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Recordando a Lolita Lebrón, orgullo de las mujeres combativas

lolita

Este artículo está dedicado a Soco Aguirre,

enemiga personal del cacique de Parras.

Escribe: Alfredo Reyes Ramos

Cuando Dolores Lebrón Sotomayor, costurera de Nueva York, llegó en un tren a Washington D. C., al frente de un comando de puertorriqueños nacionalistas, lo hizo sin haber comprado el boleto de regreso. Llegó dispuesta a morir por la libertad de su patria en el atentado que iba a cometer en el Capitolio de los Estado Unidos.

Lolita Lebrón había nacido en Lares, Puerto Rico, el 19 de noviembre de 1919. Cumplidos los 20 años emigró a Nueva York a laborar como obrera y como activista política por la independencia de la isla.

Cuando llegó a Washington  aquella fría mañana del 1 de marzo de 1954, Lolita tenía 34 años y era líder del comando formado por Irving Flores, Rafael Cancel Miranda y Andrés Figueroa Cordero, ellos, igualmente, sin boleto de retorno.

A diferencia de Pancho Villa, que atacó Columbus, Nuevo México, y que era un experto guerrillero, Lolita no conocía más armas que las tijeras de costura, asimismo, era una mujer frágil debido a un accidente que en su infancia dañó sus pulmones. Por eso es que Lolita jalaba aire al subir las escaleras de mármol que conducen a la galería de visitantes de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.

Y sucedió lo nunca visto. Desde lo alto de la galería, los insurgentes puertorriqueños desplegaron la bandera nacional de su isla y al grito de “Viva Puerto Rico libre” abrieron fuego de pistolas sobre los diputados del Congreso Norteamericano.

En el tiroteo, cinco congresistas caen heridos mientras todos los demás se tiran al piso, simbólicamente a los pies de la humilde costurera que, por segundos, se hace del máximo poder legislativo de este planeta.

Lolita y sus comandos, que pensaban morir en el atentado, son sometidos por la guardia y ella grita mientras es arrastrada a su detención; “Disparé para lograr la libertad de mi país. Disparé para llamar la atención del mundo sobre la terrible situación de mi patria”.

Los rebeldes fueron sometidos a interrogatorio. En el bolso de Lolita se encontró una nota manuscrita: “Me hago responsable de todo. Ante Dios y el mundo mi sangre clama por la independencia de Puerto Rico. Mi vida doy por la libertad de mi Patria”.

Una corte federal los sentenció a muerte pero el presidente Harry S. Truman muestra clemencia y, a pesar de que ya había sufrido un atentado en la Casa Blair, conmutó la pena a cadena perpetua. Lolita Lebrón fue internada en la prisión femenil de Alderson, Virginia y sus comandos fueron enviados a diferentes prisiones Todos incomunicados y sin derecha a visita de amigos o familiares.

En 1973, el gobernador de la isla, Rafael Hernández (homónimo del compositor de “Lamento Borincano”), hace gestiones ante el gobierno gringo para que le concedan su liberación, previa renuncia a sus convicciones. Lolita Lebrón se indigna y contesta en una carta abierta; “No reconozco al gobierno colonial de Puerto Rico, ni a Rafael Hernández, ni sus gestiones, porque mi patria es, desgraciadamente, un país cautivo”. Parte de la canción de “El Lamento Borincano” dice; “¿Qué será de Borinquen mi Dios querido?/ ¿Qué será de mis hijos y de mi hogar?”. Al respecto, cabe mencionar los dos hijos de Lolita Lebrón murieron estando ella en la prisión de Virginia.

En 1979, tras 25 años de prisión, el presidente Jimmy Carter le concedió la amnistía y fue recibida en la isla como heroína. En 2001, a sus 82 años, va de nuevo dos meses a la cárcel por invadir la base de los Marines norteamericanos en Vieques, Puerto Rico. Lolita murió el 1 de agosto del 2010, a los 90 años de edad y está sepultada en su Borinquen querida, “La tierra del Edén, la que al cantar, el gran Gauthier llamó la Perla de los Mares/ Ahora que tú te mueres con tus pesares, déjame que te cante yo también”.

Ahí nos veremos Lolita Lebrón, en esa orilla sagrada donde nos espera el destino, tú como heroína, muchos de nosotros como simples espíritus inmateriales.

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