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¿Reconciliación?

BAILE Y COCHINO…

Por Horacio Cárdenas Zardoni.-

Ricardo Monreal Ávila no desperdicia la oportunidad de promocionar su oferta política rumbo a la presidencia de la república, ¿y por qué habría de hacerlo, cómo dejaría de hacerlo, si el resto de las corcholatas destapadas por el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador, mesías tropical y supremo destapador y otros apuntados, andan sueltos en pre, pre, precampaña?

Sabemos, no ha desperdiciado él tampoco, el supremo destapador y mesías tropicalísimo, cada ocasión que se le presenta, de dejar claro que el senador zacatecano le cae en la punta de los higaditos de pollo, ignorándolo, despreciándolo, manteniéndolo más enfriado que “un hielo de jaibol”, como cantaba Chava Flores, todo por ofensas reales, imaginarias o de las que lo convencieron sus alelotes que ven a Monreal como el enemigo a vencer, o bueno, como uno de los tantísimos enemigos a vencer. Y aun así…

A lo mejor López Obrador no pasa a la historia como el mejor presidente de México, ni como el redentor, “con visos de santidad” que le llama su lambiscón guía espiritual Alejandro Solalinde, pero seguramente Ricardo Monreal sí pasará como uno de los más abyectos servidores de uno de los políticos más soberbios y despreciativos que haya conocido México, y mire que ganarle a Claudia Sheinbaum o a Marcelo Ebrard en eso de tenderse como alfombra, es algo que nadie quisiera en su currículum.

Si acaso se cumple aquella máxima echeverriísta de que el presidente de la república es el hombre mejor informado de México, a López Obrador se le debe retorcer la tripa cada vez que Ricardo Monreal saca su palabra consentida, eje de su campaña política y basamento ideológico, la reconciliación.

Porque aunque diga que es el más fiel servidor de López Obrador, a nadie con dos dedos de frente, bueno, con uno para no dejar fuera a nadie, le escapa que la sola palabra y su machacona reiteración es una crítica de lo que ha sido la tónica durante el actual sexenio.

En palabras de muchos analistas políticos, académicos y observadores, a lo que se ha dedicado el presidente es a lo contrario, a polarizar, entendido este vocablo como tomar posiciones contrarias, en los polos opuestos del espectro político.

Con una visión por lo demás anticuadamente maniquea, López Obrador, otra vez sintiéndose el nuevo mesías, solo reconoce dos opciones: los que están con él, y los que están contra él (contra nosotros, dice en tono mayestático). Nos imaginamos que todavía más que a sus adversarios los neoliberales y enemigos los conservadores, le caen gordos todos aquellos que practican el tan mexicano “ni fu ni fa”, a las hordas de mexicanos a los que la cuarta transformación, su permanencia o su defunción les viene guanga.

Él, que quisiera tener a todos odiándose mañana, tarde y moda, sufre de la abulia del pueblo bueno y sabio, que se rehúsa a tomar una posición tan poco productiva.

Fíjese lo difícil que es tratar de quedar bien con dios y con el diablo, querer convencer al presidente de que son sus herederos, los que darán continuidad a la cuarta transformación, para llenarle el ojo y que se incline por él o ella, y por el otro, decirle al pueblo que habrá los cambios y ajustes que sean necesarios… en eso se han entrampado los tres, los tres que importan, Adán Augusto López Bis, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.

Continuidad con cambio… cambio con continuidad, eso no tiene ni pies ni cabeza, ¡que siga el odio, que siga!, pero la gente está harta de eso, o lo estaría si pusiera atención, que pone la menos posible. El único que ofrece algo diferente es Ricardo Monreal, el de la onda reconciliadora, condenado a quedarse fuera de la contienda donde no solo opina que debe estar, sino que debe de ganar, ah eso sí, por la buena…

Quede claro que estamos hablando solamente del Partido que no iba a ser partido, el Movimiento de Regeneración Nacional, que ni esa promesa, la primera de todas, pudo cumplir, y es que para muchos, amparados en lo que dicen y repiten las encuestas, será el partido que gane la elección presidencial de 2024, los otros partidos, los afines y los opuestos, poco se ocupan del tema central de la reconciliación, para ellos lo que importa es, o conservar la parcela de poder que les ha concedido la 4T, o hacerse del mismo y luego ya verán cómo se lo reparten, pero de regresar a la poca o mucha paz y tranquilidad que había hasta antes de que se sentara López Obrador en la silla del águila, de eso nada.

Acá en Coahuila tampoco se ve mucho de reconciliación posible, al contrario, da la impresión de que los enconos todavía están ganando presión y velocidad, antes de que pudiera interesar a alguien que se desinflen, se curen y cicatricen.

En los días previos al segundo debate se habló mucho de la posible declinación de Ricardo Mejía Berdeja y de Lenin Pérez a favor de Armando Guadiana. Todavía en el evento se notó como las acusaciones, groserías, alusiones habían quedado de lado entre los candidatos de MORENA y del PT, el de la coalición verde y naranja siguió igual, o no le hablaron o si le hablaron dijo que no. entre que eso circulaba, se dieron los dos ataques, más hacia el dirigente nacional Mario Delgado que hacia Armando Guadiana, primero allá en Piedras Negras y luego en el mismo escenario del debate.

Si había la más remota, infinitesimal posibilidad de que se sumaran, se saludaran bien, se sonrieran, lo que fuera, allí se acabó de tajo.

Todavía circularon fotografías, lo comentaron varias columnas políticas, de que cierto restorán de Periférico Echeverría había servido de escenario para que políticos de distintas filiaciones se saludaran, se tomaran selfies, se platicaran, como dando a entender que a pesar de todo, había civilidad, lo que olió a traiciones, a simulación, pero luego no hubo seguimiento.

Y bueno, todavía después se dio el exabrupto de que tú eres 1T, un traidor… ¿queda todavía espacio a una posibilidad de reconciliación entre los candidatos?, lo dudamos, pero finalmente son políticos, y la conveniencia los hace llegar a cualquier nivel de abyección con tal de seguir sacando raja.

Pero lo que nos interesa más, ¿hay posibilidad de reconciliación entre los seguidores?, allí está todavía más difícil, allí el rencor no hará más que crecer, y a como somos, sumarse a las múltiples incomodidades que tenemos los unos con los otros, lo que luego se convierte en la nota roja en “viejas rencillas” que explican hechos se sangre.

Con todo lo de malo que tiene Monreal, su rollo no es para desperdiciarse, ni a nivel país ni a nivel local. No debimos pelearnos, pero ya peleados lo procedente es reconciliarnos, y urge.

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