fbpx

Entradas y salidas… el caos vial de Saltillo

BAILE Y COCHINO…

Por Horacio Cárdenas Zardoni.-

Permítame que le cuente una pesadilla recurrente, un asunto totalmente personal, pero que nos imaginamos que le pasó a mucha gente. Vivía yo en el entonces Distrito Federal, y tenía yo mi carrito en el que me movía para todos lados. Bueno, nada más pesadillesco que soñar con las entradas al Viaducto… para quienes hallan manejado en la ahora Ciudad de México, es una maniobra que requiere de una habilidad tal, que no le pide nada a la chamba de los controladores aéreos y los pilotos de los grandes aviones.

Allí le va la realidad, el famoso viaducto originalmente era un río, o varios ríos, pero como la ciudad tenía que crecer, a fuerzas, por el interés de los políticos y los dueños del dinero, se dieron a la tarea, por lo demás que debió salir costosísima, de entubar los ríos, el de La Piedad y otros, y construir una vía que pretendía ser rápida, y seguramente que lo fue en sus inicios. Es más, allí le va el colmo del lujo, estamos hablando de los años cincuenta a finales y los sesenta, la relación entre infraestructura urbana y vehículos era tal, que el viaducto se diseñó y se puso en operación considerando dos carriles centrales por sentido, más sus dos de las laterales. Y sí, podía uno incorporarse a la vía sin mayores complicaciones, claro con la debida precaución.

Ah, pero cuando nos tocó aprender a manejar… el viaducto ya no era de dos carriles, era de tres… en el mismo espacio, con lo que los carros que antes circulaban a sus anchas ahora lo hacían lámina con lámina, y de los pocos que eran, se convirtieron en muchos, muchísimos, y tanto, que cuando el tráfico está razonablemente fluido, la frecuencia y la distancia entre vehículos hace dificilísimo que el conductor novato, el distraído, el temeroso, se incorpore al viaducto.

Aquí la pesadilla: uno que no encuentra el momento y el espacio para entrar al tráfico cerradamente continuo de los carriles centrales, y una fila cada vez más larga de carros esperando que pase uno, para a su vez ellos intentar meterse.

Por supuesto, su descontento lo manifiestan a punto de claxonazos, como si en su momento ellos tuvieran la destreza, o alguna fórmula para que lo dejen pasar nomás con ponerse en posición para ello. Nada más alejado de la realidad, para todo es difícil esa maniobra.

Casi que uno prefiere que el tráfico esté lento y se detenga continuamente, porque así hay más oportunidad de que alguien le ceda el paso, y pueda incorporarse, pero esto no ocurre siempre.

¿Cuántas veces nos despertamos con la angustia de no poder entrar al viaducto?, muchísimas. Pero para que vea que no somos particularmente pusilánimes sobre conducir en la capital del país, hay un chiste de hace por lo menos medio siglo, quizá de cuando se construyó la magna obra, cuentan que estaba un señor tratando de cruzar el viaducto, y nomás no podía, no le encontraba la manera para hacerlo, y ya se estaba desesperando. De repente, ve a un señor, del otro lado del viaducto, y venciendo la pena que le daba, le pregunta al otro ¡Oiga! ¿cómo le hizo para cruzar?, a lo que le responde el otro “no, yo nací de este lado”…

Sirve este recuerdo de juventud ida para platicar sobre una realidad cada vez más patente entre los habitantes de Saltillo y de los municipios vecinos, además de quienes nos visitan esporádicamente o seguido, cada vez el tráfico en la capital es más pesado y complicado, lo cual es natural dado el crecimiento que ha registrado tanto la población como el parque vehicular, pero a lo que nos interesa referirnos es a la dificultad de incorporarse a él, al tráfico, en ciertos puntos críticos, que lo hacen una maniobra difícil, peligrosa, y que en no pocos casos termina en accidente.

