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EL VERDADERO PODER DE REYES FLORES

BAILE Y COCHINO

Por: Horacio Cárdenas.-

Dicen algunas teorías evolucionistas y explicativas del equilibrio entre especies de un ecosistema a lo largo del tiempo, que toda forma de vida, individual y social, lleva en sí misma, desde su nacimiento, la semilla de su autodestrucción.

Incluso hay algunos postulados, casi casi de ciencia ficción, que dicen que la muerte es una invención de la propia naturaleza para reinventarse y evolucionar ¿hacia dónde?, eso es lo de menos, hacia donde sea, con tal de evitar la inmovilidad. Esta teoría dice que en el principio la vida era una sola, el organismo o los organismos primigenios eran eternos, y también se aburrían soberanamente en su inmovilidad, siendo un día igual al anterior e igual al día, siguiente, pues nada amenazaba su supervivencia, era una existencia perfecta en un sistema cerrado, hasta que la propia naturaleza determinó que unos seres dieran paso a otros, para lo cual estos debían dejar espacio a aquellos, ¿y cómo se podía lograr eso?, pues fácil, muriendo unos y naciendo otros de la reproducción de los primeros.

Es una teoría, que tiene su lógica, y que por supuesto echa por tierra muchas ideas respecto a la existencia de una especie favorita de los dioses, de una raza superior a las demás, de unos individuos privilegiados, porque todos, todos, nacen, pueden reproducirse o no, y se mueren, dejando espacio a otros que correrán la misma suerte.

En las formas de organización social, no ha habido una probablemente en la historia humana, que no haya sentido que es el summum de la perfección de la especie, y que por lo mismo está llamada a prevalecer en el tiempo, y por supuesto a erigirse sobre sus contemporáneos, sean las monarquías, los totalitarismos, las democracias, no ha habido una que al momento de hacerse del poder, no haya soñado con eternizarse en él. Sí hasta los césares de la antigua Roma se hacían acompañar de alguien que les repitiera constantemente al oído: recuerda que eres humano, pero ni así hacían caso, ¿o de donde nació la idea de que el Senado podía elevar a un humilde emperador a la categoría de Dios?, y eso no ocurrió precisamente en el mejor momento de aquel imperio, recordemos que fue Calígula el que nombró a su caballo como senador… y los demás senadores lo aceptaron como a uno de sus iguales, si eso no es un ejemplo de declinación intelectual y moral de una sociedad, no sabemos cuál mejor pudiera convencernos.

Ahora que está en boga la Cuarta Transformación, cabe examinar la propuesta ideológica, política, social de Andrés Manuel López Obrador, quien antes de elegir el nombrecito, o cuando menos el numeral, debió sopesar que estaba maldito, pero claro, los mesías tropicales de historia solo saben lo que les cuenta su consorte, y mucho menos son supersticiosos. Si la Alemania Nazi había lanzado su campaña propagandística de que el Cuarto Reich duraría mil años… y no duró más allá de seis, entre 1939 y 1945, yo de plano no le entraba a formular una Cuarta Transformación con la pretensión de que con ella se acababa la historia de este país, y para no andarse con chiquitas, también la del mundo ¿o no suena a eso la repetición hasta el hartazgo de que el modelo neoliberal está acabado, en voz del presidente López Obrador?
Ya puestos a examinar la 4T a la luz de la teoría expuesta al inicio, la forma de gobierno, de organización social, de entender el mundo que pretende Andrés Manuel imponer desde la presidencia de la República, también nació llevando en sus genes la semilla de su autodestrucción, una que será todavía más violenta que muchas otras, por el hecho de lo aferrados que están sus seguidores a una ideología que como nunca, ha hecho válida la descripción de carecer de pies y cabeza, porque en apariencia sí tiene una testa visible, la del presidente, pero fuera de sus ocurrentes discursos, no hay una ideología que la sustente, no hay una estructura política, como tampoco hay una base de militantes, sino una masa de inconformes, que fue la que lo llevó al poder.

Uno, muchos, tenderíamos a pensar que alguien que deseó la presidencia de la República durante tantos años, en sus sueños, en sus desvelos, en sus larguísimos trayectos recorriendo el territorio nacional para arriba y para abajo, hubiera dedicado el tiempo para construir su Cuarta Transformación hasta el más mínimo elemento, y a lo que se ha visto, parece que no fue así. Sus soluciones a los problemas han sido más que mediocres, no ha habido seguridad en las decisiones, las acciones son pura improvisación, y lo que campea es la ineficiencia de sus subordinados ante funciones sobre las que no tenían ningún conocimiento.

Uno de los engranajes que según, debieron ofrecer un cambio radical respecto de como se hacían las cosas en el pasado, es el de las oficinas de representación del poder ejecutivo federal en los estados, los tristemente célebres superdelegados, los cuales, salvo honrosas excepciones que ni siquiera podemos mencionar, han resultado un desastre, para muestra Coahuila.

Antes cada delegación estatal respondía a una dirección de delegaciones en la dependencia federal a la que estaba adscrita. La línea de supervisión era clara, funcional y eficiente para los efectos que se tenían, básicamente de control político. Esto sigue existiendo, nada más que la línea de supervisión se ha invertido, porque ahora es un funcionario casi omnipotente, o así se vende Reyes Flores Hurtado, en quien recae supuestamente la verificación del funcionamiento de toda la administración pública federal que opera en el Estado, lo cual, salvo la mejor opinión del presidente, es imposible, ya no digamos para gente brillante, comprometida, con alto sentido social y visión de las prioridades, nada de lo cual se puede decir de Reyes, un político, como tantos otros que se sumaron a la Cuarta Transformación, traidor a los principios que defendió durante años, para acomodarse a un proyecto que no es el suyo, pero que le sirve a sus intereses políticos, económicos, y de posicionamiento social.

Flores Hurtado se hace el aparecido por todo el estado, pero a la hora de responder a las preguntas ¿tiene la más mínima injerencia en que la Comisión Federal de Electricidad reactive las compras de carbón, en que el Seguro Social entregue los suministros que necesita su personal para no contagiarse del coronavirus, para que el ISSSTE proporcione las medicinas que les escatima a sus derechohabientes, para que la Guardia Nacional o el Ejército Mexicano refuercen su presencia aquí o allá?, la respuesta es que… no. Ni López Obrador, mucho menos sus delegaditos la pescan que las dependencias se manejan solas como lo han hecho siempre, y que sí, se le recibe como representante presidencial… pero hasta allí, porque cada área responde al jefe que les paga, no al que se farolea por acá, con fines notoriamente cuestionables, y tanto que su nombre figura en varios expedientes judiciales por tráfico de influencias y otros pecadillos. En esto radica el peligro de autodestrucción de la 4T, en que el control sobre la administración es débil como nunca antes lo fue. Por querer hacer las cosas diferentes, terminarán por que no se haga nada como se debe.

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