
Los políticos de antes, al menos los que se jactan de serlo, tienen la costumbre de hablar, hablar, hablar y no decir nada pero cuando quieren que alguien en especial los entienda, hablan o escriben entre líneas sus mensajes.
Son algo así como los spots de la Coca-Cola, los flashazos que envían a las pantallas de cine en medio de una película y que hacen que de pronto el cerebro nos haga saber que tenemos sed, pero no una sed de esas que se calma con el agua, no, una sed de burbujeante y helado refresco oscuro.
O también como aquellas vasos jaiboleros donde se deja caer sobre unos hielos cuadrados –nunca he comprendido las razones por las que los hielos no son redondos– un amarillento líquido que huele a tranquilidad e inconsciencia con sus más de 36 grados de alcohol. El simple hecho de ver el comercial en donde el vaso se va llenando poco nos hace creernos observados por una escultural mujer de grandes y puntiagudos senos que nos tiende la mano para arrastrarnos con ella a los pecadores sueños del erotismo.
Y ni qué decir de esos cigarros que al ser encendidos nos transportan a un rancho, montañas arriba, donde los caballos pacen tranquilos, de una cabaña sale humo por la chimenea anunciando que el café aromático, buen café no un descafeinado, ya está servido en el pocillo de peltre y listo para darle un sorbo sin quemarse la lengua, mientras se admiran las deliciosas curvas de la güera que fuma como chacuaco y nos arroja en la cara bocanadas de humo. ¡Que delicia son esos comerciales que nos llevan a comprar productos que no necesitamos para nada pero que sirven para hacer volar la imaginación.
Pero, así como hay mensajes subliminales, engarzados entre líneas y entre las fotografías o los sueños del cine, también existen los mensajes de los políticos mexicanos que, afortunadamente ya son menos los que utilizan estás formas de dirigirse a los enemigos, porque ya no quieren dejar nada a la imaginación.
Es tal su desfachatez que ya no requieren suavizar nada de lo que pretendan hacer o dejar de hacer. Es la modernidad que ha llegado a la lengua de los políticos de la nueva hornada.
Sin embargo todavía existen los políticos que abren la boca para lanzar mensajes encriptados. Uno de ellos es, sin dudarlo, el secretario de Gobierno, Victor Zamora Rodríguez quien en sus afanes de defender a capa y espada a su jefe, el que lo colocó en ese sitio privilegiado, el que lo hizo diputado local y el que protege a toda su parentela que habita como dueña del municipio de General Cepeda.
Primero llamó la atención al afirmar que hay gente “que reniega de la vida”. Para un buen entendedor, “Renegar de la propia vida o de la vida misma” es una metáfora en la que se trata de indicar que quien se mete entre las patas de los caballos, obviamente, resultará pisoteado, con el cerebro desparramado por todos lados y sin la oportunidad mínima de salvarse.
Quien no le tiene amor y cariño a la vida, es alguien que se atreve a criticar y denunciar el pillaje, la corrupción y los hechos de criminalidad oficial que vive el estado. Desentrañar esas oscuras acciones que se cometen desde las esferas del poder es, grave asunto, no querer la vida, querer morir o tentar a la suerte.
Pero como el mensaje pareció no llegar a su destinatario, en menos de dos días, el Secretario de Gobierno, por instrucciones de su jefe, el gobernador Rubén Moreira, que tiene el gusto por darles piedras a sus funcionarios para que las arrojen por la espalda a sus detractores, volvió a la carga, ahora acusando a los periodistas críticos de la actual administración de ser un apéndice de los grupos delincuenciales llámense X, Y o Zetas. Para el caso es lo mismo.
Ufano y hasta altanero, el secretario de gobierno dijo tener en su poder una lista de narcoperiodistas, o una narcolista en donde estaban anotados los nombres de un buen puñado de reporteros, fotógrafos, camarógrafos y hasta directores y dueños de medios de comunicación en el estado.
La idea, con este atrevido señalamiento no solo era la de llamar la atención de los periodistas sino de aplacarlos; hacer que las voces críticas tuvieran temor de ser incluidas en esa lista y, por ende, dejar de hablar de las ladronadas de los principales funcionarios del gobierno, empezando por Rubén Moreira Valdez quien, bajo la argucia trillada de pagar la deuda que le heredaron anteriores gobiernos, está saqueando al estado lindo y bonito las arcas coahuilenses sin tener que realizar más obra pública que la que hace el gobierno federal.
Y en ese afán de insaciable ambición, los paganos han sido los ciudadanos que tienen deudas con el gobierno o que el gobierno dice que las tiene, como son los que no han liquidado sus adeudos correspondientes al pago de tenencia vehicular y ahora a los que no pagaron los derechos por introducir un automóvil norteamericano al país.
De ahí le vino al gobernador Moreira la graciosa idea de hacer que su segundo hombre de a bordo en la administración estatal, Víctor Zamora escupiera el veneno ajeno sobre la humanidad de los periodistas.
Agarró el petate del muerto y empezó a espantar a cuanto periodista se le puso enfrente. Habló de su narcolista, de que tiene los nombres, de que entregaría a la SEIDO esa lista, que la lista para allá, que la lista para acá. Y al final de cuentas, a callar, el invento para espantar no sirvió de nada, al contrario causó malestar y escozor entre los reporteros de la fuente de gobierno que no le pidieron, le exigieron que sacara a la luz pública el contenido de esa narcolista.
Claro, no pudo hacerlo porque no tiene nada. Ni el Cártel del Golfo ni los Zetas, ni mucho menos el recién aprehendido narco michoacano, La Tuta, tienen papel membretado y firmado por los “periodistas beneficiados”, da risa tan solo pensar que se pueda tener una lista de tal magnitud, una lista con la que los periodistas deben cumplir su obligación de denostar a los cuerpos policiacos de élite GROMS y GATES para que salgan de las calles y regrese la delincuencia organizada a ellas.
Ojalá y hubiera una lista de periodistas, una corruplista, que hable de aquellos que tundeteclas que no le han engordado el caldo a los pillos que se sienten dueños del estado.
Aunque es seguro que esa lista ya la tengan en sus manos los ladrones de cuello blanco que no se cansan de saquear al pueblo.
Vaya con los mensajes subliminales… Y los que no lo son tanto.
realmente este relato de la vida de prosperidad de un politico en 12 años, es el pan de todos los dias entre los politicos, que sabemos que son ladrones, corruptos y realmente unos pillos, ruben es una pequeña muestra, ojala y mostrara su s declaraciones de impuestos de ese periodo. a este ladron como cualquier otro politico no es necesario comprobarsele que robo, simplemente lo que se ve no se juzga..