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En Morena, ni ellos mismos se soportan

BAILE Y COCHINO…

Por Horacio Cárdenas Zardoni.-

De izquierda a derecha, Armando Guadiana, Mario Delgado Carrillo y Luis Fernando Salazar.

Lo que está ocurriendo en la sucursal Coahuila del Movimiento de Regeneración Nacional es el sino de toda la izquierda mexicana desde el principio de los tiempos políticos, a mediados del siglo pasado: ni ellos mismos se soportan entre sí, mucho menos son capaces de soportar un proyecto político único, con capacidad de sostenerse por un tiempo convenientemente razonable.

Lo que son las cosas, fue por allá por el año 1981, cuando luego de fracaso tras fracaso, de pleitos entre ellos mucho más enconados que los que tenían con las organizaciones políticas de derecha y de centro, y aun de los gobiernos que pretendían eventualmente sustituir, de décadas de amistades que devenían en odios y alegadas traiciones, que la izquierda mexicana cedió al hartazgo, y accedió a integrarse en lo que se llamó el Partido Socialista Unificado de México, que como suele ocurrir en esos casos, consiguió despertar la esperanza de todos aquellos ciudadanos que, sin estar ligados a ninguna organización política sí, profesaban una ideología más de izquierda, de que finalmente podría haber una presencia política de este sector en el panorama nacional.

Mucha negociación hubo entre el Partido Comunista Mexicano, el que más tradición tenía en el país y presumía de sus raíces clandestinas, de sus persecuciones y encarcelamientos, y el Partido Socialista Revolucionario, el Movimiento de Acción Política, el Movimiento de Acción y Unidad Socialista, el Partido del Pueblo Mexicano y el Movimiento de Acción Popular, para integrar algo que no se cargara ni aquí ni allá, para que no pareciera que se sumaban a alguien o algo que pareciera el ganón, todos querían ser iguales.

Ya de por allí andaban mal, desde nuestro punto de vista. En vez de agruparse bajo el ala del PCM, con todo el camino que ya llevaba recorrido, de tener un membrete hasta manchado en sangre y cuanta cosa, no, cada quien su grupito, su pequeño grupito de simpatizantes desde el que querían hacer la nueva revolución mexicana, haga de cuenta la cuarta transformación, bueno, la tercera y tres cuartos, para no meternos con los derechos de autor de ya sabe quien. Ya eso de sentirse por encima del Partido comunista local, equiparable a los admirados de la Unión Soviética, el de China, y el de muchos países donde ya gobernaba el comunismo y otros como el francés y hasta el norteamericano, donde hacían sus buenos intentos y tenían una presencia respetable, no, yo mis chicles y no te doy.

El PSUM llegó a competir en la elección presidencial de 1982, llevando a Arnoldo Martínez Verdugo como candidato, en lo que fue, digamos, su punto culminante, y de allí para abajo y para abajo, hasta llegar a su extinción en 1987, habiendo tenido una razonable representación en el congreso de la unión en las elecciones de 1982 y 1985. Según nosotros lo peor de aquella experiencia fueron dos cosas, la primera el haber quemado, si no para siempre, sí por mucho tiempo el membrete de Partido Comunista Mexicano, que nadie ha querido retomar hasta ahora, y segundo del mismo tamaño, el demostrar que la izquierda mexicana es un mito, con posibilidades limitadas no de hacerse del poder, que sí han podido y allí está Andrés Manuel López Obrador y MORENA para demostrarlo, sino para sostenerse como una organización cohesionada y consolidada.

Ojalá antes de comenzar la experiencia coahuilense en este 2023, la izquierda se hubiera visto en aquel espejo del PSUM, o más cercano a ellos mismos, en lo que había sido MORENA en los últimos años, en que por más que hacían en lo local, no lograban integrar un comité directivo estatal que fuera reconocido por todas las facciones enfrentadas, pero no solamente eso, sino también en el desacato constante a los llamados de la dirigencia nacional para dejarse ayudar a estructurar algo que funcionara más o menos bien, y es fecha que no solamente no avanzan en el sentido de lo razonable, una consolidación, sino que retroceden a continuar pulverizándose.

El último hecho conocido es lastimoso, Luis Fernando Salazar, panista de toda la vida reconvertido en morenista por estricta conveniencia y por no quedarse fuera del escenario político de donde lo habían desplazado, que no echado sus correligionarios en Acción Nacional, se desmarca de la campaña de Armando Guadiana Tijerina a la gubernatura del estado de Coahuila, a la que él aspiraba también.

Hay que ver, como dicen los borrachos frente a un difunto, que no somos nada. En su momento Luis Fernando tuvo posibilidades de ser candidato, ¿cuántas?, a lo mejor no tantas como las de Guadiana pero sí muchas, tantas o más que las de Ricardo Mejía Berdeja, y aceptó disciplinarse al proceso de su partido de acogida, a donde llegó. Es memorable aquella presentación que hizo por allá el 12 de diciembre del año pasado Mario Delgado del ganador de la encuesta para seleccionar al coordinador de los comités de defensa de la cuarta transformación, que recayó en Guadiana, al lado de Mario y este estaba no otro que Luis Fernando, quien quedó habilitado como coordinador de campaña, el mero mero segundo de a bordo de Guadiana, y emergente si se presentaba cualquier contingencia.

Bueno, pues de entonces para acá, ha pasado mucha agua por el río Monclova y eso es mucho decir… se fue Mejía de MORENA, se las ingenió para que lo designaran precandidato, rompiendo de facto la coalición Juntos Hacemos Historia que agrupaba a MORENA, al Partido del Trabajo y al Partido Verde, ah y que en nuestro estado incluía también a la Unidad Democrática de Coahuila. Pues de eso, hoy no queda, ni el recuerdo en los posibles electores, ni el remordimiento entre quienes contribuyeron a dinamitarlo.

Dijo Luis Fernando que él se separaba de la campaña de Guadiana básicamente porque no estaba de acuerdo en la forma en la que se estaba dando cabida a gente que solo podía ser calificada de traidores, gente que se había ido de MORENA para seguir a Mejía Berdeja en su aventura electoral bajo los colores del PT, y que luego viendo que allá afuera hacía frío, decidieron regresarse. Para esto no eran morenistas ni guadianistas químicamente puros, Wals era panista, Morán era priísta, Borrego lo que usted quiera, y bueno para el caso ¿qué tanto sentimiento?, si el mismo Ricardo había pasado por tres o cuatro membretes antes de volverse petista putativo, y el mismo Luis Fernando le rascan tantito y le brota la sangre azul.

¿Se fija usted? Las alianzas políticas de la izquierda son como el billar, como el pool que se juega con el triángulo: llega la bola a desacomodar el cuadro, y salen todas las demás para todos lados golpeando las bandas y golpeándose entre ellas, siendo casi imposible saber en qué buchaca va a terminar cada una.

En MORENA matriz pronostican que la campaña va a acabar mal, una lástima que nadie haya podido controlar los daños, ni siquiera preverlos ni prevenirlos.

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