BAILE Y COCHINO…
Por Horacio Cárdenas Zardoni.-

A los saltillenses nos consta que el de los taxistas es un gremio que ha ganado un poder exagerado, uno que no podían presumir hace algunos años.
Todavía nos acordamos cuando Jericó Abramo era alcalde de Saltillo y decidió por sus pistolones, y la obediencia del cabildo de entonces, que la capital de Coahuila no podía, si quería verse como una ciudad de un país del primer mundo, seguir con sus taxis de chile, de dulce y de manteca. En efecto, por muchos años los carros de alquiler bastaba con que les pintaran una raya, les pusieran su copetito amarillo, portaran placas (requisito no siempre indispensable o más bien siempre negociable), y listo, a prestar servicio. ¿taxímetro?, qué taxímetro ni qué nada, para eso son las influencias, ¿uniformar los colores, amabilidad de los conductores, tarifas justas?, por favor.
Pero Jericó quería ver a la ciudad que gobernaba como la había visionado su mentor Humberto Moreira Valdés, convertida en SaltiYork, ¿y de qué color eran, son, los taxis en la ciudad de Nueva York?, ah pues amarillos, pero no un amarillo canario o un amarillo telegrama ni un amarillo limón, es un color muy particular que, gracias a miles de películas y programas de televisión, todos identificamos como automóviles de alquiler.
Pudo haber elegido el alcalde un verde fuerte, como los Ecotaxis que hubo en varias ciudades, o remontándonos a la prehistoria, aquellos corales o cocodrilos, como se conocía cariñosamente a los taxis del Distrito Federal hace más de cincuenta años, Jericó es más joven y con aspiraciones cosmopolitas, así que fue amarillo. Y hasta estableció una aportación del Ayuntamiento que absorbía si no todo, una buena parte del costo de la pintada.
De repente todo el servicio de carros de alquiler en Saltillo se pintó del mismo tono de amarillo, y ay de aquel que quisiera andar de pirata, le echaban a tránsito encima, a los inspectores de transporte y hasta a los GROMs, a ver quién se atrevía a reincidir. El gremio ya era sólido y cerrado antes, pero con esa identidad nueva, se consolidaron mucho más.
Esto como antecedente para decir que en la actualidad, el gremio de los taxistas es uno con el que ninguna autoridad quiere entrar en conflicto. Para decirlo con todas sus letras, se ha convertido en un poder al que el gobierno le tiene su respetillo, por no decir franco miedo.
Los incidentes se han venido sucediendo, algunos más graves que otros, pero ninguno así como para dejarlo pasar, y lo que debería ser más importante, no deberían ser tomados como hechos aislados, sino como parte de una nueva realidad con la que es difícil estar de acuerdo.
Recordará aquellas protestas en contra de las aplicaciones de carros de alquiler, les hicieron la vida imposible a los choferes/propietarios. El alegato era que eran una competencia desleal, que ellos sí pagan impuestos… que ellos sí tiene que cumplir con pasar revista… que deben tener “la unida’” en perfectas condiciones… que deben traer taxímetro, contar con seguro contra accidentes, etc. y los otros no. preguntándole a la gran mayoría de los usuarios, prefieren el servicio de un Uber, cuando lo había, de un Didi, de un InDriver, que el de un taxi amarillo, al que normalmente todo le suena, está bastante deteriorado, rara vez está limpio, y es que los otros traen carro si no nuevo, bastante bien cuidado, se ve como coche particular, el conductor es amable, y además el precio suele ser razonable y lo sabe uno de antemano. Se echaron a Uber y a los otros los tienen azorrillados.
Cuando hablaron de ponerse a la par, con una App propia, quedó como todo lo que hacen los gremios charros de toda la vida, en nada de nada. Los taxímetros sirven hasta cierta hora y después, aténgase a lo que el taxista imponga como tarifa, tómelo o déjelo. Así difícilmente puede decirse que la gente les tenga cariño.
Es entonces cuando implantan su régimen de terror, del cual están siempre dispuestos a dar ejemplos. Oiga, eso de ir a querer sacar a uno de los suyos de la cárcel municipal, ese no es un trompo que cualquiera esté dispuesto a echarse a la uña. ¿qué pensaban? ¿Qué por ser treinta o cincuenta iban a doblar a la policía en su propio cuartel?, adentro estaban armados, los estaban amenazando y literalmente atacando, diga que no respondieron mal, a punta de balazos. Esa fue una de tantas gotas que han colmado el vaso.
Lo mismo cuando bloquean las calles porque se llevan detenido a un taxista por haber participado en un incidente de tránsito donde hay víctimas, ah no, a fuerzas lo quieren libre y perdonado, y no es tanto que les importe tanto el compa, es que se están curando en salud de que si les llega a pasar a ellos, también el gremio le responda de la misma manera. Si los meros accidentes, con un particular, se le dejan venir una nube de taxis, que aunque no haya tenido la culpa el ciudadano, con tal de verse libre y lejos de turba tan amenazante, es capaz de aceptar lo que sea.
Estamos a pocos días de celebrar la elección de gobernador y de diputados al congreso del estado. Es en estas fechas en las que se suelen afianzar los lazos entre políticos y taxistas, a los que utilizan y ellos felices de ser tenidos en cuenta, para la operación carrusel, el acarreo y otras tantas marrullerías de esas que ya no existen pero siguen existiendo.
Este sería un buen momento para evaluar qué se les debe, qué se les quiere seguir debiendo a los taxistas, renovar los convenios de lo que se les permite y de lo que ya no se les va a permitir. Hoy los taxistas ya son un problema, que brota solo de vez en cuando, pero que permanece latente, demasiado cerca de la superficie. Si se quiere comenzar con el pie derecho, este es el momento de poner las íes bajo los puntos, estableciendo una relación más sana de la que existe en la actualidad. Son concesionarios, son servidores públicos habilitados, tienen sus responsabilidades, que no se obvian por un favor, por importante que pueda parecer en determinado momento.
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