BAILE Y COCHINO…
Por Horacio Cárdenas Zardoni.-

Dos noticias que aparentemente nada tienen que ver, nos sirven sin embargo para darnos una idea de lo difícil que es interpretar la realidad, y mucho menos, cambiarla para mejor.
La primera de ellas, a nivel nacional, tuvo que ver con la aprobación de una ley por parte del Congreso de la Unión, que elevaría los montos de las sanciones y penas contra aquellos ciudadanos que cometieran el delito de injuriar al presidente de la república. A lo mejor andaba por allí en el cieno insondable que es lo que denominan el trabajo legislativo, nadie se había ocupado de ello, hasta que saltó a la escena que estaba en la agenda legislativa, que había sido llevada al pleno y aprobada, hombre que padre, que velocidad de los señores diputados y señoras diputadas.
Detrás de la anécdota de la ley, a la que el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció inmediatamente que la vetaría, estaría un enorme iceberg de desinformación, comenzando con ¿quién fue el que la propuso?, seguramente que fue alguien o un conjunto de personas interesadas en quedar bien con el principal beneficiario, por no decir que el único, de una legislación de este tipo. La lambisconería elevada al grado de arte por parte de gente que quiso congraciarse con el mandatario. No nos queda claro, tampoco importa tanto, si la iniciativa surgió del propio congreso o les fue enviada desde la secretaría de gobernación, enlace entre los poderes de la unión, pero el objetivo era claro, quitarle cualquier molestia e incomodidad a quien ha manifestado en diversas ocasiones que le importa mucho preservar la dignidad de la investidura… sea eso lo que sea, más bien nada.
El hecho que López Obrador haya comentado que vetaría la ley tiene más que ver con lo que perdía con ella que con lo que ganaba. Para todos los efectos limitaba la libertad de expresión, de lo poco que todavía nos queda a los mexicanos en la relación tan tirante entre gobierno y gobernados, finalmente se trata de una válvula de escape de las presiones sociales. Hasta el mismo presidente ha hablado de que su pecho no es bodega, y no dudamos que se haya imaginado que, en algún futuro, cuando ya no detente el poder, se convirtiera en víctima y reo de su propia ley, al no guardarse las groserías, peladeces, majaderías con las que suele adornar su habla, dirigidas contra quien lo suceda en el cargo.
En fin, esa era una nota, la otra se refiere a una de corte estatal, lagunero para más señas, y se refiere a una información proporcionada por el Sistema de Aguas y Saneamiento del Ayuntamiento de Torreón, en que se señala que con la nueva normatividad en la materia, el 80% de los pozos que operan en la región, y abastecen a la población para su consumo y diversas necesidades, quedaría por encima de lo permitido, así de sencillo, y también así de complicado.
Según la información aparecida, está por entrar en vigor la norma oficial mexicana NOM-127-SSAI, que establece como límite máximo para los pozos de agua potable, una proporción de 0.001 miligramos de arsénico por cada litro. Esto automáticamente pone fuera de norma a ocho de cada diez pozos, y la pregunta es… ¿y luego?
Lo fácil, lo burocrático, lo legal es: llegar, tomar la muestra del pozo, y si está por sobre el límite especificado, darle cran, se le plantan los sellos correspondientes, y a la goma, a seguirse con el de más allá, y luego con el siguiente, y así hasta terminar con todos, luego de lo cual nos encontraremos con que… a lo mejor no eran ocho de cada diez, sino nueve de cada diez, o todos ellos.
Desde luego que entendemos que el objetivo del establecimiento de la nueva norma tiene un objetivo muy preciso, humano y encomiable: que la población ya no beba un agua que perjudica su salud, en el corto, mediano y largo plazos, provoca enfermedades que pueden derivar en la muerte. Hasta allí todo perfecto, pero luego viene el asunto de que… sí, pero no hay más que de esa agua.
Otra igual de fácil, una vez detectados los pozos que están fuera de norma, los clausuran las autoridades amparándose en el ordenamiento, y entonces como de todos modos hay que dotar de agua a la población, lo que harían los operadores del sistema es sacar toda el agua posible de los pozos que sí cumplieran, ¿y sabe cuánto durarían los tales pozos?
Hay dos posibilidades, una, que se agotaran en un plazo brevísimo, no es posible quintuplicar el nivel de extracción de un pozo y esperar que dure para siempre, y dos, que se abata el caudal tanto, que se llegue a niveles donde por razones de geología, haya más arsénico, ¿resultado? Que aquellos pozos que sacaron estrellita de oro enla primera medición, ya para la segunda o tercera estén en la misma situación que los otros que habían cerrado, si no es que peor.
Allí las tiene, dos notas, sin ninguna relación, como no sea la de que se refieren ambas a intenciones normativas por parte de la autoridad, sin haber medido las consecuencias de su eventual implantación. En el caso de la ley que prohibía las injurias, el beneficiario era uno solo, el ciudadano presidente, y ponga que se hiciera extensivo a burócratas de altos vuelos, antes de replicarse en los estados y municipios ¿porqué se iban a quedar atrás los gobernadores y los presidentes municipales?, si no se le pueden decir sus verdades con lenguaje florido al presidente, a ellos tampoco, así que al rato habría leyes estatales y bandos municipales prohibiendo hablar mal, y hasta pensar mal de los gobernantes.
La otra ley tiene un espectro más amplio, no va dirigida solamente a la región lagunera de Coahuila y Durango, sino a todas las zonas del país donde se extrae agua del subsuelo para inyectarla a la red que abastece a la población. al menos como se planteó en las notas que reseñaron la información, de lo que hablaron fue del problema, lo de los pozos que estarían fuera de la norma, pero no dijeron nada de la solución, ¿cómo hacer para quitarle ese arsénico que viene disuelto en el líquido?, la idea debería ser que, todos los pozos estuvieran en funcionamiento, y en cada uno de ellos hubiera un procedimiento físico, químico y/o biológico para que se le quitara al agua esa proporción de arsénico que la hace peligrosa.
En el caso de las injurias, se puede decir que vienen con el puesto. Nadie es monedita de oro, como para caerle bien a todo el mundo, y siendo el presidente, es obvio que atraiga el enojo de los muchos o muchísimos malquerientes y críticos de la actuación del gobierno. La opción es trabajar al máximo, tratando de quedar bien con todos, y si no se logra, por lo menos que quede constancia del esfuerzo realizado, eso evitaría las injurias ¿pero castigarlas?, eso al contrario, invitaría a lanzarse con todo contra quien tiene piel tan delicada.
Gobernar no es sencillo, legislar tampoco, quizá hasta más difícil, hacer leyes que funcionen, que sean justas, es más difícil que tratar de aplicarlas.
Una parece que ya cayó, veremos qué suerte tiene la otra, y nos parece que no será muy buena que digamos.
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