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Chambear para el municipio

BAILE Y COCHINO…

Por Horacio Cárdenas Zardoni.-

Uno de los problemas a los que nadie le quiere entrar es la ciclovía que no sirve para nada pero nadie se atreve a quitar. (Foto Ruedas Rebeldes)

El lugar común dice que el trabajo es algo tan malo, pero tan malo, que hasta pagan por hacerlo. Todos lo hemos escuchado y en público nos hemos pitorreado, todo para que en la soledad de nuestra realidad cotidiana, nos veamos obligados a reconocer y aceptar que ese trabajo tan horrible que tenemos, nos es indispensable para vivir.

La sociedad, a como está organizada, obliga a que cada uno de sus miembros contribuya económicamente a ella, o no tanto que contribuya, porque eso suena a teoría con poco fundamento, algo de lo que mejor no se debe hablar en estos tiempos en los que el tema del supuesto adoctrinamiento de los niños a través de los libros de texto gratuitos en las escuelas haga sospechosos hasta esos planteamientos de toda la vida.

Digamos mejor que la sociedad lo que quiere es que cada quien se mantenga solo, trabajando, vendiendo algo, o viviendo de sus rentas, lo que sea, menos estar a expensas de otros, eso es lo que no nos cae bien a ninguno de nosotros, y otra vez, no porque así lo tengamos pensado y reflexionado, sino porque así se nos ha impuesto opinar, y hasta tomar una actitud activa para, allí donde vea uno a alguien holgazaneando, exigirle airadamente que se ponga a trabajar.

Por supuesto que todo el mundo quisiera un empleo bien remunerado, excelentemente remunerado, en donde además tuviera proyección y reconocimiento, si no es que alabanza y pleitesía, a cambio de nuestra dedicación, y que no se le exija demasiado a esta.

En una empresa, todos quisieran ser gerente o director de área, en el gobierno todos quisieran ser coordinador, director general o subsecretario, los puestos de arriba no, porque allí los cocolazos se ponen a peso, y terminan queriendo que uno se gane el sueldo que le están pagando, lo que no ocurre tanto más abajo en el escalafón.

Sabido es que en este mundo hay gente para todo, y que incluso hay gente que tiene la vocación de chambear de buzo en el drenaje profundo de la ciudad de México, así nomás por mencionar el que se nos ocurre el trabajo más desagradable de todos, pero cayendo en lo simplista, el de dividir a la gente en dos posibilidades, están aquellos que prefieren por sobre todas las cosas laborar para la iniciativa privada, y los otros, que no se encuentran a sí mismos más que trabajando para el gobierno, hay una tercera opción, comentario al margen, los que somos periodistas… pero nosotros nos cocemos aparte, y no porque ande uno de separatista, sino porque los otros son los que nos hacen el feo.

Desde hace algunos siglos, desde que se consolidaron las burocracias como entidades con vida propia, capaces de absorber gobiernos y naciones enteras, hay mucha gente que dijo “yo de aquí soy”, y sí, hay muchísimas personas que literalmente, desde que adquieren la consciencia de que tarde o temprano tendrán que incorporarse al mercado laboral, se orientan a lograr una colocación en alguna oficina de gobierno. ¿Haciendo qué?, eso no importa, el mexicano que se inicia en la burocracia manifiesta desde muy temprano  las habilidades y actitudes de todólogo, o sea, que son buenos para cualquier cosa, y en su versión más acabada, CHPT (chingón pa’ todo) que decía “El diputado” Gaona.

¿Y cómo no va uno a ser así, si los de arriba ponen el ejemplo?, en efecto, los políticos, cuando se convierten en administradores públicos, rara vez van a dar a una dependencia cuyo trabajo sea su especialidad. Más bien se les ubica en cualquier sitio que esté vacante, donde el que los contrata piensa que podrán rendir los mejores resultados.

Es el caso que ahora con la cuarta transformación, una señora que estaba en la secretaría del trabajo de la noche a la mañana amanece en gobernación, un arqueólogo era el director del Instituto de Salud para el Bienestar hasta que lo tronó, un agrónomo es director de Petróleos Mexicanos, y así por el estilo una infinidad de casos, en los que, en palabras del propio presidente de la república Andrés Manuel López Obrador, hay que ser 90% leales y 10% capaces para realizar el trabajo que se les está encomendando.

