BAILE Y COCHINO

Por: Horacio Cárdenas.-
A lo mejor se acuerda de aquella anécdota, chusca pero muy probablemente cierta, del politiquillo de esos de la vieja guardia, simpáticos a más no poder, cínicos como ellos solos, que habiendo el dedo elector fallado a su favor para una diputación federal, se apersonó con la gente del distrito para darse a conocer. Eran los tiempos en que la población estaba ya cansada de que les impusieran candidatos desde el centro, políticos que no conocían ni de oídas, y que ni siquiera eran de allí, así que como todavía no comenzaban las campañas, muy gallitos le dijeron al casi candidato que no lo querían, a lo que este sin inmutarse, y al contrario, creciéndose al castigo, les dijo muy ufano: miren, es cierto que no me conocen y yo no los conozco, es cierto que no soy de acá, pero yo les prometo que si me eligen diputado, no me apareceré por aquí durante los tres años… la anécdota concluye con que, a la gente le cayó tan bien la propuesta, la idea de no tener que verle la cara a su representante en el congreso de la Unión, que no solamente le dieron el visto bueno para ser candidato sino también votaron por él para hacerlo legislador.
¿Cuál es la moraleja de esta anécdota inscrita con letras de oro en el manual de política a la mexicana de El Tlacuache César Garizurieta?, que los políticos, como los administradores, como el director de escuela y hasta el papá cuando es uno adolescente, mientras menos los vea uno, mejor. Ojo, no estamos diciendo ni remotamente que no estén allí para hacer lo que les toca hacer, básicamente que el barco no se vaya a pique, ¿pero quién quiere a una autoridad superior respirándole por encima del hombro todo el tiempo?
Lo dicen muy claro los manuales de administración, de la privada y también de la pública, la mejor administración es aquella que no se ve, y no se ve porque los que la ejercen lo hacen con tal cuidado, con tal delicadeza, que aun sin su presencia, se nota que las cosas se están llevando a cabo con todo cuidado, esto es lo que hacen los políticos finos, no de alta escuela porque eso no existe, pero sí quienes tienen el colmillo bien afilado, son exactamente lo contrario de los otros que recogen un papel en la calle, que casi seguro algún achichincle tiró antes debidamente desinfectadas y limpias, para que el grillo se pueda tomar la foto de rigor, para luego subirla a sus redes sociales o insertarla en sus informes, de que sí está trabajando, y a las gráficas se remite.
El problema de Parras de la Fuente, es que como todo pueblo relativamente pequeño, toda la gente conoce a todo el mundo, y no solo eso, sino que además todos saben lo que el resto está haciendo, dónde lo está haciendo y con quien, en lugares como Parras, es casi imposible esconderse, porque si lo hace, hasta eso se convierte en asunto del pueblo entero, y por supuesto, en materia de lo que los comunicadores se dedican a hacer todo el tiempo, tratándose de los personajes públicos y gobernantes, ver que están de veras haciendo lo que se supone que deberían estar haciendo. Y es aquí donde comienzan las complicaciones parreñas.
Esta semana, y conste que apenas es miércoles cuando estamos tecleando esta columna, al presidente municipal de Parras le ha llovido, le ha granizado, le ha caído un tornado y un huracán en su milpita, él que pensaba que gobernar al pueblo mágico iba a ser como dicen de Óscar Flores Tapia, que se la pasaba abanicándose a las puertas del Palacio de Gobierno ataviado en su eterna camisa de pescaditos, se ha dado cuenta de que gobernar se escribe con g de trabajo, y que si es mucho o poco, o más bien si le consume poco o mucho tiempo, eso depende de la capacidad de cada gobernante para organizar su trabajo, si a Don Oscar le sobraba tiempo para ver pasar a las muchachas y echarse sus chistoretes con sus gobernados, es porque todo lo tenía bajo control… hasta que se le salió de las manos y así fue a terminar.
