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El discurso incendiario de Meade… ¡que no enciende ni una vela!

BAILE Y COCHINO.-

Por: Horacio Cárdenas.-

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“La que usted diga, Jefe”, es la respuesta que todo buen subordinado con aspiraciones de llegar a escalar peldaños en la escalera burocrática y de poder, le da al que tiene por superior, cuando a este se le ocurre preguntar la hora. Ah, como es de veleidoso y acomplejado el sistema político mexicano, mero reflejo de la vanidad y complejos de los hombres y mujeres que en nuestro país juegan a la política, el politiquillo se siente tan halagado con la respuesta, que no es raro que hasta se le olvide por qué o para qué estaba preguntando la hora… con suerte se acordará después y ordenará que se haga lo que había que hacer, y sin suerte, las cosas se quedarán en el puro aceptar y recibir halagos, a cambio de los cuales concederá privilegios y en última instancia, poder.

Tal vez lo que diferencia a los gobernantes y a los gobernados, a los políticos y al pueblo, es que mientras que acá a ras de calle lo de “la que usted diga, jefe” es  un chiste, una burla que exhibe el desprecio que se tiene por la lambisconería entre la clase gobernante, entre esta es la representación de una forma de ser… de la única forma de ser y de progresar, durante años y décadas se la pasan halagando, con la esperanza a veces cumplida y la mayoría no, de algún día llegar a convertirse en el máximo receptor de halagos de la jerarquía.

De veras, en larguísimos años de observar la rex pública jamás nos había tocado escuchar tanto  y tan desmesurado halago entre los politiquillos, concretamente los de la camada de tecnócratas que integran el selecto grupo que pretende conservar el poder en la elección presidencial de este año para el Partido Revolucionario Institucional, y comparsas que no merecen ni recordar sus membretes.

De veras, entre ellos es un echarse confeti… que causan vergüenza ajena, de no ser porque el amor al poder es el más adictivo de los vicios, daría pie a los malpensados a buscar afinidades non sanctas entre candidato, equipo de campaña, promotores y patrocinadores, y mire que  estos tiempos que corren son de liberalidades nunca antes vistas y que ya no asustan a nadie… pero sería preferible que salieran del closet como la gente decente, en vez de plantarse de alfombra para que los pisoteen y les escupan encima, a menos que esa y no otra sea su perversión, vaya usted a saber.

Pero bueno, entre las cosas que se han dicho del candidato José Antonio Meade, está su innegable preparación académica, su inigualable experiencia en el servicio público calificado con el más común de los lugares, como una carrera meteórica, y una habilidad entre innata y manipulada por el sistema político metapartidista, que le ha permitido ocupar cuatro secretarías de estado en dos sexenios diferentes… de dos partidos diferentes, algo nunca visto y muy poco recomendado para cualquiera, excepción hecha de este señor. Aparte de eso, bueno, se le reconocen sus cualidades de financiero, honrado, ciudadano, incorruptible, histrión, galán, y chorrocientas cualidades más, tantas que para enumerarlas no alcanzaría este democrático espacio de aquí al día de la elección.

Pues sí, a lo mejor son ciertas unas de las cosas que se dicen de él, aunque lo más probable es que se trate de exageraciones con intenciones estrictamente lambisconas, para ver si a quienes las vierten en público de la gente, les toca una salpicada de poder… si es que gana, si es que se logra echar en la bolsa la simpatía del electorado, algo que pese al empeño que se le ha puesto, no ha quedado lo que se pueda decir, perfectamente claro ni para él, ni para su partido, ni para sus contendientes, al grado que hoy por hoy, y siendo el candidato más preparado, más experimentado, el que menos peros le ponen, no pasa de ser el tercero en las encuestas, y eso ya es para ponerse a llorar.

A lo mejor la comparación no es la adecuada, pero de todos modos va: dicen que la esposa del César debe no solo ser honrada, sino parecerlo. Pues bien, el candidato José Antonio Meade no solo debe ser ese cúmulo de cualidades que hacen rebosar su currículum, también debería ser capaz de demostrarlo, y es allí precisamente donde como dice la pelusa del barrio, la puerca tuerce el rabo.

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Entendemos que al candidato del PRI le haya caído en la proverbial punta del hígado, si es que el hígado tiene puntas, el escándalo de la acusación del gobernador panista de Chihuahua Javier Corral Jurado de desvío de fondos federales a las campañas políticas del Revolucionario Institucional, que tiene su conejo expiatorio en la figura del coahuilense Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, pero que ha puesto a temblar a buena parte de la estructura del partido y del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Sus malquerientes, que los tiene y sin haberles hecho nada, dicen que este asunto puede llegar a descarrilar la candidatura de Meade, sea cubriéndolo de un manto de sospecha de corrupción, en lo personal por haber él sido secretario de Hacienda, la dependencia señalada como la que autorizó la movida de la lana, como en lo general, ¿Cómo votar por un partido que hace esos chanchuyos?, quizá por eso sus exabruptos, que para cualquier ciudadano observador y respetuoso de las leyes, deberían ser imperdonables.

Con todas sus letras Meade acusó al gobernador Corral de torturador… él, no sus subordinados, no su gobierno, él… ¿y qué pruebas exhibió de su acusación?, ninguna. Peor, desde Querétaro, porque así lo dijo el candidato, llamó a quitar a los gobernadores que torturan y engañan, que traicionan, y es esto precisamente lo que nos preocupa, porque él, Meade Kuribreña, con todos sus títulos académicos, con toda su cuidadosa preparación para ser presidente, con todos lo que lo apoyan, quieren y aman… no es nadie, no es absolutamente nadie para amenazar con que va a quitar a una autoridad legítimamente electa por el pueblo chihuahuense. No lo puede “quitar” ni como ciudadano ni aunque fuera presidente de la República, mucho menos siendo un modesto candidato. Ese discurso es incendiario, que bueno que su candidatura y su personalidad es tan gris que no enciende ni una vela, pero imagínese si otro con más labia comienza a llamar a linchamiento, ¿Cómo se van a poner las cosas en este país?

Preguntamos ¿no le sirvieron sus pomadosos y costosos estudios para aprender lo que es la mesura en el discurso político?, ¿no le enseñaron sus jefes, su paso por altísimos cargos en la burocracia, que a nadie se le permite acusar sin pruebas, y que hay límites para la acción del poder, y que hay una cosa que se llama marco jurídico al que hay que apegarse?, y luego critican a Andrés Manuel por haber sido fósil en Ciencias Políticas… de perdida ha de haber aprendido las materias que se llevó a quinta oportunidad y pasó de panzazo.

Repetimos, hay motivo para enojarse, pero él lo sabe también como los demás, en política y en política a la mexicana, todo se vale, excepto llamar a incendiar al país, porque ellos seguro carecen de la capacidad para apagarlo. Lo malo es que ya ponderaron a Meade como lo máximo, ¿ahora como lo callan?

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