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PURA BABA DE GANSO

BAILE Y COCHINO

Por Horacio Cárdenas.-

A raíz de la enésima matazón en el Estado de Guanajuato, no la última del “anexo” donde se rehabilitaban drogadictos, y donde mataron a 26 personas que ahora sí que no le hacían daño a nadie, sino solo a ellos, sino la anterior, donde también la cifra de víctimas fue de escándalo, el gobierno de la República decidió que ya no podía hacerse de la vista gorda de lo que estaba ocurriendo en esa entidad tan cercana a los centros de poder público en el país.

Luego de regaños, denuestos, acusaciones, peladeces, amenazas nada veladas, el gobierno de la República dejó su actitud de perdonavidas, y convocó a las autoridades estatales a una conferencia de prensa, en la que dieron a conocer que, según, se había llegado a un acuerdo entre la administración pública federal y la estatal, a fin de “reforzar” las acciones conjuntas entre las corporaciones de seguridad de los tres niveles de gobierno, aderezado de lo de siempre, la garantía de paz y armonía social de los guanajuatenses… de la cual podemos decirle que en varios de los municipios más prósperos, se ha perdido desde hace ya varios años, sin que pareciera que a nadie le importara demasiado.

¿De qué estamos hablando respecto de este evento?, pues en nuestra modesta opinión de lo mismo de siempre. Reforzar acciones que en vez de prevenir la ocurrencia de infinidad de actos de violencia de los grupos del crimen organizado hacia la población civil, la autoridad y entre ellos, los permitieron; acciones que en vez de perseguir, detener, consignar y castigar a los perpetradores de los citados actos de violencia, los permitieron, y finalmente la parte de la connivencia, porque el hecho de que las organizaciones criminales se hayan asentado en el otrora plácido estado de Guanajuato, tiene que ver si no con la ineficiencia de los cuerpos policiacos, sí con la corrupción de los mismos, que los protegieron y los siguen protegiendo, hasta llegar al actual estado de cosas, que por su grado de crueldad y por la cantidad de muertos, ha llamado la atención de la opinión pública nacional y también en el extranjero.

Que si el mentado reforzamiento ahora sí va a servir de algo, si las cosas van a seguir como hasta el momento, o lo que es muy probable que ocurra, que continúen deteriorándose en el futuro cercano, es algo que ya estaremos viendo en el corto plazo. Por lo pronto lo que importa señalar es que pese a la abierta enemistad, a las puyas que seguido se lanzaban mutuamente el presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador de Guanajuato Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, se supone que ahora las cosas cambiarán, y eso es lo verdaderamente trascendente, pues al presidente lo que le importa sobre cualquier otra cosa es la política, pero no lo que normalmente se entiende por ella, la búsqueda de alternativas que permitan la convivencia aun entre instancias de gobierno, partidos e ideologías que son opuestas, sino la prevalencia de su punto de vista por encima de cualquier otra, ¿qué importa que las calles se llenen de cadáveres, si de lo que se trata es de demostrar que yo estoy bien y todos los demás están mal?

Si en el año y medio que tiene la administración de López Obrador el gobierno federal se hubiera comprometido a acabar con la situación de criminalidad en Guanajuato, y hubiera destinado los recursos financieros, humanos, estratégicos y materiales para devolver la paz a esta región que es una de las más importantes desde el punto de vista económico, tanto por su industria como por el turismo, no estaríamos en este instante comentando sobre una crisis de inseguridad que no se hubiera presentado.

Pero no fue así, dejaron al gobierno estatal entenderse de un asunto que conforme a los códigos penales, no es de su competencia, con los resultados consabidos, bandas criminales haciendo lo que les viene en gana en territorio guanajuatense, todo para que el gobernador se fuera arrastrando de rodillas ante el presidente para solicitar su auxilio, algo que por supuesto no ocurrió.

Eso en Guanajuato, pero en Jalisco las cosas no están precisamente mejor, ni en lo relativo estrictamente al ámbito de la seguridad, como al más importante de la convivencia entre los poderes públicos de partidos ideológicamente enfrentados. Oiga, si a nivel mundial el Cartel Jalisco Nueva Generación está catalogado como el más violento, el más extendido y el más peligroso, ¿Cómo es posible que por cuestiones partidistas y de afinidad política dejen un asunto trascendental en manos de un gobernador, que para empezar, no reconoce su competencia en la materia, si no por otra cosa, porque está impedido precisamente por la división de poderes que hay en México?, era para que, Alfaro o no Alfaro, le hubieran tundido al CJNG en territorio jalisciense con todas las fuerzas del estado, y aquí metemos nuestras cizaña, sobre todo si las afinidades del régimen están con la gente del Chapo Guzmán, a quien ya que no pueden sacar de la cárcel norteamericana donde lo tienen refundido las autoridades estadounidenses, pues muy bien que les hubiera caído la ayuda contra uno de sus enemigos más acérrimos.

En los dos casos, Jalisco y Guanajuato, la política se ha atravesado en el correcto funcionamiento de las instancias de seguridad federal operando en los estados. Literalmente este dejar hacer dejar pasar ha costado cientos de muertos en cada una de las entidades, todo porque al gobierno federal le conviene que los posibles electores vean con cada vez peores ojos al gobierno de los respectivos estados, como si la gente no estuviera entrada que unos delitos son competencia de la federación y otra de los policías estatales.

En nuestro estado ocurrió algo parecido a principios del año pasado. Entre que se creaba la Guardia Nacional y desaparecía la Policía Federal, se creó un vacío en la seguridad de competencia de la que se iba y de la que llegaba, muy probablemente lo que querían en Palacio Nacional es que el gobierno estatal se fuera arrastrando para pedir ya no digamos reforzamiento, sino que mantuvieran las cosas como estaban. Por eso hubo necesidad de comenzar a buscar alianzas con otros gobernadores, Nuevo León y Tamaulipas, para empezar, que sentían la misma frialdad del gobierno federal.

Lo que son las cosas, los querían castigar, y lo que pasó es que los gobiernos estatales, el de Coahuila, y los que guste mencionar, se fueron fortaleciendo, independizando, articulándose, todo ante la mirada despreciativa del presidente, a quien tarde o temprano le pesará ese desapego de sus funciones, las de seguridad y el resto.

Por lo pronto a ver si la ayuda prometida a Jalisco y Guanajuato es efectiva y no pura baba de perico… o de ganso…

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