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Por: Héctor Barragán.-

Los entendidos consideran que los seres humanos nacen por naturaleza buenos, sin maldad alguna, aunque otros estudiosos opinan lo contrario, porque algunos genes negativos son heredados, todavía otros conocedores culpan al ambiente de la conducta de los individuos, que son contrarias al bienestar de la sociedad o de algunos de sus integrantes.
Suponer que la gran mayoría de la gente es buena, honrada, trabajadora, respetuosa de los demás, es razonable y lógico, por el simple hecho de que las sociedades han evolucionado y la civilización prosperado considerablemente, y con acelerado ritmo.
De la misma forma es incuestionable que hay personas que no contribuyen al desarrollo económico y social, sino que por el contrario, se desempeñan en contra y consecuentemente obstaculizan ese crecimiento.
En primer término están los delincuentes, apropiándose del producto del trabajo ajeno, de las mil fomas imaginables para ello, desde la simulación del trabajo, la mala calidad de los productos, engaño de cualidades, también de los materiales usados, las especulaciones que consisten en acumular cosas para elevar artificialmente los precios, monopolizar, hasta robar, asaltar, secuestrar.
En el proceso de producción, se sustrae gran parte del valor producido, es decir, se retiran utilidades en gran cantidad y lo destinado a salarios no es bastante para retirar la producción de los mercados. A pesar de ello, los empresarios invierten en investigaciones, maquinaria y equipos que ahorran mano de obra, y el desempleo es creciente.
Los empleos llamados formales sin los que bastan para pagar impuestos, gastos médicos por medio de seguros, impuestos, inversiones en habitación, los cuales en México son tantos como los que sólo generan ingresos para irla pasando, su rendimiento es bajo; pero a pesar de su elevado número entre ambos, queda muy lejos de las plazas necesarias para generar ingresos a la mitad de los habitantes del país.
Es decir, el potencial de gente disponible para actividades ilícitas es sumamente elevado.
Desde otro ángulo, se aprecia un reducido grupo poseedor de riqueza, bienes de todo tipo, tierras, inmuebles, fábricas y grandes masas sin ellas, por una parte altos ingresos y grupos considerables con bajos ingresos, y todavía otro tanto sin estos.
Pasando al comportamiento, destacan los trabajadores desconfiando de los patrones, con el sentimiento de que son explotados; sus empleadores igualmente desconfiados de sus obreros y trabajadores, restringiendo las entregas de salarios. Aquellos sustrayendo lo que pueden y dando a su obra la menor inteligencia y dedicación, lo cual significa falta de honradez en los grupos antagónicos, que no colaboradores.
Los servidores ofrecen indolencia más que atenciones, propiciando o forzando la generosidad del “cliente” y este cediendo parte de sus recursos. En estos casos se presenta el delito de extorsión por una parte y soborno por la otra, la de quien requiere el servicio.
La disposición de bienes ajenos es muy socorrida ante la pobreza general o la simple ambición, casos patéticos el del robo de combustibles, acto peligroso, que sin embargo convoca al pueblo inocente y lo pone en riesgo de accidentes. Semejante a la atención a invitaciones por la “red” al asalto de tiendas. En el primer caso los principales responsables fueron personas calificadas, presumiblemente empleados de PEMEX, solapados por autoridades de la empresa y gobiernos municipales y estatales, pero fueron partícipes del delito el pueblo, aunque su beneficio es insignificante.
De donde se desprende que la primera tarea es encontrar a los responsables y procurar su castigo ejemplar e inmediato, y enseguida buscar el de los pobladores y vecinos, cómplices o solapadores.
Y en todos los casos patentes, ampliamente conocidos, exigir la investigación pronta y la aplicación de sanciones a la brevedad, comenzando por la recuperación de la riqueza mal habida y la aplicación a la deuda pública que pesa sobre la sociedad entera, inclusive los perjudicados por la mala administración.
Que la mayoría del pueblo es honrada es tan cierto como que se tiene un gran país, donde se han hecho miles de obras, pero que no hay respeto a las leyes es tan cierto como que se sorprenden cuando los nacionales en otro país, no cruzan la calle fuera de los lugares autorizados; no tiran los mexicanos papeles o basura en la vía pública, pagan las multas, estacionan sus autos en lugares permitidos, etc. No porque sean educados sino por temerosos de las sanciones, que en su país no operan.
Posiblemente porque los abogados y legisladores han producido más de 50 mil leyes y un país con ese número de leyes carece de derecho, según escribiera por los 1830 Honorato de Balzac, en los finales de su Comedia Humana.
Donde abunda la buena voluntad, proliferan los abusos y, donde los abusos no se sancionan, aumentan lo mismo esos abusos en que se fomenta la indolencia por el cumplimiento de las disposiciones que tienden a la protección y al respeto de los integrantes de esa sociedad.
Y la corrupción existe lo mismo en los empleados públicos que obtienen dinero que no les corresponde, que al incumplir con el trabajo, honrado y eficiente que tienen encomendado.
Y también en el empleado encargado de ordenar al público conforme a su llegada, cuando admite a quien llega después, a cambio de alguna dádiva.
Lo mismo que a quien consigue prioridad en la atención de su asunto, a cambio de unos cuantos sucios y devaluados billetes.
Y la conducta de la gente induce a los demás a infringir las reglas.
Quizá no sea el caso tan simple, pero la realidad obliga a hacerse pronto, a revisar las leyes relativas a menores de edad, cada vez más frecuentes sus delitos e infracciones, que están fuera de las sanciones correspondientes a la gravedad de diversos delitos.
Otro ejemplo de la corrupción está inadvertida, es la existente en las prisiones con el tráfico de drogas, de alcohol, la trata, además de que las prisiones están llenas de personas que no han sido juzgadas, ni sentenciadas, y pasan muchos años ocupando espacios y “puede que sean inocentes” o simplemente son pobres.
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