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La incertidumbre jurídica electoral

BAILE Y COCHINO…

Por Horacio Cárdenas Zardoni.-

Mucho nos ha llamado la atención el comparar la manera en la que países distintos de México, manejan sus leyes, en lo que nos parece así de pasada, una manera mucho más efectiva de obtener lo que al final siempre se quiere de las leyes, simple y llana justicia.

Esto de los sistemas jurídicos es como el concurso de los himnos nacionales, usted como casi todo el mundo, ha escuchado el lugar común de que el himno nacional mexicano, ese compuesto por Jaime Nuno y Francisco González Bocanegra, si nuestra memoria de lo que aprendimos en la primaria no nos falla, es el segundo más bello, así con ese término, del planeta, solo precedido de La Marsellesa, canción nacida en las barricadas durante la etapa más entusiasta de la revolución de aquella nación contra la monarquía.

Realmente no nos imaginamos qué de bonito pueda tener un himno por necesidad belicoso, pero bueno así, se las gastan, por lo menos en el imaginario, porque resulta que el tal concurso para que un jurado imparcial de ciudadanos de los distintos países seleccionara cuál es el más hermoso, seguido de los que no fueron tan afortunados, de segundo lugar en fondo, hasta llegar al 197, más los de países que han desaparecido, y de otros en los que se cambió ese símbolo nacional por las razones que sean. ¿Se imagina a los jurados senegaleses o etíopes opinando que el mexicano es superior armónica y poéticamente al nepalí?, y pues no, como en todas las situaciones en las que un grupo de pares tiene que seleccionar a quien lo presida, sea la elección de papa, sea la de ministro presidente de la suprema corte de justicia de la nación, todos, sin faltar uno, votan primero por sí mismos, en espera de que algún otro también lo favorezca, increíblemente esto nunca ocurre, pues si así fuera, alguien votaría por la diferencia de un voto, que es más que lo que los demás obtuvieron.

En cuanto a la legislación, a los jurisconsultos mexicanos les encanta llenarse la boca diciendo que el mexicano es el sistema jurídico más moderno del planeta, con profundas raíces latinas y abrevando en el francés, el mexicano es el que mejor se adapta y responde a las necesidades de la población… y sí, el mexicano es el que más cambia, es el que más se modifica dependiendo de simplezas como de donde sopla el aire, y si al rato viene de regreso, pero la triste realidad es que el nuestro se significa por ser letra muerta desde que nace o renace un ordenamiento, no por nada México es el país que tiene los índices más elevados de impunidad en todo el mundo, lo que sí, en parte se debe a la corrupción, pero también a que las leyes son inaplicables e inoperantes en su mayoría. Ese 99% de impunidad no se ganó solo, ni de un día para otro.

Decíamos que nos llamó la atención que países como Argentina, tienen un sistema judicial con leyes numeradas, la ley dos sigue a la uno, y la tres a la dos, y así, viene a resultar que ahorita, luego de algunos cientos de años, van en los miles, sí, pero la última es la buena, del tema que sea, nada de interpretaciones complejas y reformas que no llevan a nada. Pero el que de veras nos sorprende es el sistema norteamericano, que tiene su Constitución, vigente desde que se publicó en 1776, y de allá para acá, ha sufrido algunas enmiendas, veintisiete enmiendas en total, ¿o sea que el país más poderoso del mundo, se administra con solo una constitución de hace dos siglos y un medio y no más de 30 reformas?, tal como lo oye. La existencia de las enmiendas nos da idea clara de que los padres de aquella patria no eran perfectos, no consideraron 27 cosas que luego se revisaron, pero no tiene nada que ver con las miles de reformas que se le han hecho en algo más de cien años a la constitución de los Estados Unidos Mexicanos, ¿Quién sabe en qué estaban pensando los constituyentes a la hora de ponerse a redactarla? A lo mejor en apurarse a regresar a sus estados para ser gobernadores, alcaldes de la capital, jefes políticos o militares, por eso les salió tan imperfecta, pero eso sí, perfectible, citando de nueva cuenta a los sesudos jurisconsultos.

Todo esto viene a cuento por el merengue que se traen los involucrados en el proceso electoral de Coahuila para este 2023. Al parecer todo el mundo se siente con derecho, vivimos en un estado de derecho, de meter la mano en la renovación de la gubernatura y el congreso del estado, y como se sienten con derecho acuden a las instancias y a los procedimientos que les permite la ley, para opinar sobre la validez de la propia ley, o para el caso, sobre cualquier otro ordenamiento que incida en el proceso.

Ya vimos lo que pasó con la reforma a la legislación electoral coahuilense que se propuso hace algo más de dos años, que se aprobó por el congreso local, se impugnó, y luego de las obvias revisiones del caso, el poder judicial de la federación ordenó que se repusiera el proceso porque habían fallado en esto, aquello y lo de más allá. Total, se repuso, y se suponía que había quedado bien. Pero vino a resultar que no.

Conste, no somos abogados, ni mucho menos, tristes periodistas observadores de la realidad, con interés particular en el impacto que tienen las decisiones de las instituciones en la vida de los ciudadanos en calidad de gobernados, y su relación con los gobiernos.

Nuestra apreciación adolecerá de todas las fallas de procedimiento del lego, pero… si el congreso local había votado para un incremento en los montos de los gastos de campaña, fue porque los que existían en la ley anterior ya había quedado rebasados por ese fenómeno tan ingrato que es la inflación. Los 19 millones de pesos para la campaña de gobernador, no alcanzan hoy para gran cosa, si eran apretados para la elección de hace seis años, ahora son una cantidad ridícula, y no porque seamos partidarios del desperdicio de recursos públicos, sino porque ahora se contabiliza todo como gasto, incluso lo que mucho tiempo se manejó como gratuitos, los mensajes en redes sociales, que hasta estuvo a punto de llevar a la cárcel a unos youtubers que apoyaban a los candidatos del verde en la elección federal del 2018.

Esta ese detalle y el de la ampliación en el número de escaños en el congreso local, dos más para grupos minoritarios, esto también va para atrás, ¿qué daño les hacía?, vaya a saber, pero es así.

La cuestión no es que se cambie o no, sino que esto ocurra faltando tan poco tiempo para los comicios, que obliga a los partidos, al instituto, a las autoridades a regresar a una legislación que ya se había dado por abrogada, y resulta que está viva y hay que usarla, por más que le quede chica al sistema.

Ya estaremos viendo y sufriendo las consecuencias de esta falta de certidumbre jurídica, ¿o cuál es la opción, que se propongan leyes y que solo se apliquen cuando se hayan agotado todas las opciones de impugnación?, eso equivale a prolongar en el tiempo cuanto asunto tenga que ver, poco o mucho con los tribunales, los locales, los distritales y los federales.

Toda ley es impugnable, lo establece la propia ley, lástima que haya elecciones que resolver este mismo año, y a todos les están temblando las corvas porque no saben a ciencia cierta qué paquete de leyes se van a aplicar. Obvio, si se equivocan… violan la ley y se atienen a las consecuencias…

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