Le voy a poner un ejemplo, de cinta negra, si se tratara de artes marciales, el salir de Villa Ferre, atravesar todos los carriles de Venustiano Carranza para dar la vuelta en “El caballo”, la estatua ecuestre de Venustiano Carranza, ¡aguas!, no es fácil. Una un poquito menos cerrada, pero con la dificultad adicional de estar en curva peraltada, es la salida de los que vienen de El Campestre, queriendo igual, tomar Venustiano Carranza hacia Saltillo en la vuelta de De Acero, también es palabras mayores, y ésta más, porque para incorporarse al carril de alta velocidad de los que vienen de la carretera Monterrey Saltillo, suelen venir a la velocidad máxima que les permita el tráfico, ¿y espera uno que le den el paso, cuando acelera uno de cero, o diez, o veinte kilómetros por hora, a los ochenta o cien o más a que vienen aquellos?, échese ese trompo, y hay quienes lo hacen a diario, varias veces al día, exponiendo el pellejo en cada una de ellas. Muchos de los habitantes de las colonias de por allá, prefieren irse por las avenidas del rumbo, a sabiendas que el tránsito les triplicará o más el tiempo para ir a su destino, pero es eso o arriesgarse feamente.

Las entradas y las salidas son lo que le dan viabilidad y éxito a un desarrollo urbano, o por el contrario, lo condenan al fracaso. ¿Ha visto por ejemplo, el edificio que está en la esquina de Periférico Echeverría y Abasolo, contraesquina del HEB?, para empezar no tiene estacionamiento propio, ni un cajón, luego está sobre dos vías en las que no se puede uno estacionar, por el volumen de tráfico, tiene ocupados los locales del piso de abajo con negocios pequeños, y los pisos de arriba, vacíos desde hace añísimos.

Ahora que Parque Centro está en plena construcción de algo así como 900 departamentos en la zona norte de Saltillo, en el polígono delimitado por la plaza Galerías, las colonias Jardín, Jardín Oriente y Ángeles, el de los accesos, las entradas y salidas para sus futuros habitantes, es algo que los debe poner a pensar si vale la pena aventarse una inversión tan fuerte, para vivir en un “depa” que a lo mejor está muy chic, y muy bonito, muy moderno, pero que entrar y salir va a ser una pesadilla que se repita cada ocasión en que abandonen su nidito de felicidad.

Porque la única salida planeada es la Calle Sauce, una triste calle de dos carriles, uno por cada sentido, que en el momento actual ni banqueta tiene, y que gracias a que por allí ha pasado, sigue pasando y continuará haciéndolo hasta que acaben el último edificio, el tráfico de camiones pesados, está convertida en un campo minado de baches y hundimientos, que ni por casualidad se ofrecen a ayudar a tapar, ni siquiera lavando allí las revolvedoras, a ver si ese resto de concreto al solidificarse, refuerza el asfalto, pero no, nada.

Imagínese que vive en un departamento que le salió en, no sé, cuatro o cinco o más millones, y que cada vez que entra o sale se las ve con una monstruosa bomba de concreto, la mencionada revolvedora, y el trafical de los que van hacia Venustiano Carranza hacia el poniente, o hacia Adolfo López Mateos hacia el oriente, solo eso devalúa, si no el predio, sí las ganas de habitarlo.

No sé, como cuando a alguna lumbera se le ocurrió que donde cabían dos carriles en el viaducto, cabían tres, así en el Instituto Municipal de Planeación, en Servicios Públicos, en Desarrollo Urbano deberían planear, calcular, y ejecutar obras para que las entradas y las salidas a las colonias no representara, déjese el riesgo, que es lo más importante, pero también la incomodidad, el miedo, la pesadilla.

Ya para terminar, no se como le hacen los que trabajan en Multimedios, en un negocio de materiales de construcción y otros que están entre los dos cuerpos de la carretera, deben ser unos auténticos ases para incorporarse al tráfico todos los días, y vivir para contarlo.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Powered by WordPress.com. Tema: Baskerville 2 por Anders Noren.

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: