La Quimera de Pep.-
Escribe: José Luis Cuevas.-
En este país (como muchos otros) conseguir por un puesto público es una competencia muy codiciada, cuyo auge se da durante la campaña y la elección. La verdad es que esta labor apenas inicia por entonces, cuando en ese lapso de tiempo se llevan a cabo las precampañas, campañas y votación, siendo que la tarea más ardua es a la hora de tomar la posesión, quien haya resultado electo desde luego.
La travesía a la que se enfrenta un funcionario público es muy parecida al correr un maratón, disculpe usted la comparación pero con la efervescencia de la XXXV edición del Maratón Internacional de la Ciudad de México (el más importante del país y destacado a nivel internacional) me es inevitable hacer una analogía.
El recorrido de 42.195 kilómetros puede ser tan largo como una administración completa en el servicio público (o sea, para los que no piden licencia antes), todo depende de cómo esté preparado quien se atreva a aventurarse a realizarlo. El entrenamiento y la alimentación son la base para lograr el mejor desempeño. Lo cual no es otra cosa más que los ensayos previos y calorías que se aprovecharan durante el desgastante periplo.
Pero si no se cumple con estas condiciones, suficientes y necesarias, se incrementa la probabilidad de no recorrer satisfactoriamente el trayecto, y pocas cosas pueden ser tan incomodas como tener que realizar el tramo final a duras penas, en donde ya no se mantiene ni la postura ni el ritmo y se pierden de vista los objetivos, siendo la fecha fatal lo único que interesa al participante, para entonces culminar la empresa y retirarse a descansar lejos del ambiente que lo contagió paso a paso… le recuerdo que sigo hablando de carreras.
Y es que esta descripción bien podría aplicarse al servicio público en el que, debido a varios factores, la recta final de muchas administraciones es bastante penosa y hasta chocante. Se privilegia el abrir la partida con el ímpetu a tope antes que cerrar decorosamente. Ya sea por el presupuesto, por las obligaciones o simplemente el cansancio y la fatiga, pero esta falta de planificación desahoga en costos políticos… en un caso hipotético. Luego dicen que los habitantes de algunos terruños tienen memoria muy corta, casi de teflón.
Si la ciudadanía escucha, voluntaria o involuntariamente, las propuestas de los candidatos, así deberían ellos mismos escuchar a los funcionarios salientes. Sí, esos que ya pasaron la época del templete y que se tienen que lidiar día a día con los problemas que se presentan: baches, alumbrado, multas, fugas de agua, morosos, delincuentes, basura, escandalosos, crimen, y un largo etcétera.
Ese podría ser un examen de conciencia, un entrenamiento para saber si de verdad están preparados y conscientes de lo que implica la maratónica prueba de estar al frente de una ciudad, un estado, un país o una secretaría.
Las grandes pruebas (atléticas, políticas o profesionales) requieren preparación, conciencia pero sobre todo compromiso porque para llegar a la meta hace falta mucho más que ímpetu.
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