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Sicología del candidato independiente

Si ahora examinamos el perfil sicológico de quienes se han declarado aspirantes a los puestos de elección popular en la rifa del próximo mes de junio, nos topamos que también tienen lo suyo de despreciativos de sus paisanos y de las organizaciones políticas que les dieron, si no todo, buena parte de lo que han llegado a considerar su carrera política y a amasar como fortuna personal.

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BAILE Y COCHINO.-

Por Horacio Cárdenas.-

El fenómeno de los candidatos independientes como parte de los procesos electorales en nuestro país en los tiempos recientes, ha sido visto por algunos analistas como una evolución natural, como una demostración de madurez de una sociedad que ya es capaz de discernir entre propuestas políticas y plataformas ya no de partidos como se venía haciendo tradicionalmente, sino de ciudadanos que, al menos en teoría y en su discurso, ofrecen lo que las organizaciones políticas copadas por sus intereses, no pueden ni prometer, mucho menos cumplir.

Para otros, la apertura a las candidaturas independientes no es otra cosa que un símbolo del agotamiento de un sistema que lejos de cumplir lo que se espera de él, ha desencantado a la ciudadanía, prueba de ello es el cada vez más elevado índice de abstencionismo en los comicios. Si es este el caso, es casi seguro que lo que ahora es posible y hasta hace no mucho tiempo era impensable, que alguien se lanzara solo y pudiera erigirse con el triunfo en las urnas, es el sistema agarrado de un clavo ardiendo, como última o casi última opción, antes de un rompimiento, probablemente violento, con una sociedad harta de política y de políticos.

¿Pero quién es el que se lanza como candidato independiente?, es una pregunta interesante a la que valdría la pena tratar de aproximarse desde la perspectiva de la historia. México fue durante décadas o siglos, un país de caudillos, la historia está repleta de personajes que lograron encandilar a sus contemporáneos, movilizándolos con unas pocas ideas y mucho verbo, a enfrentar el régimen. La gente se agolpaba detrás y enfrente de ellos no siempre porque les concedieran la razón a lo que decían, sino por hartazgo contra gobiernos que percibían como déspotas, corruptos, lejanos del pueblo, entre otras decenas de miles de razones, ciertas o no tanto.

No es que fueran personas especialmente carismáticas, particularmente inteligentes, idealistas, honrados, o cualquier conjunto de cualidades, simplemente habían encontrado una banderita que enarbolar, eso y un rollo para enardecer a la turba, y tiene una revolución en toda forma. Así fue México durante mucho tiempo, los caudillos se convertían, si lograban conservar el pellejo sobre los huesos, en gobernantes y en caciques, hasta que aparecía otro a repetir la hazaña, quien también lograba su éxito porque entre uno, otro y otro, las causas de descontento social no habían desaparecido.

Ahora que Coahuila está de lleno metido en el proceso sucesorio, y que por primera ocasión se abre a la posibilidad de que ciudadanos participen al margen de los partidos políticos, de los muchos, demasiados partidos políticos en contienda, es útil hacer algunas cábalas sobre la sicología de las personas que andan detrás de los puestos de elección popular en juego, gobernador, presidentes municipales, diputados al congreso local. Pero primero una visión de conjunto, ¿Quiénes son los más “aventajados” que han querido ser candidatos a la presidencia de la República?, dos nombres saltan a la mente, Jorge Castañeda Gutman y Pedro Ferriz de Con. El primero, lo recordará usted, fue secretario de Relaciones Exteriores en la primera parte del sexenio de Vicente Fox Quesada, puesto al que renunció por parecerle poca cosa, pues él se veía con los tamaños y haberes para ser presidente, y desde entonces la ha estado buscando; lo que son las cosas, si supiera de política partidista, estaría enterado de aquella máxima del priísmo, en boca de Santiago Oñate Laborde: el que la anda buscando es porque la trae perdida. Hasta las cortes internacionales ha llevado Castañeda su caso, donde le han dado la razón, puede querer ser gobernante de los mexicanos y el sistema democrático debe respetar su derecho, incluyendo el que lo haga sin el membrete de un partido político que lo patrocine. Sí, ¿pero en qué basa su pretensión?, ¿es acaso más inteligente, más simpático, más guapo, más chambeador, menos corrupto, más qué exactamente que cualquiera de los otros aspirantes con partido o sin partido?; lo mismo podemos preguntar de Pedro Ferriz junior, aparte de conocer el sistema político mexicano desde las entrañas… pero por afuera, porque siempre ha estado cerca en su calidad de periodista de primera línea, pero lo que se dice dentro… dentro no. ¿Qué sabe él, qué cree que sabe él que lo hace superior a cualquiera de los otros aspirantes en contienda?

Con solo estos dos casos la respuesta es que ni son más inteligentes, ni más trabajadores, ni más visionarios, ni más simpáticos, no traen mejor rollo ni ideas novedosas, lo que sí es que se sienten superiores no solo al resto de los ciudadanos a los que aspiran a gobernar, sino mejores que las organizaciones ciudadanas y políticas que agrupan ideológicamente a estos. Entre sentirse mejores y despreciarlos, despreciarnos, no hay más que un paso, un paso que al menos este par de personajes ha dado en incontables ocasiones delante de suficientes testigos como para dejar constancia fehaciente de la clase de personas que son: caudillos, de traje Armani y corbata Givenchy, o mangas de camisa Dior, en vez de guaripa y pistola al cinto, pero caudillos al final de cuentas.

Si ahora examinamos el perfil sicológico de quienes se han declarado aspirantes a los puestos de elección popular en la rifa del próximo mes de junio, nos topamos que también tienen lo suyo de despreciativos de sus paisanos y de las organizaciones políticas que les dieron, si no todo, buena parte de lo que han llegado a considerar su carrera política y a amasar como fortuna personal. Nos podemos referir de entrada a Armando Guadiana Tijerina, quien al parecer ha visto la luz, algo habrá aprendido de sus tiempos de priísta y recuerda la máxima de que “en política ni un paso ni un peso propios”, por eso es por lo que tiene rato coqueteando con MORENA y Andrés Manuel López Obrador, lo que por ejemplo no hace Javier Guerrero en su reciente decisión de renunciar al PRI para jugársela él solo por la gubernatura o un Fausto Destenave, a quien el mismo partido hace mucho que le dio la espalda en sus pretensiones de ser alcalde de Saltillo o de perdida diputado local, pero que no perdona los desprecios que él piensa inmerecidos ; está también Ramón Oceguera, el junior del junior que siente que trae la alcaldía de Ramos Arizpe en la bolsa, con un capital político que tiende a cero, o es negativo por el historial familiar.

No son los únicos, hay otros y saltarán más, ¿pero cuáles son los rasgos sicológicos que comparten?, lo dijimos cuando hablamos de Castañeda y Ferriz, en general se sienten superiores a ciudadanos y partidos, creen que sus ideas superan plataformas estatutos, ideologías e idearios. Habrá alguno que realmente sí tenga deseos de servir, capacidad de soportar las tempestades y de remontar oposiciones y adversidades, incluso hay uno que otro del que pueda decirse que no ha traicionado a nadie, ni a sí mismo, pero los demás… son caudillitos esperando convertirse en nuevos caciques. Los partidos políticos tienen todos los defectos del mundo, los sabidos y los soterrados, pero de perdida sirven de coladera de egos, téngalo en cuenta a la hora de tachar la boleta.

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