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Debo no niego ¿pago algún día?

Rubén Moreira está desesperado por la escasez de dinero que enfrenta su administración. El, que tuvo chequera abierta el sexenio pasado sin ninguna responsabilidad de nada, ahora que pasó de borracho a cantinero quisiera seguir gozando de ese privilegio.

Los diputados y gobernador Rubén Moreira asestaron el enésimo golpe a la economía de los coahuilenses.
Los diputados y gobernador Rubén Moreira asestaron el enésimo golpe a la economía de los coahuilenses.

Hace algunas décadas, con el advenimiento de una de las tantas crisis económicas que sucesivamente han agobiado a este país, se acuñó una frase lapidaria y claridosa: debo, no niego, pago no tengo.
En aquella ocasión no se trató de un “problema de caja”, como definiera Jesús Silva Herzog, entonces secretario de Hacienda de José López Portillo, el problema de la incapacidad de las arcas nacionales para cubrir los adeudos de corto plazo con los acreedores internacionales, que a los nacionales con expropiarles los bancos bastaba. Tampoco fue un “error” como aquel de diciembre de 1994, que dio al traste con las expectativas de incorporar a México al primer mundo como quería Carlos Salinas de Gortari, o tantas otras bizantinas explicaciones que se nos han dado para tratar de convencernos de que no fue la incompetencia, la corrupción, la traición a la patria, lo que llevó al país a despertarse un día con indicadores de bienestar como los de una, dos o más décadas en el pasado.
No, la que surgió en tiempos de Ernesto Zedillo fue una crisis del sistema bancario, caracterizada por la incapacidad real y absoluta de la gente de pagar los créditos que en algún mal momento habían contraído con los bancos. Cada quien tenía su deuda, inmobiliaria, de tarjeta de crédito o de cualquier otro tipo, y sin saber como ni cuando los intereses crecieron hasta hacer imposible al deudor cumplir con lo que se le estaba exigiendo. Fue también la época de los UDIs, las mentadas unidades de inversión que en teoría harían más llevadera la deuda de personas, empresas y gobiernos, y que resultó todavía peor que si la hubieran conservado en pesos. La expresión era y sigue siendo cierta hoy en día en que la sociedad mexicana ha estado dando muestra de un grado de madurez que el gobierno y las instituciones le niegan, nadie niega la deuda que tiene, pero así mismo exige que los bancos comprendan que carece de recursos para cubrirla, razón por la que pide nuevas condiciones, mismas que se han tardado demasiado en llegar.
Muchas personas y muchas familias lograron salir de sus problemas a costa de grandes sacrificios, otras de plano dejaron correr las cosas y que les quitara el banco lo que pudieran, era triste y enfurecedor que la deuda en no pocos casos era muy superior al valor del bien original, sobre todo tratándose de casas o automóviles, por no hablar de ropa u otros satisfactores efímeros, ni teniendo suficiente dinero se aviene uno a literalmente regalarlo en forma de intereses, mucho menos cuando no lo hay. De esta crisis quedan resabios, pocos, pero nadie podría decir que finalmente se dio por zanjada, como tampoco se puede hablar de que se haya aprendido la lección, poco menos que asedio es lo que recibe uno en los bancos, en las tiendas, en las plazas, por teléfono, para que contrate un préstamo o acepte una nueva tarjeta de crédito, perfilándose en cualquier chico rato estar no uno, sino todo el país como estuvimos en aquellos años.
Malo cuando a nivel gubernamental se comportan tan irresponsablmente como uno, contratando deuda a diestra y siniestra, con la ventaja subrepticia de que uno en lo individual no tiene que hacerse responsable de los compromisos de gobierno. ¿Que importa que el servidor público también sea ciudadano o vuelva a serlo cuando termine su período como funcionario?, trabajando para el gobierno se logran “ahorros” y patrimonios que lo ponen a uno muy por encima del peladaje, y en condiciones de no volver a tener que pedir prestado un centavo nunca.

