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Villa Unión, las sentencias

BAILE Y COCHINO…

Por Horacio Cárdenas Zardoni.-

Unas horas después del ataque a la presidencia municipal de Villa Unión, el gobernador Miguel Ángel Riquelme, acompañado de Fernando Simón y Claudio Bres, acudió en apoyo de la sociedad. Hoy fueron sentenciados los agresores.

A lo mejor es que así convenía políticamente, a lo mejor es que no querían dejar esos cabos pendientes, o quizá es que la justicia poco a poco ha dejado de ser, cuando menos en Coahuila, ese túnel del tiempo en el que se pierde buena parte de la vida, las esperanzas, las expectativas de los ciudadanos mexicanos, el caso es que en días pasados se dio a conocer la sentencia sobre el caso Villa Unión.

En nuestra opinión, había que resolver el caso antes que concluyera la administración del gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís, para que se llevara esa medallita en su caja de recuerdos, para que no tuviera ese pendiente en su mente, entonces la Fiscalía del Estado se puso a jalar a marchas forzadas, influyendo, en la medida en lo que esto pueda ser posible, en el poder judicial, para que también saliera de su modorra, y cuando menos a este asunto, le metiera la velocidad debida, como regalo de despedida de los tribunales al mandatario, en señal de amistad, si no de agradecimiento por la atención y favores recibidos.

La historia es algo que importa recordar, no como hecho ocurrido y asunto concluido, sino por el carácter de ejemplo que puede y debe tener en la realidad política, social, cultural, económica y de todo tipo, incluyendo educativo, formativo y emocional de las futuras generaciones.

La sentencia que se dictó en contra de 28 implicados en el ataque a la cabecera municipal de Villa Unión, población ubicada en el norte de nuestro estado, no fue exagerada, tampoco fue suave.

Cefereso de Ramos Arizpe.

Recordamos que hace no más de un mes, un juez dictó sentencia de más de 600 años de prisión a un par de polleros, que hace algunos años fueron detenidos en Arteaga, mientras retenían contra su voluntad a algo así como treinta personas. Allí sí que el juez se despachó con la cuchara grande, a lo mejor porque los 600 años son la acumulación de veinte años por cada persona y se juzgó caso por caso, o vaya usted a saber cómo opera la mente de los juzgadores, el hecho es que en seis siglos, el par de presos saldrá en calidad de momias, o de polvo, pero poco más, de las siempre cómodas prisiones coahuilenses.

No, a los sicarios, porque dudamos que entre ellos fuera ningún jefecillo ni capo, les endilgaron entre 113 y 137 años, siendo lo más probable que ni uno solo de ellos, ni el más joven, vuelva a ver la luz del sol en libertad, todos morirán en la cárcel, y ni siquiera gozando de la compañía de los coahuilenses que venían a masacrar o a dominar, sino en alguno de los selectos Centros Federales de Readapación Social, los tristemente célebres CEFERESOS, si es que todavía se llaman así, de entre los cuales el de Mesillas, acá en Ramos Arizpe, mantiene un récord de 168 quejas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos… solamente en el año 2023, debe ser un sitio especialmente propicio para la readaptación social de quienes caigan en sus garras.

Esta no es una colaboración periodística de esas que se congratulan de que la justicia “haya sido servida”, como dicen en las películas gringas, que se haya cumplido la ley, queremos ir un poco, no demasiado, más allá de la satisfacción que sentirán muchos ciudadanos de Villa Unión de saber que se les hizo justicia, cuando menos en la persona de estos 28 sicarios, que no les quita el susto, ni les restaña las heridas, no les devuelve los bienes destruidos ni les revive a sus muertos.

Nomás los perpetradores pasarán el resto de sus cortas o largas vidas tras rejas y muros de concreto, sin ninguna posibilidad de revisión de su condena, porque para solicitarla se requiere pagar abogados, y para aquellos que los contrataron como sicarios, están tan muertos ellos, como aquellos otros compañeros suyos que no sobrevivieron a los enfrentamientos con fuerzas estatales y elementos del Ejército Mexicano, en los peladeros del semidesierto.

Disculpará usted lo pedestre del comentario, ¿a quién se le ocurre pensar en dinero cuando estamos ante un ejemplo de los grandes logros policiacos y de procuración de justicia del gobierno de Coahuila?, pero… ¿cuánto nos va a costar sostener por un número todavía indeterminado de años a todos estos hombres? Como ya dijimos, no van a una prisión de las de Coahuila, con un presupuesto de operación y un costo por preso más o menos razonable, dadas las condiciones en las que se les tiene, sino como inquilinos de un penal federal, cuyo costo es sustancialmente mayor, al ser considerados reos de alta peligrosidad, así sea solo por su capacidad de violencia, no por su intelecto delictivo.

Póngale el costo que guste, mil pesos diarios por cada uno de los presos, son treinta mil pesos al mes, que no gana la enorme mayoría de los mexicanos “de bien” que está haciendo cotidianamente el mejor de sus esfuerzos, aplicando todo su ingenio por salir adelante, y con mucha suerte saca la tercera parte de eso. ¿Es eso justicia?

Un poco más hondo en el lodo, ¿cuánto gana un pensionado?, pues la pensión mínima obligatoria es de alrededor de cinco mil pesos mensuales, más los 4,800 que recibe bimestralmente de parte del Bienestar, son como siete mil cuatrocientos pesos al mes, lejos de lo que seguirá costando uno de los asaltantes de Villa Unión. A usted podrá faltarle empleo, alimento, medicamentos, hasta algo con qué taparse del frío en las noches, a ellos, reos de privilegio, muchos de ellos en celda aislada, no les faltará nada.

Tampoco vamos a ponernos en el plan, básicamente porque no nos corresponde, de que mejor los hubieran “abatido” a todos, como manda el lenguaje políticamente correcto tan en boga en estos tiempos. Según las crónicas que leímos hace cuatro años, de parte de las fuerzas estatales se dio una auténtica cacería. Trabajo les costó a los oficiales contenerse para no liquidar a los delincuentes, perdón presuntos, allí mismo donde los encontraron. En aquellas soledades y dadas las circunstancias nadie les habría reclamado nada, y se portaron a la altura, los prendieron y presentaron ante el ministerio público. No es poca cosa.

Pero hubo que correr un juicio, que aunque esos datos rara vez se revelan, debió costar una millonada, tan solo se habló de mil elementos de prueba y trescientos testimonios ¿cuánto costó en fotocopias y en horas hombre de secretarios, jueces y demás personal?, un lanal.

En fin, la justicia ha sido servida, y bien servida, nosotros somos los que nos quedamos con la cuenta del banquete para pagarla hasta que se muera el último, o nos muramos nosotros, momento en el cual otro paisano tendrá que entrarle con su cuerno.

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