Aquellos tiempos.-
por Miguel Ángel Genis.-
Por segunda ocasión, en casi un centenar de envíos para El Demócrata, dejo a un lado el material preparado para dar entrada a otro que para mi tiene mayor relevancia.
En la madrugada del 13 de agosto de 1995, dejó de existir el grandioso pelotero Mickey Mantle, jardinero central de los Yanquis de Nueva York durante 17 temporadas y sin duda alguna, la última leyenda viviente de los neoyorkinos y del beisbol norteamericano, quien dejó su nombre grabado en los libros de récords de ese deporte y en el corazón de millones de fanáticos al rey de los deportes.
Existen muchas razones que empujan a escribir esta columna sobre el musculoso muchacho que nació un 20 de octubre de 1931 en Spavinaw, pintoresco poblado de mineros del estado de Oklahoma y murió a los 63 años de edad en el Centro Médico de la Universidad de Baylor de Dallas Texas. Ingresó al Salón de la Fama en 1974.
Con el permiso de los lectores, me referiré solo a una de esas razones. Desde que tenía 10 años de edad, me convertí en un apasionado lector de todo lo que fuera beisbol, deporte que he practicado toda la vida.
Me impresionaron las grandiosas hazañas de jugadores de leyenda como Babe Ruth, Ty Coob, Tris Speaker, Lou Ghering, Joe Jackson, Cy Young, Grover Alexander, Christy Mathewson y otros que fueron inmortales en el Recinto de los inmortales de Cooperstown, pero nunca tendría oportunidad de conocer.
Más tarde, cuando jugué en la ciudad de México hasta el nivel semi profesional, tuve nuevos ídolos, entre los que estaban Joe Dimaggio, Ted Williams, Stan Musial, Lou Boudreau, Duke Sinder, Bob Feller, Roy Campanella, y Jackie Robinson por tan solo mencionar a unos cuantos.
Me hice el propósito de conocerlos y en 1953 abandoné mis estudios y viaje como indocumentado a la ciudad de Nueva York, donde tenían su sede tres grandes equipos: los yanquis, los Gigantes y los Dodgers. Allí no solo vi jugar a mis jugadores favoritos, sino que hubo algo más grandioso que nunca olvidaré.
En la gran manzana, conocí a muchos otros jugadores de los que casi nunca había oído hablar. Los más talentosos Mickey Mantle y Willie Mays. Hoy con todo respeto escribí sobre el primero de ellos, quien emprendió el viaje sin retorno víctima de un agresivo cáncer de hígado, conmovió al mundo.
Muckey Mantle empezó ayudar más a la gente de todo el planeta, cuando después de sufrir una crisis a causa del alcohol, su médico le advirtió: “Mickey, el próximo trago que tomes puede ser el último”, Desde entonces se sometió a un tratamiento intenso en el Centro Betty Ford, para ayudar a alcohólicos anónimos. En este artículo trataremos de ver el lado humano de tan grandioso jugador, pues sus hazañas y récords en los diamantes, seguramente usted las leyó repetidamente.
Sólo recordaremos que en tres ocasiones fue el jugador más valioso del beisbol, que ganó la triple corona de bateo en 1956; durante diez temporadas conectó arriba de 300 puntos, 20 veces estuvo en el juego de de las estrellas y acumuló 536 cuadrangulares en 17 años de juego a pesar de haber pasado un alto porcentaje de ellos en los hospitales a causa de sus lesiones. En serie mundiales tiene el récord de cuadrangulares con 18 bambinazos.
Valientemente, Mantle hizo declaraciones que deberán ser conocidas por todos los jóvenes de Norteamérica y del mundo entero. Confesó que desde su segundo año en la gran carpa cayó en el vicio, abrumado por el dolor de haber perdido a su padre quien fue su mejor amigo y quién le enseñó a amar el beisbol y “a ser el mejor siempre”. Mucho le dolió que su padre no lo viera triunfar y para mitigar su pena se entregó a las copas.
En su matrimonio tuvo cuatro hijos, a quienes no enseñó a jugar ningún deporte pero si a empinar el codo; fueron sus mejores amigos de parranda por varios años. Dos finalmente resultaron alcohólicos. Otro murió a causa de las drogas y el alcohol y Mickey, hasta ahora el más afortunado, todavía puede salvarse, de él Mantle dijo en una ocasión “si hubiera tenido un padre como el mío, habría podido ser un beisbolista de las ligas mayores. Su esposa Merlyn vive en la amargura de tener una familia totalmente alcohólica.
Los dos últimos años de su vida, Mickey lo dedicó a dar consejos y pláticas a jóvenes, no para que supieran jugar beisbol, sino para mantenerse alejados del alcohol. En memoriam de su hijo Billy que murió a causa de las drogas, recientemente empezó a construir la fundación Mickey Mantle para ayudar a otros jóvenes. También se incorporó al patronato del Grupo de Asistencia a Beisbolistas que preside Joe Garagiola.
Libros enteros se escribieron sobre la vida de este grandioso pelotero, interesantes películas fueron filmadas y exhibidas en todo el mundo, en el Salón de la Fama de Cooperstown, se ampliaría el espacio destinado a resaltar sus hazañas, porque todos los jóvenes querrán conocerlas.
Sin embargo, su mayor triunfo, su más largo batazo, su mejor ejemplo a los jóvenes de esta y muchas generaciones, fueron su valentía y sinceridad que dejó para la posteridad en las últimas entrevistas que le hicieron los periodistas.
Cuando se incorporó a los Yanquis en 1951, Casey Stegel, mánager del equipo expresó” este muchacho va a ser mejor que Joe Dimaggio y Babe Ruth”, su padre había soñado con que fuera el mejor jugador de beisbol de todas las épocas. A causa del alcohol no fue ni lo uno ni lo otro, aunque tenía con qué lograrlo.
Los fanáticos del beisbol de las próximas generaciones y aún dentro de cien años y más, cuando hablen del rey de los deportes tendrán que referirse entre los primeros y más talentosos al fornido muchacho de Oklahoma de aquellos tiempos. Por su magnífica forma de jugar y por sus valientes palabras antes de morir.
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