Lito Ramos, cuentas alegres.
Lito Ramos, cuentas alegres.

Hablar de la deuda del gobierno de Coahuila es trillar algo sobre lo que ya se ha trillado demasiado, sin embargo ¿que le vamos a hacer?, es un asunto que nos compete a todos los ciudadanos del estado, por más que no hayamos tenido vela en el entierro, estamos siendo y seguiremos siendo los paganos por décadas por venir. El tema siempre está presente en forma del dolor sordo que representa el empobrecimiento colectivo que vamos sufriendo los ciudadanos por el solo hecho de habitar Coahuila, pero de repente vuelve a las primeras planas impulsado por el propio gobierno, que pareciera que lejos de querer que la gente se olvide o desentienda, prefiere que esté permanentemente en nuestra conciencia.
En las semanas anteriores las autoridades financieras, en colusión con el Congreso del Estado, se pusieron a cocinar el enésimo golpe a la economía, ya no de las familias actuales, sino de las futuras de este estado, al solicitar unos y aprobar otros la renegociación de la deuda gubernamental, que gracias a ese solo hecho, alcanzó la histórica cifra de 38 mil millones de pesos, y que habrá que durar por los decenios de los decenios, aunque nos sospechamos que será por los siglos de los siglos.
Coahuila está reconociendo que debe dinero, ¿cuanto?, mucho, demasiado, son esos 38 mil millones más una cantidad superior de pensiones y otros asuntillos que a veces manejan juntos y a veces separados, dependiendo de la conveniencia del momento de la clase política. Pero también está dejando claro, para el que así lo quiera entender, que ninguna intención tiene de pagarlo, pues no nos engañemos, dejarlo para dentro de veinte o treinta años, según la palabrada que acompañó la traición al pueblo que fue esta autorización legislativa, son ganas de no pagarlo, de no pagarlo uno, ya si lo paga quien sea que gobierne en el año 2034 o 2044, ya será muy su problema, y si las cosas siguen como hasta ahorita en esta nación, ya lo estarán renegociando para otros cuarenta o cincuenta años después, y así mientras aguante este país que alguien prometió entre ladridos que nadie lo volvería a saquear.
Rubén Moreira está desesperado por la escasez de dinero que enfrenta su administración. El, que tuvo chequera abierta el sexenio pasado sin ninguna responsabilidad de nada, ahora que pasó de borracho a cantinero quisiera seguir gozando de ese privilegio, pero las condiciones son muy distintas. La aceptación, de una supuesta rebaja de la tasa de interés, a cambio de prolongar la deuda otros diez años, todo para disponer de supuestos setecientos millones de pesos por cada año de los que dure todavía el sexenio, es una irresponsabilidad del tamaño del mundo.
Yéndonos a la pura aritmética, sin ninguna consideración política, el presupuesto que autorizaron los diputados federales para el próximo año, ese que han llamado histórico y que sobrepasará los 40 mil millones de pesos… bien podría pagar la megadeuda en tan solo un año enterrando de una vez por todas el megafraude, ¿pero quien quiere pasarse doce meses gastando apenas dos mil millones, y menos si es año de elecciones?, mejor hacer esos enjuagues financieros en los que es mucho el dinero que va a dar a donde no debía.
Según las cuentas alegres de Lito Ramos, un porcentaje se pagará a veinte años, otro a treinta años, no quedando para nada claro si son acumulativos o no, y una proporción adicional se bursatilizará, como si la gente estuviera loca esperando ver cuando Coahuila coloca bonos de deuda, que esa sí, tendrá que ser pagada a precios de mercado, lo cual no deja de ser un riesgo para el emisor, y peor para sus garantes, nosotros.
Coahuila debe, nadie lo niega, ¿porque lo debe?, ah eso a nadie en el gobierno le importa, y a los que nos importa no nos hacen ningún caso. De que algún día lo pagará, de eso no hay la más mínima certeza para nadie,pero mientras cubriremos intereses cada vez más onerosos, mientras que los que nos dejaron emboletados ya volaron.

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