que impactan directamente a la estructura de gobierno, el primero ocurrido cerca de la navidad del año pasado, en que al titular de la Promotora para el Desarrollo Rural en Coahuila Juan Manuel Villarreal Valdés, lo ultimaron a balazos. En este caso la Fiscalía sí se dio de toques con las pilas, y a los pocos días capturaron a los presuntos o a los responsables, como prefiera, corriéndose la versión de que no era ningún asunto político, ni de tráfico de influencias, sino de los negocios particulares de la víctima. Puede ser que sí, puede ser que no.

Pero de repente en esta semana nos enteramos que José Pablo Ramírez Ortega, quien era subsecretario de infraestructura del gobierno del estado de Coahuila, fue muerto a balazos, para esto con un arma de pequeño calibre, en el interior de una camioneta de su propiedad, por alguien que se presupone conocía. Oiga, un subsecretario, y en un área tan importante como infraestructura, es alguien muy adentro del primer círculo de poder en la entidad, abundando, es alguien que estuvo a cargo de uno de los proyectos insignia de Miguel Riquelme Solís cuando era alcalde de Torreón, lo que lo hace, hasta que no ocurra otro de mayor relevancia, el caso del año para la Fiscalía.

Para acabar de redondear un escenario de miedo, el mismo día que pasó lo de Ramírez Ortega, más bien, el día que lo encontraron, también se dio un asesinato en las calles del centro de Saltillo, uno al que la prensa especializada, con ese olfato que les caracteriza para lo sanguinario y lo macabro luego luego calificó de homicidio a la colombiana.

En plena calzada Madero, Julio César “N”, a diferencia de José Pablo Ramírez Ortega a él sí se le corre la cortesía de ocultar sus apellidos, recibió un balazo en la cabeza, que disparó un fulano que viajaba como acompañante de otro que conducía una motocicleta, en una acción que sí, se parece mucho al modus operandi de los sicarios de ciudades colombianas, pero que también se ha replicado con bastante éxito (para los delincuentes) en México, baste recordar que así fue como mataron al periodista Manuel Buendía, y de eso ya llovió, en el año 1984, con lo que a lo mejor… la patente de esa clase de asesinatos debería ser mexicana y no colombiana.

Coahuila no es Sinaloa, en cuanto al terror en que viven en este último estado y la frecuencia de los incidentes de violencia, pero esto no quiere decir que no tengamos nuestros propios ríos de sangre, comience por donde guste: el asesinato de Purón en Piedras Negras, el ataque a Villa Unión, los cuerpos con narcomensajes que aparecen por donde menos se los espera uno, los ya enumerados…, desafortunada la apreciación de los colegas de la policíaca, pero certera: Coahuila se está colombianizando y no precisamente por el baile callejero.

3 thoughts on “SALTILLO A LA COLOMBIANA

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  1. Creo que solo juzgan sin conocer las raíces indias guarache rudo y tosco y que la división de las nueva traxcala sacaron a flote los sentires, comportamientos y maneras de los indios de estos lugares y la misma gente arraigada a este pueblo es la misma sangre generación tras generación de esos indios toscos, salvajes e indomables, tiene sus ventajas y sus contras así son los genes y dijo un saltillense no muy famoso so frase única e inigualable si les gusta si no a chingar a su madre, ( curtido por el indio)

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