Si a los resultados nos remitimos, lo de Ramiro Pérez Arciniega es la típica administración del que no tiene ni la más remota idea de lo que está haciendo, gobernar. Como lo solía decir el Tal Rossas de los politiquillos que veía pasar, estos cuates no saben ni robarse una urna, mucho menos gobernar un país, un estado o un municipio, así sea pequeño pero como grandes pretensiones, como lo es Parras de la Fuente, que siendo buena parte de su actividad económica la relacionada con el turismo, con la producción de bebidas espirituosas y dulces para que todo el mundo esté feliz, era para que su paso por la administración municipal fuera como una ida a Disneylandia.
Primero fue lo del secuestro de una ciudadana, que para colmo de males, es hermana de un comunicador de esos que al alcalde no le caen muy bien de digamos, porque se dedica a ventilar los trapos sucios del ayuntamiento morenista encabezado por Ramiro. Fuera lo que fuera, si Pérez tuviera dos, es más un dedo de frente política, era para que como todo paladín de la justicia, se pusiera al mando personalmente de las fuerzas de seguridad, y no parara hasta dar con la secuestrada. ¿Qué no pasó a mayores?, caray, era para que allí mismo hubiera organizado un desfile, ya que es imposible una verbena por la pandemia de coronavirus, con las patrullas del municipio llevando a la víctima hasta su domicilio para entregarla sana y salva a sus familiares, en estos tiempos que corren, ese espectáculo hubiera divertido mucho al pueblo que se muere de aburrimiento, le hubiera ganado simpatías entre la gente que vota, y hasta los que llama sus enemigos hubieran tenido que reconocer una jugada maestra, demagógica, pero bien lograda. No pasó, aquello se convirtió en una serie de acusaciones, denuestos, exigencias para que intervenga la Fiscalía general del Estado, como si esta no tuviera otra cosa que hacer que ponerse en medio de las tristemente célebres rencillas, nuevas o viejas, pero que por ser cosas de política, no tendrían porqué pasar a mayores si se les aplicara tantito tacto, claro que para eso hay que tener gracia.
Luego vino lo de los taxis… oiga, qué padre es aparecer el nombre de uno en la nómina, y todavía más padre cuando el primer nombre en la lista, el que más abulta en el renglón de las cifras, es el de uno. Cuando uno tiene la vida resuelta por tres años, y si la sabe jugar, por muchos más, ¿qué le importa que otros estén tronándose los dedos para ver cómo terminan la semana, es más, cómo le hacen para que haya alimento en la mesa el día de mañana?, pero al que debería importarle es al gobernante de primera línea, o sea, el presidente municipal, tan sencillo como que el gobernador está lejos y al presidente de la República lo que pase o deje de pasar en Parras le importa un rábano, y viene a resultar que Ramiro, en vez de ver, es más en vez de adelantarse a lo que se deja venir con la crisis económica asociada a la pandemia, le pone todavía más trabas a que la gente pueda seguir ganándose la vida.
¿Qué hay restricciones a la movilidad?, una cosa es cuidar a la gente y otra impedir que pueda desplazarse a donde tiene que ir urgentemente, y como Parras no es, afortunadamente, de los sitios donde todo el mundo tiene carro, pues el servicio de taxi debería ser considerado un aliado estratégico de la autoridad. Así lo vemos nosotros, pero el alcalde sólo ve en los taxistas una minita de oro de la que puede exprimir una buena cantidad de dinero cada día ¿cada día?, cada turno, caray.
Está también lo de las despensas que Ramiro y su pandilla están haciendo perdedizas, sí, esas que envió el gobierno del estado para aliviar un poco la difícil situación de la gente, que a la hora que se da cuenta, porque no queda otra en estos pueblos chismosos que darse cuenta, trina con toda razón contra la autoridad. Está también los de los apoyos para los desempleados, que el alcalde se arroga el derecho de repartir, no entre quienes los necesitan, sino entre quienes le caen bien, quienes le hacen el trabajo sucio, quienes le pueden cuidar las espaldas o servir políticamente o de cualquier otra manera.
Esto en una sola semana, así que no nos queda más que cerrar con la frase de entrada, Parras, tenemos un problema, un problemón que se llama Ramiro Pérez Arciniega.
sr cardenas usted es como los perros que ladran pero no muerden haga algo, propongale algun movimiento al pueblo de parras con los pelos en la mano, los tiene o son puñetas de ud