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El reino de las Coahuilas de VM Rubén de la Moreira merece todo el dinero de su pueblo

reyes¿De dónde sacaría Sir Humberto de la Moreira, el hijo del pueblo, el hermano querido y extrañado por la repugnante y andrajosa plebe, que los habitantes del reino de las Coahuilas de México eran buenos, más buenos que un pan dulce? Solo él sabía por qué atribuía tal calificativo para un pueblo ruin que no expresa su agradecimiento hacia quien los gobierna.
Eso pensaba Vuestra Excelentísima Majestad, amo y señor de pueblos y haciendas, D. Rubén de la Moreira mientras veía, estrujaba y arrojaba al cesto de basura, un montón de recortes de periódico en donde lo pelafustanes malagradecidos criticaban sus benévolas acciones y su nueva forma de gobernar.
La plebe exigía seguridad para evitar ser víctimas de un grupo de ladrones que tenían sitiadas las calles de todos los pueblos deste territorio extenso. ¿Para qué pedir eso? Lo mejor, para evitar que esos extraños les robaran sus pertenencias, máscara en el rostro y arma en mano, era que entregaran esos recursos al Tesoro del Reino para que él, como su Reyezuelo, pudiera brindarles leyes, muchas leyes para castigar, aunque fuera a golpes de papel, a los responsables de tanto latrocinio que acontecía todos los días y a todas horas. No había minuto en el reloj que los plebeyos no gritaran clamando justicia, asunto que lo tenía fastidiado.
Además, ¿acaso no era de todos sabido que, pese a la carga de impuestos y a las crisis económicas los pobres no dejan de ser pobres y sobreviven a todo? Los pobres lo único que tienen bueno es ser obedientes y serviles. De ahí en más no tienen nada, ningún derecho. Lo único que les queda es cumplir con sus obligaciones.
¿Y los ricos, esos de qué se quejan si trabajan y explotan a su antojo a cuanta gente les viene en gana a cambio de ceder parte de sus ganancias a la Corona de las Coahuilas? Unas cuantas monedas que no sirven para gran cosa, que depositan por concepto de Impuesto Sobre Nóminas. Una bagatela.
Si no que digan para qué carajos sirven 260 o 270 o 300 miserables millones de pesos que depositan en esa cuenta de ISN. Acaso no saben estos cuentachiles el gasto que debe hacerse para representarlos en todos los confines del Gran Reinado de México?
Si nada más por concepto de viajes en un año se gastan más de 50 millones de pesos, –entre avión, gasolinas, autos blindados, restaurantes, bares, celulares– cómo se atreven a exigir cuentas claras. ¡Qué burla! Y que ni pregunten que se hace en esos viajes porque para eso se gasta mucho dinero en los medios reales de información, mucho más dinero que el que ingresa por concepto de impuestos sobre nóminas.
Pero, se hacen tontos esos empresarios o de verdad no se dan cuenta que están bien representados en Asia, a donde realizo tantos viajes para promocionar estas tierras, aunque la verdad a mí me encanta ir a esos sitios, a disfrutar de agradables comidas, de compañías sofisticadas, de médicos que atienden mis lamentables e incurables males por los que he tenido que recurrir a Dios, a través de su representante en la tierra, el Señor Obispo de los Saltillo, Raúl de Vera y López, un cura chaparrito, mal encachado, hablantín, que critica hasta el zumbar de las moscas pero que después se sienta a mi mesa y de ahí come y bebe hasta el hartazgo, como si nada.
Asia me encanta, me fascina. Me gusta su gente de altas esferas, de buenos modales, de agradable aspecto. Habría que ver como el pueblo sumiso obedece a pie juntitas las órdenes de sus gobernantes y pagan sin chistar cuanto impuesto les es aplicado.
¿Por qué no es así en las Coahuilas? Por qué esos empresarios inútiles se atrevían a exigirle cuentas claras… Solo faltaba que también le pidieran ¡el chocolate espeso!
En verdad, Rubén de la Moreira no entendía para que tanto alboroto para evitar pagar los impuestos si por eso se llaman impuestos, porque hay que imponérselos, obligarlos a pagar, exigir la entrega de dinero por el bien de la Corona de las Coahuilas, así fuera arrebatándoles sus propiedades.
¿Que pueden hacer esos miserables si la fuerza de la policía y la de los soldados la tengo yo? Ay, de aquel que osare levantar la mano contra su Reyezuelo tendrá que pagar las consecuencias que serán más graves que haber perdido un puñado de pesos.
El reino de las Coahuilas de los Moreira merece todo el dinero de su pueblo, merece todas las bendiciones del Gran Dios y está en espera de que los súbditos entiendan que la tranquilidad y paz de su Señor es más importante que cualquier auto, que cualquier camioneta o propiedad. Y más aún, que entregar el pago de impuestos al Tesoro les permite la gracia de ser bien vistos por su Reyezuelo.
D. Rubén de la Moreira lamentó que todo eso ocurriera en un territorio del que se hizo cargo desde hace mucho tiempo, desde que su hermano decidió partir al Reino de Peña y Nieto.
Sabía que había cometido algunos errores, mínimos, como el de ser quien hipotecara la Corona y después culpar a Sir Humberto; la gente se acordaba de eso en lugar de sentirse orgullosa de ser dirigida por Señor tan inteligente y bondadoso como él.
Qué lástima que no sabían comprenderlo y ayudarlo. Qué pena que no hubiera buenas conciencias. Tan fácil que era entregar el dinero al Tesoro del Reino para ahuyentar a los bandidos y, de paso, olvidarse de eso de la seguridad. Al fin de cuentas, ¿qué puede robarse un pillo si no hay nada que pueda llevarse?
Y en ese afán su séquito le ayudaba. Les quitaba el peligro de encima. Si el dinero es peligroso, pues mejor no tenerlo. Mejor entregarlo a la Corona para el buen manejo que pueda darle su Reyezuelo VEM D, Rubén de la Moreira.
¿De dónde sacaría Sir Humberto que eran buenos los habitantes de las Coahuilas?

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