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EL SEXENIO NO SE ACABA HASTA QUE SE ACABA

BAILE Y COCHINO.-

Escribe: Horacio Cárdenas.-

tres

En algún momento, hace ya muchos años, nos pareció desproporcionada la manera en la que un sesudo analista describió el calendario de los gobiernos en nuestro país. Decía el cuate que los sexenios podían dividirse en tres etapas, la primera correspondiente a los dos años iniciales, era la del trabajo fuerte, la de las inversiones grandes, la de afianzarse en el poder y hacerse del respeto de los ciudadanos; la segunda a la que llamaba de consolidación, era la de ir concretando los proyectos que se hubieran emprendido a lo largo de los dos primeros años, esta fase se caracterizaría en su opinión por la mesura en las decisiones, sobre todo económicas, pues en el caso de que se emprendieran nuevos proyectos, estos no deberían pasar del sexenio, no fuera a ser que el siguiente gobernante las decidiera dejar tiradas sin acabarlas, como tampoco dejar deudas importantes, esto para dejar trabajar al siguiente. Y finalmente la tercera etapa, de cierre, en la que la misión era dejar todos los cabos amarrados, todos los muertos enterrados, las cuentas saldadas, concentrándose en dos tareas esenciales, por un lado defenderse de los ataques de todos lados que se le vienen al gobernante que se percibe como débil porque ya va de salida, al tiempo que prepara el camino para una sucesión lo más tersa posible, siendo el gran objetivo el sacarle al sucesor la promesa de que no habrá persecución, ni de a de veras ni de mentiras.

A nosotros nos parecía, en nuestra ingenuidad, que dos años para cada etapa eran demasiados, según nosotros se debería trabajar con el mismo empeño y entusiasmo desde el primer día hasta el último, por supuesto planeando adecuadamente el trabajo, sin descuidar la parte política, la de los centavos, ni dejar por un instante de cuidarse las espaldas. Es lo que cabía al pueblo esperar de un gobernante, alguien que se desviviera por el servicio a la población, sin descansar siquiera los fines de semana ni tomarse vacaciones… pero como ya confesamos, esto es ingenuidad, pues los políticos de ahora trabajan cuando mucho, semana inglesa, y eso de cubrir las ocho horas de la jornada… no se puede contar con ello.

Ya luego hizo irrupción el concepto tan difundido en la administración pública a la mexicana del “Año de Hidalgo”, donde de lo que se trata es de saquear las arcas, agandallar todo lo que se pueda, exprimir al máximo las relaciones de poder y ya en momentos desesperados, atentar contra el presupuesto y los bienes de la nación, esto en los casos desesperados de gente que de plano no va a caer en blandito cuando se acabe el sexenio, porque de qué los hay, los hay, y el sistema manda que los que ya bailaron, se sienten, para que se paren otros.

Si nos apegamos al calendario revolucionario esbozado líneas arriba, en Coahuila estamos a la mitad de la tercera y última fase, en pleno año del Cura de Dolores, pero en estos tiempos que corren, ya nada es como solía ser, y si algo flota en el ambiente es la convicción de muchos de que esto… ya se acabó, en abierta contradicción al yoguismo más conocido de Yogui Berra, de que en la política como en el béisbol, esto no se acaba hasta que se acaba.

Durante los primeros días del mes de enero el pueblo de Coahuila tuvo la oportunidad de presenciar el inusual espectáculo de como, les íbamos a decir ratas, de como los políticos abandonan el barco del sexenio, en el que todos estaban subidos en distintas posiciones, niveles y hasta poderes. Alcaldes que renuncian porque buscan ser postulados candidato a gobernador por su partido, regidores que renuncian porque quieren ser candidatos a las presidencias municipales pese a que eso contravenga el principio republicano de no reelección, todavía vigente; diputados locales que se quieren ir de alcaldes, lo mismo que funcionarios estatales. Total una desbandada digna de mejor causa, razón y justificación. Ah, y sin olvidar a dos senadores de la República y un diputado federal que dejaron sus cómodamente pagadas curules buscando capitalizar su influencia en la grilla de grandes ligas para batear de hit en el campo de juego local, con lo que si el ambiente político se hallaba en efervescencia, vino a desbordarse todavía más.

La frase que citamos antes, la de que “El que ya bailó que se siente”, es atribuida a uno que fuera presidente del CEM del PRI hace una pila de años, Carlos Sansores Pérez, es una regla de oro del sistema político a la mexicana, una que sin embargo no hay uno entre ellos que quiera brincarse, pues a cual más se siente con energía, méritos, relaciones, padrinazgos, y lo que sea, para seguirle dando al taconazo.

¿Pero qué le despierta al ciudadano de a pie todo este merengue de las grillas partidistas y su nada sana distancia con las cosas de gobierno?, por un lado cierto disgustillo, ¿Qué tiene la grilla que llama a las moscas más que la miel?, pero por otro lado ¿qué los motiva a dejar las posiciones por las que hace no demasiado tiempo lucharon a brazo partido?, porque se morían por la regiduría, la alcaldía, la diputación y la senaduría, y la botan con desprecio, siendo pocos los que se avienen a regresar con el rabo entre las patrullas si su partido desprecia sus aspiraciones.

Punto y aparte de la aversión por el chapulineo, está el mensaje que transmiten legisladores, alcaldes, servidores públicos de que este año es de nada y de nadie, que el sexenio, cuatrienio o trienio ya se terminó y que con esa convicción es que las ratas abandonan el navío para treparse a otro… que probablemente también dejen cuando tengan a la vista otro al que treparse, deja muy clara la opinión que les merece, en general, el servicio público.

Pero ni el congreso se puede parar, ni el gobierno del estado o las alcaldías pueden detenerse, por más que los que se supone que sabían lo que estaban haciendo dejen sus puestos a otros improvisados que en lo que queda del período poco será lo que logren aprender y hacer. Gobernar, cerrar una administración con el equipo desmantelado, con capacidad baldada para atender los problemas y situaciones que se van presentando, modifica radicalmente aquel calendario político esbozado al principio. La desmesura en las pretensiones políticas echa por la borda cualquier posibilidad de orden en el gobierno.

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