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EL BOLSONARO LAGUNERO

BAILE Y COCHINO

Por Horacio Cárdenas.-

Ni tanto que no alumbre al santo ni tanto que lo queme, dice la sabiduría popular, refiriéndose a que ante cualquier situación, hay que procurar buscar y encontrar un justo medio, para que no por pecar de exagerados cargándonos a uno de los extremos posibles, el resultado no sea el esperado, o al contrario, salga contraproducente.

En estas cosas del Coronavirus, la terrible pandemia que nos tiene a los mexicanos perdiendo la categorización que hemos tenido desde la época de la conquista, de que somos la única e inigualable raza de bronce, porque al estar guarecidos en nuestros respectivos cuchitriles, no nos da el sol, hay quienes se ubican en el extremo que se ha dado en llamar negacionista, de que aquí no pasa nada, son puros inventos, conspiraciones políticas para posicionarse los países, conspiraciones económicas de los laboratorios y farmacéuticas para hacer en negocio de la vida… o de la muerte, y están por supuesto los otros, que podríamos denominar paranoicos hipocondriacos, que creen que con ver lo del virus en la televisión o escucharlo en el noticiero de radio, ya con eso están medio contagiados, este grupo se protege con todo lo que hay, los cubre bocas, los geles, los sprays sanitizantes, y cuanta cosa ven en internet o en el Facebook que alguien dice que funciona para no caer víctimas del temible COVID 19.


Ni que decir que entre el primer grupo se hallan los que no han guardado la sana distancia ni la cuarentena, son los que traen el tapabocas de adorno, colgando del gaznate, para ponérselo cuando ven un retén, un policía o les llaman la atención a la entrada del algún comercio, y en el segundo están los que no han asomado las narices desde hace 45 días y es muy probable que así se estén hasta que levanten la declaración de contingencia… o un par de semanas más, por aquello de que no les vayan a estar mintiendo. Y en medio de estos dos extremos están todos los que usted quiera: los que a veces se ponen el barbijo, y a veces no; los que se les olvida que no deben saludar; los que a la hora que les pica, se rascan; los que se lavan mal las manos o de plano no se las lavan, y aun así no se han contagiado, y muy probablemente pasen todo este entuerto de la pandemia sin pena ni gloria.
Eso a nivel de cada quien haciendo de su vida un rehilete, lo malo es que los gobernantes, por más que no les guste, también son pueblo, los del norte también son raza, y es el caso que reproducen al dedillo las conductas individuales que hemos esbozado, nada más que las llevan a su área de responsabilidad, sea grande a escala nacional, sea pequeña a nivel municipal, pasando por las organizaciones, las instituciones, lo que sea.


Por allí se citan los ejemplos encomiables de naciones como Nueva Zelanda, como Singapur o Corea del Sur, las cuales desde que se dieron cuenta muy al principio de cómo estaban las cosas en China, se pusieron a hacer cálculos de lo que podría ocurrir si les llegaba, y de entrada impusieron medidas draconianas de aislamiento social, de pruebas a la población, de seguimiento de los infectados, cierre de fronteras, entre otras muchas, lo cual les permitió en primera instancia que la tal curva de infección no despegara, y que el número de fallecimientos fuera muy limitado.
Ah pero del otro lado… del otro lado, del de los valemadristas… allí sí que las cosas rayan en la negligencia criminal y hasta en la lesa humanidad, pues siendo como son los responsables de la política, las estrategias, los programas y en última instancia las acciones que se implementan contra una pandemia que ha probado más allá de toda duda su capacidad de contagiar y matar a las personas con organismo vulnerable, sin todavía saber a ciencia cierta cuales son las características precisas de los grupos de riesgo, la falta de acción es la culpable directa del creciente número de fallecimientos.


Mencionar se pueden mencionar varios presidentes, dictadores, primeros ministros que han incurrido en conductas peligrosas para sus gobernados, el caso de Daniel Ortega en Nicaragua es quizá el más grave de todos, donde incluso un desfile y una verbena popular le organizaron al COVID 19, para demostrar que es pura mentira, allá no se han suspendido las reuniones públicas ni han cerrado las empresas, allá todo sigue como si nada… excepción hecha de los enfermos y los muertos, claro, de los que ni siquiera se tiene una contabilidad razonablemente certera. Pero bueno, eso ocurre en pequeño, de los casos grandes está en primera línea el de los Estados Unidos, donde el presidente Donald Trump ha hecho desfiguro y medio en torno a la pandemia, desde considerarla una gripita sin consecuencias, hasta ya reconocido por las circunstancias apremiantes la gravedad, recomendar que se inyectara o se bebiera la gente desinfectante o se pusiera al sol que mata al coronavirus… viendo como la pandemia ha afectado la economía norteamericana y sus pretensiones de reelección, amenaza con obligar a abrir las empresas y reanudar las actividades, que de todos modos, los que se van a morir, se van a morir.


Está nuestro propio presidente Andrés Manuel López Obrador, quien recomendaba –ustedes que pueden abrácense, salgan a pasear, vayan a restaurantes y fondas…—eso hasta que el número de contagiados lo obligó a regañadientes a suspender sus giras de fin de semana y a que sus subordinados, que no él, decretaran las distintas fases de la contingencia. Pero AMLO dentro de todo, no pierde la chabacanería, los mexicanos pueden caer como moscas, y el sigue pensando que la pandemia le viene como anillo al dedo…


Y ahora sí que están los rudos entre los rudos, quienes no solo no creen en el coronavirus, sino que intentan convencer a punta de golpes, gritos, lo que sea necesario a los demás, de que no pasa nada. En Brasil tienen a su presidente Yahil Bolsonaro, capaz de hacer lo impensable, correr a su secretario de salud, que lo estaba haciendo más o menos bien, para sustituirlo por otro que no lo contradiga en nada, y que dé para adelante en su decisión de levantar las medidas de contingencia, ¿resultado? Brasil tiene más de cuatro mil muertos y cientos de miles de infectados.


Y lo que nos toca, en Coahuila, donde todos más o menos han jalado parejo en la contingencia, no podía faltar el prieto en el arroz, lo malo es que no es el alcalde de un municipio de esos de dos mil personas, que los hay, sino de la segunda o primera ciudad en importancia económica y número de población, Torreón, donde el alcalde Jorge Zermeño ha dado muestras continuas de falta de conocimiento, de absolutamente ninguna sensibilidad para con sus gobernados, y ni siquiera para con los empleados del ayuntamiento, en donde ya se han presentado casos de infección. El colmo se dio esta misma semana, donde ante la emergencia focalizada, a secretaría de salud estatal iba a aplicar desinfectante en el palacio municipal, y Zermeño, el que ni tapabocas se planta, se opuso terminantemente. ¿Pues en qué cabeza cabe?

En Torreón gracias al panista, las restricciones al tránsito de personas son mínimas, el cierre de comercios e industrias no necesarias igual, contraviniendo ordenamientos estatales y federales, ¿Cuántas muertes ocasionará esto?, muchas, seguro, allí cárgueselas al Bolsonaro lagunero.

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