BAILE Y COCHINO.-
Escribe: Horacio Cárdenas.-
Qué aburridas serían las peleas de box si el combate se resolviera en el primer round. Programadas a quince episodios, como en los viejos tiempos, antes de que por razones humanitarias decidieran que eran demasiado castigo y abuso del cuerpo de un par de humanos que salían forrados de dólares por darse de guamazos, y que ahora la Comisión Mundial de Boxeo acepte que sean solo de diez, reduciendo el peligro, pero manteniendo el nivel de violencia y sobre todo, el interés de los espectadores, lo que menos le conviene al “deporte” es que las cosas queden resueltas al primer gancho.
Porque no nos van a decir que si un peleador es capaz de noquear a su contendiente, esto lo logra después de machacarlo durante, tres, ocho o los diez episodios programados, al primer fregadazo bien puesto, podría acabar la duda de si El Canelo es mejor, que Paquiao es la mera neta, o que MayWeather es lo máximo. Pero si así fuera, ¿Cuántos anuncios de beberecua, de tarjetas de crédito, de automóviles, de teléfonos celulares y de tantas otras cosas que no necesitamos, dejarían de transmitirse y en última instancia, cuánto dinero dejaría de cambiar de manos?, si lo importante no es la madriza que uno le de al otro, sino mantener el apasionamiento de los espectadores en el espectáculo, apasionamiento que hace que se atraganten con papitas y se ahoguen en cerveza.
¿Recuerda usted las películas de lucha libre de los años sesenta y setenta, las del Santo, de Blue Demon, del Huracán Ramírez?, todas sin excepción seguían un guion inquebrantable para las luchas programadas a dos de tres caídas: el héroe le daba una revolcada a su contrincante los primeros minutos, ganando sin sudar ni despeinarse la primera caída; el rudo, haciendo gala de sus trapacerías y malas artes, ganaba la segunda caída entre el abucheo del público, luego de piquetes de ojos, golpes bajos y otras prohibidas que por supuesto no veía el réferi, dejaba a nuestro ídolo todo maltrecho y con peligro de perder el combate, ah pero como este es un héroe en toda forma, se sobreponía y en una demostración más de que el bien siempre triunfa sobre el mal, derrotaba incuestionablemente a su contrincante, quien perdía máscara o cabellera, o magnánimamente era perdonado, para su vergüenza y universal regocijo. ¿se imagina si todo hubiera quedado zanjado en tres minutos y solo dos caídas consecutivas?, no habría emoción ni desfogue de adrenalina.
Algo parecido, pero algo más refinado ocurre en el béisbol, el cual tanto si se va al estadio como si se ve por la televisión, garantiza que se consuman tres horas, curiosamente las mismas que el futbol americano, y si se puede algo más, mejor. En el caso del americano la cuestión es hasta rara, porque efectivos, son 60 minutos de juego, ¿Cómo es que entonces se extiende al triple?, con el béis, sin límite de tiempo, sino necesitando cubrir nueve entradas, ¿Cómo se las arreglan para estirar el tiempo para ser casi exactamente las tres horas?, ah pues es estrategia, no precisamente deportiva sino de espectáculo: si el pitcher es una piola, podría sacar los tres outs de cada entrada ponchando a tres jugadores con tan solo tres lanzamientos al plato… sí pero eso que es excelente para las estadísticas es pésimo para el negocio, ¿Cuál?, el de venta de todo, desde boletos para el partido hasta todo lo que se consume en el estadio o que se anuncia por televisión o radio. En vez de tres lanzamientos para un out, pueden ser tres bolas, dos strikes y veinte foules… eso arrebata las pasiones, que es el objetivo, que claro, se traduce en ventas.
Y bueno, la intención de reseñar estos fenómenos de los que rara vez hacemos conciencia, pues a lo que va uno es a divertirse y es a distraerse, tiene el objetivo de equiparar el espectáculo del deporte con el no menos apasionante show de la política, en particular en la telenovela en que está convertido el proceso electoral para la sucesión de gobernador en el Estado de Coahuila, que viéndolo desde ese punto de vista, hace mucho tiempo que dejó de ser un algo que se resolviera la misma noche del día de la elección con el conteo de los votos emitidos, para ser una teleserie que se resuelve en otras instancias, en los institutos electorales y finalmente en los tribunales de lo mismo.
¡Ah qué tiempos aquellos! en los que un Ernesto Zedillo todavía no eran las nueve de la noche del día de la elección, y ya estaba llamando por teléfono a Vicente Fox para felicitarlo por su triunfo, si no recordamos mal o al menos no se ventiló ampliamente, a Francisco Labatida, candidato priísta perdedor, no mereció la llamada de “el primer traidor”. En el PRI estaban tan furiosos de que su líder moral se hubiera rendido sin pelear, que hasta lo querían expulsar del partido, veían que limpia o suciamente, hubieran podido arrebatarle al PAN la presidencia, pero luego de esa llamada, todo estaba perdido. Zedillo, uno de los presidentes menos carismáticos que ha tenido este país de bufones, nos privó de un espectáculo de primera, y eso es lo que nadie le perdona.
¿Hoy en Coahuila?, si esto se parece, guardando la debida proporción, a los Quince Años de Rubí, evento que no hace mucho causó revuelo en la sociedad mexicana, la farándula y hasta en los académicos que trababan de explicar qué es exactamente lo que estaba pasando: la fiesta que no se acaba, y hacen hasta lo imposible por mantenerla animada, aun cuando que los músicos ya no pueden ni cantar ni tocar la guitarra, los bailadores bailar, los comelones seguirse atragantando, los bebedores ahogándose y sobre todo, que el entusiasmo no decreciera antes, durante y después.
Pasó la elección el día 4 de junio, se dio a conocer el ganador, se vinieron las impugnaciones, mismas que cuatro meses después, no terminan de desahogarse. Para colmo no es solo una impugnación, si no nos falla la memoria, eran cerca de cuarenta, unas gordas y tan graves como para ameritar la anulación de la elección, otras leves y de mero trámite con la función de enrarecer el clima poselectoral, pues salvo un manazo hasta eso no muy bien puesto, nada.
No sabemos si alguien ha tenido la intención, o simplemente así les ha salido, que la sucesión de la gubernatura en el estado se ha complicado como un partido de serie mundial de béisbol, como un campeonato por la unificación del título de box, o una pelea estelar en la que esté en juego no solo el triunfo en el pancracio, sino la invasión de las Mujeres Vampiro, los zombies, u otra de esas amenazas de las que nos protegían El Santo y Blue Demon.
El día que no se filtra un “proyecto de sentencia”, se reúnen panistas o priístas con los magistrados (que ¿qué diablos tienen que oír a las partes interesadas, que solo pueden intentar inclinarlos a su causa independientemente de los hechos y las pruebas?), o se enfrentan en los medios o las redes sociales INE y tribunal, ah, y para que no decaiga la tensión… sueltan casos menores y resuelven impugnaciones de las que no importan, pero en las que la gente quiere leer si están a favor del ganador Riquelme, o en su contra, de si lo castigan con las pequeñas para perdonarle la choncha, o si las menores son indicio de que así la va a ir en la decisiva. Pocas veces se había visto un circo tan bien armado fuera de los estadios y los cuadriláteros, y a todo Coahuila lo tienen comiéndose las uñas en espera de una solución, para acá o para allá, pero una definitiva.
Total, que como dicen y como quisieran los taurinos prohibidos en Coahuila, “lo bien toreado, mejor arrematado”, el desenlace debe estar a la altura del espectáculo que dura ya sus buenos cuatro meses.
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