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PASTA DE CONCHOS: LA GRAN DECEPCIÓN

BAILE Y COCHINO

Por Horacio Cárdenas.-

Finalmente pasó lo que tenía que pasar: el gobierno federal, ese que presume ser el mejor para enfrentar los peores momentos, se arrugó todito, como dice la raza. Luego de darle vueltas y más vueltas, se fue a echar como un perro en la posición más cómoda, la de no hacer nada.

Como ya se habrá podido imaginar, nos estamos refiriendo al caso Pasta de Conchos y el rescate de los restos de los sesenta y tres mineros que quedaron sepultados al colapsarse el túnel en el que trabajaban, luego de registrarse una fatídica acumulación de gas metano, que omitiendo todas las advertencias, los procedimientos y protocolos de seguridad, los administradores de la mina, pasaron por alto.

Que tampoco había nada de nuevo en el asunto, según las crónicas, durante el turno previo y en el que ocurrió el accidente, hubo varias suspensiones y evacuaciones del personal, pero entre que lo que importa siempre es sacar la producción, y que el equipo de ventilación no era suficiente para extraer el grisú con la velocidad que lo liberaba la piedra, pasó lo inevitable, alguna chispa hizo detonar el gas, y suponiendo que hubiera podido quedar alguien vivo, nadie pudo sobrevivir al consiguiente derrumbe.

Los expertos lo sabían, la empresa también, imposible que nadie hubiera escapado a esos dos eventos, pero los políticos con tal de llevar agua a su molino y sacar tajada, se dedicaron a alimentar la esperanza de los deudos, de que podían salvarlos, y conforme avanzaban las desesperantes horas y días, finalmente hubo que aceptar el fallecimiento de los mineros, lo cual no fue impedimento para trasladar la esperanza ahora al rescate de los cuerpos, en una historia que ha durado largos, larguísimos catorce años ya, más lo que le falta.

En catorce años hubo dos elecciones presidenciales, ¿Cuántos de los candidatos no prometieron a la población de la Región Carbonífera en general y a los deudos de los mineros de Pasta de Conchos el rescate de los cuerpos?, muchos, no todos claro. Aquellos que tenían una idea más o menos clara de los costos de una operación de ese tipo, con relaciones con la empresa aunque fueran superficiales, se cuidaban mucho de un ofrecimiento irresponsable, en cambio aquellos con pocas o nulas posibilidades de triunfar, la promesa de emprender el rescate, costara lo que costara, era una constante, una bandera para la obtención de sufragios, y entre ambos, la excepción, Andrés Manuel López Obrador, quien tenía posibilidades reales de ganar, y terminó ganando, él prometió a las viudas y huérfanos que no estaban solos, y que haría del rescate una prioridad de su gobierno. Él solito se entrampó, nadie le ayudó.

Casi dos años después de asumir el poder, y de haber gastado una millonada, más de cincuenta de esas, en estudios para determinar la viabilidad y la mejor manera de proceder al rescate, y viendo las estimaciones de los expertos internacionales convocados para ello, al mismo presidente López Obrador se le hizo mucho, demasiado el dinero que habría que gastar en traer a la superficie los restos de los 63 mineros, suponiendo que algo hubiera quedado de ellos, y suponiendo también que alguien pudiera reconocerlos, de ese tamaño debió ser el daño inicial a los cuerpos, más el posterior del aplastamiento bajo miles de toneladas de roca.

Mejor esos millones de dólares, setenta según la primera estimación, que pueden llegar tranquilamente a cien o más, podrían tronárselo en cualquier programa asistencial, de esos que ganan muchos votos para la causa, o como le dicen hablando de las aportaciones y donaciones “el movimiento”.

Total que les ofreció a los deudos hacerles un monumento, un memorial, para recordar a los mineros fallecidos hace catorce años, nos imaginamos que un monumento grandote, digamos del tamaño de los cerros de escoria que se ven en algunos puntos de la Carbonífera, cualquier otra cosa se perdería, además que no es tan caro si lo montan sobre esos montones inmensos de material, eso para satisfacer la deuda emocional, y la material, una indemnización de tres millones setecientos mil pesos… una cantidad más que respetable, tanto que hará pensar a más de veinte, más de sesenta familias, si la aceptan y allí quedan en sus demandas.

La cosa es esta. 3.7 millones de pesos es probable o seguramente más de lo que un minero podría lograr como salario, a destajo obviamente, durante treinta años de trabajo, y eso suponiendo sin conceder, que algún accidente de trabajo o alguna enfermedad profesional no lo baldara antes. Eso por un lado, pero hay otro, durante el gobierno de Humberto Moreira en Coahuila, que fue a quien le tocó entenderse de la tragedia, se consiguieron las primeras indemnizaciones de parte de la empresa, no por el monto que ahora ofrece Andrés Manuel pero tampoco nada despreciables, pero la cosa no terminó allí, se les otorgaron becas educativas a los hijos de los mineros muertos, nos acordamos que hasta el gobernador designó un padrino entre sus funcionarios para estar al pendiente de que nada les faltara a cada uno de los deudos, al menos durante el resto de su sexenio.

Lo más triste del asunto no es que el gobierno se haya arrugado como todos sabíamos que lo iba a hacer, sino que la suerte del minero no deja de ser negra, hablando de los fallecidos en Pasta de Conchos, valen más muertos de lo que jamás valieron estando vivos, y no estamos exagerando nada. Probablemente entre la indemnización de López Obrador, la pensión del IMSS pagada y cobrada durante catorce años, la indemnización de la empresa, las becas, empleos, y demás prebendas, los familiares habrán recibido una suma superior a los cinco millones de pesos, fortuna que nunca habrían visto vivos y tiznándose desde que canta el gallo hasta que canta el grillo por el tiempo que el cuerpo aguantara.

Ahora sí que la muerte les consiguió un nivel de vida a sus familias muy superior al que hubieran tenido sudando en el infierno de aquel maldito tiro de Pasta de Conchos, y como lo comentaba gente que conoce el caso ¿Cuántas de las viudas aguantaron el año de luto?, muy pocas, con lana y famosas, bien pronto se agenciaron otro marido, minero o no, ¿los hijos?, gozando de las trocas que se compraron con el dinero de las indemnizaciones, consentidos con las becas de gobierno. Tampoco vamos a criticarlos, aunque suene macabro en este caso particular, el muerto al pozo… y el vivo al gozo, y con dinero, más gozo.

Lo que importa en todo caso es que el entuerto debería servir de lección a los políticos: prometer lo imposible, o no imposible, pero costosísimo, es una práctica peligrosa. Allí tiene al presidente López Obrador teniendo que tragarse sus palabras de que iba a recuperar los cuerpos. Ah, pero como es democrático como nadie, según él, la decisión es de los deudos, si quieren que continúe con el rescate, no habrá indemnización, ni monumento, y en vez de tardarse cinco años a costo de dos mil millones de pesos, pondrá un pobre fulano con un pico a hacer como que hace, y así hasta que se acabe el sexenio, que ya luego el que venga que arree…

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