Suena a burla. Mientras se realizaba una reunión de seguridad pública en Palacio de Gobierno, cuando Rubén Moreira daba a conocer los doce puntos —lineamientos, les llamaron en el boletín informativo— de acción para devolver la tranquilidad a los ciudadanos, las calles de Saltillo eran prácticamente secuestradas por delincuentes que en unos cuantos minutos cometieron cuanta fechoría pudieron, sin que apareciera un solo policía, una sola patrulla municipal, al llamado de auxilio de las personas perjudicadas en su integridad y sus bienes.
Es como si el alcalde Isidro López Villarreal supiera lo que sucedía en las calles mientras firmaba la estrategia y recomendaciones que pactaron el gobernador él y los 37 alcaldes más de la entidad. Su sonrisa socarrona, con la que aparece en las fotografías de «tan importante acto», así lo hacía ver.
¿Quién ordenó el asalto a una docena de comercios y el secuestro de dos personas en «menos que canta un gallo», justo cuando se desarrollaba la reunión de seguridad para preservar el orden y la paz pública en la entidad?
Mientras se firmaba el «hecho histórico» donde se reunieron con el gobernador Rubén Moreira Valdez los alcaldes de los 38 municipios, los titulares del Poder Legislativo, Judicial, del Cisen, el Ejército, PFP y de Organismos Autónomos como el ICAI y la Auditoria Superior del Estado (ASE), los bandidos hicieron de las suyas en un mes donde no solo la luna resultó ser la más bonita del año sino un octubre de pingües ganancias para los delincuentes a los que, extrañamente, no les importa la presencia de ninguna de las fuerzas de seguridad y más bien parece que actúan con la complacencia y la venia del presidente municipal.
Es el terror su campaña de posicionamiento. Es un destruye, acaba, rompe, quiebra, quema, asalta, secuestra, que después será resanado a conciencia, desde las esferas del poder, desde donde, tal parece, se gestan y articulan todos y cada uno de los delitos violentos que se presentan en Saltillo.
Es la burla total. A la propuesta de seguridad del Gobernador Moreira, fallida por cierto, se antepone la campaña de posicionamiento político que ha emprendido el alcalde Isidro López Villarreal a través de su grupo integral de asesores y séquito de jilgueros que han invadido los espacios en medios informativos de la localidad con miras a cimentar el futuro político.
Ese día, doce fueron los asaltos y secuestros, doce fue el número mágico, como las doce reglas de oro del gobernador con las que, por arte de magia, va a retornar a la capital del estado, y al resto de los municipios, la paz que hoy solo se puede encontrar en los cementerios.
Primer asalto en las calles de Saltillo y primer lineamiento: El Gobierno estatal y los municipios se pronuncian en contra de la delincuencia organizada, en todas sus vertientes; destacando nuestra lucha contra el narcotráfico como el principal generador de violencia en el país y en el mundo. Por lo anterior condenamos todos los actos relacionados con esta actividad delictiva, desde su origen, financiamiento, venta, trasiego y operaciones de lavado de dinero.
Y también primera sonrisa del alcalde Isidro López, quien parecía estar perfectamente informado de los atentados contra los ciudadanos y sus bienes. Disfrutaba, burlonamente, de los intentos fallidos de Rubén Moreira por devolver la tranquilidad a un pueblo que demanda, que suplica, que exige paz, simple y llanamente paz. Paz para caminar por las calles, paz para entrar a comer a un restaurante, paz para realizar compras en cualquier comercio.
Y por primera vez, octubre se convirtió en un mes de terror, un mes en donde se registró la mayor cantidad de asaltos, de secuestros, de robos. Más de cincuenta asaltos violentos aparecen en las listas de demandas de la Procuraduría de Justicia, otra dependencia plagada de ineptos como la policía municipal.
Otra cantidad igual, seguramente, habrá ocurrido en las calles de Saltillo y no aparece en las estadística porque los ciudadanos ya se cansaron de ir a poner denuncias, de solicitar la intervención de la policía porque, al fin de cuentas, bien saben que mucho del daño que padecen se debe a que éstos, sus patrones y los alcaldes forman parte de esa red de delincuencia que tanto daño está causando.
Y ahí sigue el gobernador, creyendo que con reuniones de trabajo, con sugerencias, con órdenes directas a sus subordinados, incluyendo los alcaldes se puede conseguir que la paz y la tranquilidad regresen a las calles de las principales ciudades del estado.
Torreón se encuentra inmerso en la violencia que generan los grupos delincuenciales de los llamados organizados pero en Saltillo es un puñado de pillos que mantienen asolada a la población, un puñado de delincuentes que «laboran» con la autorización, con el permiso incondicional de la autoridad.
Y eso no es secreto.
Aun recuerdo aquella conversación con mi amigo Alberto Dogart, comandante policiaco ya fallecido, quien muy ufano llegó un día a la comandancia a entregar a un carterista que había hecho de las suyas en el centro de la ciudad.
Apenas entró, los encargados de las celdas le hicieron ver que la había «regado», porque el carterista tenía el permiso correspondiente para actuar sin ser molestado. Dicho esto, le quitaron las esposas y lo dejaron que retornara a las calles a cumplir con sus santas acciones que permitían que algunos vivillos funcionarios disfrutaran del dinero mal habido.
Y esto, al igual que lo que comentaba Dogart parece que es lo que ocurre en Saltillo. Mientras las reuniones se siguen desarrollando y suscribiendo, el jefe Isidro López permite que los pillos sigan teniendo secuestrada a la sociedad, todo a cambio de unos cuantos pesos.
Huy si, jejeje santo Rubén Moreira, no mames porfavor compita, no vez como tienen al estado y tú has de ser de esos pinches come lonches pagados, cocainomanos como el perro de Soriano, además putos homosexuales, ya se les llegara el momento y ya se los llevara la verga por corruptos. Hijos de su puta madre……