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Las bibliotecas no se cierran;: más justicia, menos cultura

“A la república solo ha de salvarla pensar en grande,

sacudirse de lo pequeño y proyectar hacia lo porvenir.”

José Ortega y Gasset.-

BAILE Y COCHINO.-

Por: Horacio Cárdenas.-

biblioteca

Es una cuestión de honor, bueno, más bien de competencia entre los gobernadores de los estados en este incultísimo país el contar con una biblioteca pública central, mientras más grande, más moderna, más llena de libros, mejor. Con ella se paran el cuello de que en su estado sí se fomenta la lectura, sí se rompe con la maldición colonial de que en esta nación se leen dos punto y feria libros por año promedio, incluyendo los de texto gratuito que se soplan a fuerza los alumnos de primaria; que ellos mismos pese a ser políticos, también son amantes de la cultura, y cosas así que se presumen entre ellos cuando se juntan en la CONAGO o en otros eventos en los que se reúnen los titulares del poder ejecutivo de las entidades federadas, ¿Qué mejor escenario para hablar de la mejora de sus gobernados, que las instalaciones de una biblioteca pública central hecha con toda la mano, como la Mauricio Magdaleno de aquí traslomita en Zacatecas, la estatal de Jalisco en Guadalajara, y aunque ya un poco traqueteada por el tiempo, la central de Nuevo León, que mereció un espacio digno en el perímetro de la Macroplaza?

La de las bibliotecas es una función de estado, o si lo prefiere, de gobierno, y la tradición política a la mexicana manda lo dicho, tener una biblioteca pública central, una que sea el navío insignia de la cultura y la educación de una administración, ¿Qué importa que al resto de los bibliotecas en el territorio gobernado nadie les tire un lazo, y que se sostengan en cuanto a personal con lo que los municipios quieran contratar, generalmente lideresas, parientes o querido(a)s de algún funcionario, y en cuanto a acervos, lo que la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, tenga a bien enviar como paquete a todas las del país, que tampoco es como para sentirse satisfechos de nada. Eso es lo normal, lo que cabe de esperar en cualquier estado… menos en Coahuila, donde se acaba de anunciar que por razones de necesida’ pública, la Biblioteca Pública Central, esa que para señas completas está en sitio privilegiado entre el Palacio Municipal y el Palacio de las dos mentiras, el del Poder Judicial, que no es ni palacio ni hay justicia, y por si todavía no la ubica, es el que tiene la herrería pintada de colorines, frente a Soriana Coss.

Que en honor a la verdad, el edificio con todo y estar forrado de cantera rosa, tampoco era nada para alegrar la vista y enaltecer el espíritu de los buscadores de cultura, si la anécdota es correcta, ni siquiera se diseñó con el objetivo de ser eso, la Biblioteca Pública Central de un estado de la Unión, originalmente iba a ser o fue, la Escuela Normal de Educadoras, y bueno, como el autor de la chapucera modernización de Coahuila, Oscar Flores Tapia también se las daba de lector, historiador y quien sabe cuántas cosas más, terminó convirtiéndose en la principal biblioteca del estado, sede de la dirección general de bibliotecas, publicaciones y librerías del gobierno del estado, con las diferentes denominaciones que ha tenido a lo largo de los sexenios, hasta llegar al actual, en que se decide darle cerrojazo a un proyecto tristón, anémico y desangelado, pero proyecto al fin.

Lo que son las cosas, Coahuila, concretamente Saltillo que presume de ser la Atenas de México, en cien años ha cerrado tres veces la biblioteca central. La primera siendo gobernador Manuel Pérez Treviño,  de repente le cayó gordo que una biblioteca ocupara una parte del Palacio de Gobierno, y para pronto que ordenó que la cerraran, ¿se imagina la cantidad de usuarios que desfilaban todos los días por la biblioteca del estado para sacar libros con que culturizarse o de perdida quitarse lo aburrido en el Saltillo de aquellos años?, han de haber sido montones, o a lo mejor fue para protegerlos de los balazos, pues la revolufia cristera se venía encima y no fuera que por sus afanes de saber, a alguien le metieran un plomazo, vaya usted a saber, el caso es que Coahuila se quedó sin biblioteca central, y esto duró varios años.

La segunda vez fue cuando por allá por los años cuarenta con bombo y platillo inauguraron la Biblioteca Profr. Manuel Múzquiz Blanco, sí con sus columnas y frontispicio falsamente helenista, la cual se anunció como eso, la biblioteca pública del estado, y que también, si la anécdota es cierta, aunque ya más parece maldición, y por el cambio de sexenio, luego de cortar el listón la cerraron, para reabrirla más delante, ya al gusto del nuevo gobierno.

Total que así como hace dos sexenios armaron una campañita para cerrar la Escuela Héroes de Nacozari, todo porque el Congreso “necesitaba” una explanada para adornar su edificio alterno, y como en esta misma administración había que cerrar la biblioteca Elsa Fernández para ampliar el Centro Cultural Vito Alessio Robles, en vez de una biblioteca para la población como lo era la “Elsa”, servirá para guardar algunas colecciones donadas, seguramente valiosas, pero que poco interesan al usuario común y corriente, el que quiere entretenimiento o un sitio para hacer sus trabajos escolares; con la Biblioteca Central “Profesor Ildefonso Villarello Vélez” le han hecho fama de que casi nadie va ya, que no tiene usuarios, que como ahora todo lo consultan los niños y jóvenes por internet… pues a darle “cran”, que además el Poder Judicial ya pidió el edificio para ampliarse, usted sabe, con tanta necesidad que hay de justicia en el estado, seguro más que cultura y educación, les será entregado para lo que tengan a bien hacer con él, un estacionamiento cerrado, una bodega de sus papeles, oficinas todavía más grandes para los magistrados, lo que sea.

Nomás para dejar claro lo mal que andamos: seguro usted ha oído la tradición norteamericana, de que cuando un presidente termina su mandato, se le construye una biblioteca, donde él lo elija, en la que aparte de una reproducción de la Sala Oval, se guardan los archivos de su administración, en Dallas está la de George Bush, en Austin está la de Lyndon Johnson, en Chicago estará la de Barak Obama, siendo un honor para la población recibir la biblioteca presidencial. ¿En México, en Coahuila?, acá las bibliotecas las cierra el gobierno, los edificios se usan para lo que sea, menos para tratar de mejorar al pueblo a través del contacto con aquello que pueda darle educación y cultura… de las cuales, no todo está en internet, y si está, no lo buscan y no lo encuentran.

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