Los puestos altos, es obvio que los acepten sin darle un segundo a pensar si van a poder con él, o que no saben nada al respecto, ¿pero los puestos de abajo?, allí sí que nos preguntamos cómo o porqué aceptan chambitas que la verdad…

Es cierto, allí está la máxima juarista de que él iría a laborar a donde la república tuviera a necesidad de su persona, y mencionaba el benemérito de las Américas que hasta de portero de algún edificio público aceptaría ser.

Copión como es él, hace pocos días Ricardo Monreal Ávila salió con que él iría allí a donde MORENA decidiera mandarlo, refiriéndose a que no le haría el feo a ser candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de México, como si no nos acordáramos que hace meses dijo y repitió que si no era presidente de México, se iría a retirar a su rancho que tiene, un pequeño latifundio que se halla por allá en Zacatecas. ¿pero los burócratas de abajo piensan así también?

Ya habíamos comentado hace algún tiempo en este espacio que de veras había que tener sangre para trabajar de encargado de uno de los centros de Ecobicla, o como se llame ahora o todavía, esos donde se alquilan bicicletas para recorrer las Ciclovías.

Es uno de los trabajos más aburridos de toda la administración municipal de Saltillo, y lo es porque las propias ciclovías son un dolor de cabeza para toda la burocracia, de alcalde para arriba y para abajo.

Ni las mantienen, ni las quitan, ni las amplían, ni se las toman en serio, todo se les va en dejarlas como están, si se terminan de borrar las rayas, que bueno, si se roban más de los bordos de neopreno que la delimitan, mejor.

Ah pero ¿cómo van a descuidar el compromiso con “la ciudadanía”, y por eso siguen abiertos y manteniendo en supuesto funcionamiento las estaciones de EcoBicla.

Según un reportaje aparecido hace pocas semanas, uno de los empleados dijo, confesó, que se presta un promedio de veinticinco bicicletas… ¡a la semana!, esto nos da que atienden a cinco personas al día, una cada dos horas… ¿qué hacen el resto del tiempo?, aburrirse como ostras, estar pegados al celular durante toda la jornada, y poca cosa más.

Recientemente el municipio abrió otra función no menos aburrida que la de rentero de bicicletas: cuidador del árbol.

Seguramente ha escuchado el caso del nogal que está a la mitad de la calle Sauce, en la colonia Jardín, uno que le estorba al desarrollo del proyecto Parque Centro, cuyos promotores han hecho lo posible por tumbarlo, secarlo, lo que sea, con tal de retirarlo de allí.

Pues bien, a raíz de las protestas de los habitantes de las colonias aledañas, el municipio en un desplante de generosidad, asignó una persona para cuidar el árbol. No sabemos si en la noche también, pero hemos pasado por allí a las ocho de la mañana, y ya está allí el vigilante, hemos pasado en la tarde, y allí está de plantón.

No es el mismo señor, como que se rolan, y da la impresión que laboran para el área de ecología del ayuntamiento. Se ponen allí, a nada, sobre eso que llaman la banqueta en la calle Sauce, a ver si le salen hojas al nogal, si se le caen, si da alguna nuez.

Para pasar el larguísimo turno, ya se trajeron una cubeta vacía, y en ella se sientan las horas. Se asolean, se mojan, se los comen los zancudos, resguardando el árbol que el alcalde no quiere que se convierta en un problema político, y el pagano es el pobre burócrata que acepta órdenes, así sea de no hacer nada, porque no hay nada que hacer. Ya parece que alguien va a ir a volver a echarle aceite quemado al nogal, delante de un empleado municipal, no son tan torpes.

En fin, qué bueno que cuiden el árbol, qué bueno que no le den mate a la ciclovía, aunque tampoco le den respiración artificial, pero sí, chambear para el municipio requiere cierta clase de gente sacrificada, ojalá al menos les paguen razonablemente bien, y se los reconozcan, aunque lo dudamos.

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