El colofón de hoy: Tras las elecciones, la esperanza más clara: “El Bronco”
Inquietan, exploran, imaginan, imitan, inventan, aturden, interrogan, parlotean como loros, siempre esperan con impaciencia los fines de semana, en realidad nunca están de mal humor, tienen el don de sonreír en medio del llanto, desconocen el rencor.
Acostumbran llevar consigo novedosos objetos para impresionar, aseguran conocer todas las estrellas. En su papel de guerreros, me retan con sus portentosos artefactos. Se piensan dignos rivales de los superhéroes y personajes de la lucha libre, será que saben de magia.
Por la mañana son los primeros en despertar. Ciertamente no les emociona mucho la idea de bañarse. Platican con los duendes, tienen amigos imaginarios, a ratos brincan, a ratos como que bailan, a ratos dibujan seres fantásticos, a ratos cantan, a ratos aparecen, a ratos… se esfuman.
Les fascinan las historias de terror, pero no los cuentos modificados, no les importa si el sueño los sorprende en el parque, o bien, comiendo helado, debajo de la mesa, sobre el sillón, empinados en la cama, colgados de un árbol, en brazos de alguien o hasta tirados en el refrescante piso, luego de usarlo como campo de batalla.
Les aflora la sinceridad cuando exclaman “te quiero mucho” o “perdóname por favor”. Asfixian cuando abrazan; son implacables exterminadores de juguetes; devoran prácticamente todo lo devorable, y nunca tienen ni la menor idea de por qué a veces les duele el estómago.
Son propensos a revolcarse de risa por cualquier cosa o sin motivo aparente. Nadie mejor que ellos para hacer muecas, modelar monstruos en el aire y proyectar sombras con sus manitas manchadas de “guácala”, pero cariñosas. Me significan una gran bendición, ahora ya por quintuplicado.
Quién sabe si en su vocabulario exista la palabra “equipaje” pero, aunque no vayan de viaje o a pasear, en sus compartimentos secretos suelen llevar lo mismo canicas que estampitas, insectos, piedritas intrigantes, golosinas de extraños sabores, flores de la abuela, galletas, caracoles y pedazos de lo que sea.
Tratándose de travesuras, Memín “Pïnguín”, Daniel “El Travieso” y Jimmy Neutrón, los tres juntos, les quedan cortos. Son exploradores incansables y, a semejanza de “Pinky y Cerebro”, les encantaría conquistar al mundo. De hecho, ya lo intentan a través de los videojuegos y la computadora. Cada vez que nos visitan hay fiesta en casa.
Además de llevar una buena dosis de mi sangre en sus venas, Davidito, Dieguito, Leonardito, Danielito y Santiaguito son ciudadanos de un pueblo singular y muy distinguido: el de los “enanos”, como suelo decirles, ciertamente los preferidos de Dios…
Sí, son mis nietos, quienes han convertido todas las fechas de mi vida en Día del Niño.
En tanto, me parece oportuno rematar éste texto compartiendo con padres y abuelos (y con los que estén a punto de serlo) el siguiente mensaje de Jesús de Nazaret: “Cuida de no menospreciar a ningún pequeño; toma en cuenta que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre celestial”. ¡Amén!
Colofón: ¿De política? Está bien, unas líneas nada más. No vale la pena abundar. En principio, nada nuevo hay bajo el Sol: a nadie sorprendió que la maquinaria priista se impusiera de nuevo en el proceso electoral recién concluido, con escasas excepciones, la principal de las cuales tiene nombre: “El Bronco”. Mientras tanto, el PAN sigue en caída libre, en medio de un reacomodo fuerzas y partidos. ¡Punto! …Sí, es cuánto.
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